Lleno en las graderías, lleno sobre el césped, o la parte del césped no ocupada por la bestia espacial con patas (“The Claw”) que U2 ha montado para demostrarse a sí mismos al mundo. Dicen que para la
360º Tour hay repartidos por el planeta 3 escenarios idénticos a éste, cada uno de los cuales necesita 120 camiones para ser transportado de una ciudad a otra.
Lo que dice Bono sobre la inspiración en Gaudí se comprende cuando 2 horas antes de empezar el espectáculo observo la construcción de 60 metros de altura desde abajo mismo. Hemos conseguido meternos en el grupo de privilegiados que tiene acceso al círculo-pasarela que envuelve el escenario.
La vista desde allí, enganchados al centro del show que está a punto de caer, es increíble. Mirando hacia arriba y buscando el cielo entre las estructuras de hierro del monumento mastodóntico, los colores, las formas, y los detalles me recuerdan, ahora sí, a algunos trazos del Park Güell, y sobretodo a las torres de la Sagrada Familia. Algo de razón tiene Bono, es verdad.
Han tocado Snow Patrol, con ganas, pero tal como comenta alguien a mi lado: “Suenan vacíos”.
Y es verdad, aún si puedes tocar junto a la banda de rock más importante y ante decenas de miles de personas, eso de ser telonero es algo triste. La gente reacciona, pero de alguna forma se miran la cosa como un aperitivo que nadie echaría de menos si no estuviera. Sabe mal, porque si pones a este mismo grupo de pop británico en un local para 2.000 personas, tendrías una actuación de las que te llegan al alma.
Pero volvemos a Bowie. El hilo musical se acaba. Se encienden los focos, aún en medio del negro, y se centran en John Mullen Jr., batería, sobre Adam Clayton, bajo, y sobre The Edge, guitarra. En este orden empiezan a construir el primer tema... la expectación aún no ha explotado, falta Bono. Y cuando la guitarra por fin se decide a entrar con el genial riff de
“Breath”, aparece Mr. Filantropía, y todos los que no somos enviados especiales de algún medio, nos desgañitamos, cada uno a lo suyo: “¡Bono!”, “¡Toma!”, o simplemente... “¡Yeah!”.
Es 2 de Julio, segundo concierto en Barcelona, y pese a que en varios momentos se podrá ver que a Bono ya no le va tanto el baile sobre las plataformas que lleva por zapatos, otros como Adam Clayton parecen haber rejuvenecido. El bajista incluso se hace carreras por zonas varias, y mueve la cabeza al ritmo de las nuevas canciones. Está en mi lado del escenario, y es interesante su expresión durante las 4 primeras canciones: en “Breathe”, “No line on the Horizon”,
“Get on your Boots” y “Magnificent”, se le puede leer la ilusión en la cara, da igual que el público no acompañe todo lo que podría [Inciso: Señores
fans, las nuevas canciones no son menos buenas que las anteriores. Pueden estar seguros de que cuando hayan tenido suficiente tiempo para aprendérselas de memoria, les gustarán tanto como los clásicos].
Cuando llegan Beautiful Day,
Where the streets have no Name, Sunday Bloody Sunday, en cambio, las amplias sonrisas de satisfacción de los irlandeses ya no son tan grandes, aunque lo compensa de sobra la actitud del público, que ahora sí canta los himnos que se han ido aprendiendo en los últimos 30 años.
Lo cual explica, de paso, que no se encuentre entre las masas ni un solo adolescente.
“Pride” (In the Name of Love), “Vertigo” y la preciosa
“Moment of Surrender” (del nuevo
disco, y que cierra el concierto), resumen claramente las variadas dosis de evangelio que escuchamos (y cantamos, sin mucha conciencia de ello) al largo de las 2 horas y media. La primera habla explícitamente de un personaje histórico llamado Jesucristo, que se dio a sí mismo hasta la muerte... por amor. La segunda trata sobre la tentación y el desierto del alma. Y la tercera, una gran balada, habla de ponerse de rodillas (Bono lo hace sobre el escenario), para sin más público que lo divino, rendirse ante el Creador.
Destaca José de Segovia (expertísimo en U2) que la ambigüedad de Bono muchas veces no ayuda a sacar conclusiones claras sobre su posicionamiento en cuanto a la fe. ¿Es el líder de U2 un espiritualoide simplista? ¿Confunde fe con buenas intenciones sociales? ¿Se queda sólo con lo que le interesa de la figura de Jesús, el amor, el perdón, el llegar a los más necesitados? Son algunas de las críticas que se le hacen a Bono y, en cierto sentido, son justas. Lo que parece evidente en muchas de sus letras, queda difuminado por otros lados, y hay mensajes que no cuadran.
Pero después de vivir un show de U2 a cinco metros de la banda, resulta difícil negar que lo que el disco “No line on the Horizon” pretende transmitir, en gran parte de sus canciones, es un acto de adoración a Dios.
Una proclamación de su soberanía, su poder y su “Magnificiencia”:I was born
I was born to sing for you
I didn´t have a choice but to lift you up
And sing whatever song you wanted me to
I give you back my voice
From the womb my first cry, it was a joyful noise…
Only love, only love can leave such a mark
But only love, only love can heal such a scar
Justified till we die, you and I will magnify
The Magnificent
Magnificent
Escrito por: Joel Forster
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