Para él, se trataba del mejor libro que, en un solo volumen, podía servir para especialistas y estudiantes. John McNeill, por su parte, afirmó: “No existe libro comparable sobre Calvino. Es difícil hallar uno que se le iguale en calidad sobre cualquier otro teólogo”.(1)
Wendel fue profesor de historia de la Iglesia y decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Estrasburgo. Ampliamente reconocido como el calvinólogo más notable de su generación, editó también las obras de Martín Bucero. Otra de sus obras es
Calvin et l´humanisme (Calvino y el humanismo, París, Presses Universitaires de France, 1976).
Luego de estar fuera de circulación por algunos años, y aunque sólo sigue disponible en inglés, es una de las mejores articulaciones entre la vida y la obra del reformador. Comienza con un breve abordaje biográfico que ubica a Calvino en su contexto social y cultural. Los tres primeros capítulos se ocupan de la juventud del reformador, su primera y segunda estancia en Ginebra y la manera en que organizó la Iglesia en Ginebra y su lucha por la ortodoxia. La segunda parte del libro, dedicada a los aspectos doctrinales, se desarrolla en cinco capítulos: la
Institución de la Religión Cristiana; Dios, creador y señor soberano del mundo; Dios el redentor en Jesucristo; la obra oculta del Espíritu Santo; y los medios externos (la Iglesia y los sacramentos).
Lejos del detalle minucioso de otras obras, como la monumental de Doumergue, Wendel se ocupa de trazar con objetividad y erudición las coordenadas del pensamiento de Calvino. En su abordaje a la
Institución, afirma que es posible encontrar en ella un sumario sólido de la totalidad de las ideas calvinianas, algo que no necesariamente es posible en otros reformadores, como Lutero o Zwinglio. Al describir la trayectoria editorial de la obra más famosa de Calvino, Wendel emplea una variedad de fuentes y describe, así, como desde la publicación original de sólo seis capítulos, en su forma catequística (en latín, 1536; francés, 1541), evolucionó hasta las ediciones finales latina y francesa (1559 y 1560, respectivamente). Obviamente, las fuentes reconocidas de la obra son las Escrituras, así como las obras de Lutero, Zwinglio, Melanchton, Bucero, los Padres de la Iglesia (Crisóstomo y Agustín) y Erasmo.(2) Wendel destaca que la
Institución creció hasta dejar de ser un “manual básico” de teología para convertirse en una herramienta para eruditos.(3)
A diferencia de los teólogos luteranos, a la hora de estudiar
la Trinidad, Calvino asegura que la naturaleza de ésta prueba la deidad de Jesucristo. Wendel ve en ello una muestra de la cristología amplia de Calvino en la
Institución. A continuación, señala el punto de vista calviniano sobre la evidencia de la realidad divina y su existencia, tal como se presenta en
la creación. Dios es evidente en la creación. La creación incluye ambos mundos: el espiritual y el físico.(4)
La soberanía de Dios es la causa directa de todas las cosas, según la
Institución: Dios está interesado en todas las cosas que suceden en el mundo, pero para Wendel, Calvino no deja los cabos sueltos de esta afirmación y se preocupa por explicar que, aunque Dios es soberano y ha producido todo, no necesariamente es responsable de los pecados humanos.
Sobre
la depravación del ser humano, Calvino ve que la Ley es el recurso que Dios ha establecido para relacionarse con la humanidad caída. Ella fue un “espejo del pecado” que le muestra a los humanos su miseria, con lo que lleva a la necesidad de encontrarse con Cristo, por lo que los dos Testamentos poseen una relación común, algo en lo que Calvino estuvo de acuerdo con otros reformadores. Así, solamente Cristo podía cumplir lo estipulado por Dios, al ser Dios y hombre a la vez.
Mediante una explicación detallada, Wendel destaca la enorme importancia del
Espíritu Santo para la salvación a través de Cristo en la teología de Calvino, pues él es quien conduce el proceso de regeneración, justificación por la fe, predestinación y las cosas finales,.(5) El Espíritu sirve para unirnos estrechamente a Cristo, pues trabaja doblemente: por un lado nos mortifica por las tendencias carnales y, por otro, nos ayuda a crecer en la novedad de vida en Cristo. El Espíritu Santo trabaja silenciosamente para aplicar la gracia de Cristo en las vidas humanas y es “el instrumento que permite la obediencia cristiana”.
Wendel se acerca, entonces, al tema de
la predestinación y puntualiza cómo otros estudiosos, entre los que menciona a Alexandre Schweizer, estaban equivocados al señalarla como la enseñanza central de Calvino. Por el contrario, advierte que no se puede separar dicho asunto del más amplio contexto de la salvación a través de Cristo, por lo que, sin dejar de ser importante, no lo domina todo.(6)
El libro concluye con los planteamientos calvinianos sobre
la Iglesia y los sacramentos. La primera, para Calvino, fue el instrumento primario de Dios para otorgar su ayuda a los creyentes,(7) por lo que, agrega, fuera de ella no hay salvación, en el sentido estricto del término. Los sacramentos, de ese modo, son confirmaciones externas de la gracia de Dios.(8) Y aunque no depende de ellos la salvación, funcionan al recordar a los creyentes las promesas y la obra de Dios. Wendel subraya la extrema cercanía de Calvino con San Agustín en estos puntos,(9) así como sus intensos ataques al catolicismo en el tema del bautismo, además de los que él mismo recibió por sus ideas acerca del bautismo de niños.
Sobre
la Eucaristía, Calvino se ubicó en un punto intermedio entre Lutero y Zwinglio. En desacuerdo con el primero acerca de la presencia del cuerpo y la sangre de Cristo, condenó al segundo por espiritualizar demasiado la Comunión.(10) Para Calvino, la Cena tenía poder solo debido a que se arraigaba en la promesa de Cristo. Lejos quedaron, por igual, el “vaciamiento místico” y la “presencia física”, con lo que la Eucaristía administra verdaderamente el cuerpo y la sangre de Cristo mediante la promesa del Señor.(11)
Dado que su libro es panorámico, podría objetarse a Wendel la manera en que traza las líneas generales del pensamiento calviniano. No obstante, sus palabras finales, luego de asumir los riesgos monográficos de su obra, describen muy bien los alcances y la magnitud de su esfuerzo al estudiar a Calvino: “Debido a que fue el fundador de una Iglesia poderosamente organizada y, al mismo tiempo, el autor de un cuerpo de doctrina que fue capaz de reunirse alrededor de ella una elite intelectual, así como a la masa de creyentes, Calvino dejó una huella sobre su época que, lejos de disminuir, se acrecienta con los años. Más que un pensador, en el sentido restringido del término, fue un conductor de seres humanos”.(12)
1) Ambos autores cit. por Wyman Richardson, “François Wendel, Calvin: Origins and Development of His Religious Thought”, en www.walkingtogetherministries.org/FullView/tabid/64/ArticleID/38/CBModuleId/401/Default.aspx.
2) F. Wendel, Calvin. The origins and development of his religious thought. Trad. P. Mairet. Glasgow, Collins, 1980, pp. 122-144.
3) Ibid., p. 146.
4) Ibid., pp. 170-172.
5) Ibid., pp. 234-290.
6) Ibid., pp. 263-284.
7) Ibid., pp. 292-293.
8) Ibid., p. 312.
9) Ibid., p. 313.
10) Ibid., p. 334.
11) Ibid., p. 338.
12) Ibid., p. 360.
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