En los artículos anteriores de la presente serie nos hemos referido a los puntos de vista de algunos líderes evangélicos chiapanecos acerca de si en los años recientes se han intensificado, o no, los casos de persecución contra la población protestante en las zonas preponderantemente indígenas de Chiapas.
Ahora pretendemos ocuparnos de una realidad insoslayable: la de un estilo de vida, derivado de nuevas creencias, que se ha asentado en la cotidianidad de los pueblos indios.
Los días de la “exóticocidad” del protestantismo en las poblaciones indígenas, en términos generales, han quedado atrás. Hoy ya en esos espacios
se ha “naturalizado” la presencia evangélica y con misma conviven otros grupos indios que tienen valores divergentes a los de sus coetáneos protestantes. Éste es el panorama mayoritario en las comunidades indias, y lo es gracias, en primer lugar, a la extensa historia de lucha de los indios protestantes por defender su derecho a cambiar de creencias y resistir los amagos y ataques en su contra por parte de los guardianes de la identidad indígena asociada a la defensa del tradicionalismo.
También en términos generales en el mundo académico donde se ha producido un voluminoso caudal de estudios sobre las poblaciones indígenas de Chiapas, encontramos rigidez para comprender la elasticidad de las comunidades indias en las cuales se han enraizado y expandido los protestantes/evangélicos. La rigidez consiste en desconocer que
preponderantemente el asentamiento del protestantismo responde a esfuerzos endógenos y mucho menos a emisarios exógenos sostenidos por agrupaciones misioneras extranjeras.
Sin embargo, en contraste con la posición anterior, encontramos que
disminuye considerablemente entre los estudiosos la teoría conspirativa, consistente en sostener que el cristianismo evangélico indígena es resultado de las tareas misioneras anglo sajonas. Cierto es que en la nueva generación de investigadores hay más sensibilidad, y por lo mismo mayor seriedad metodológica, para documentar la diversidad india. Se está dejando atrás la noción idílica de lo que son los pueblos indígenas, para reconocer lo revelado por los datos duros y verificables: los protestantes no son advenedizos temporales, sino porcentajes crecientes definitivamente enraizados en las comunidades indígenas.
El liderazgo del protestantismo indígena brota de lo que podemos llamar la sociedad civil protestante india. Pero no nada más el liderazgo descansa en esas bases, también lo hace el sustento económico de las múltiples iglesias indígenas. Una de sus fuentes es la adopción de una tradición indígena y que han adoptado a sus propias necesidades. Se trata del tequio, trabajo colectivo que se da en beneficio de la comunidad. Nada más que mientras el tequio original es obligatorio para toda la población y se encuentra asociado a la identidad tradicional y/o católica; el tequio protestante es voluntario y sólo hacia el interior de la comunidad evangélica.
Es notorio el cambio social en las poblaciones con importantes porcentajes de protestantes. Se han elevado los índices de escolaridad, de ingreso económico, de higiene y han disminuido la mortalidad infantil por enfermedades prevenibles. Es mayor el ejercicio de los derechos de las mujeres. Es perceptible la conformación de teologías protestantes indígenas. La contribución de los protestantes a internalizar la noción de los derechos humanos en los pueblos indios ha sido central. La demanda y el ejercicio de la tolerancia se han ensanchado en las poblaciones indias, y uno de sus focos de mayor irradiación ha sido, y es, la creciente comunidad evangélica indígena.
Ante todas las anteriores transformaciones socioculturales, las autoridades gubernamentales chiapanecas de prácticamente todos los niveles
no han estado a la altura que les corresponde. En no pocas ocasiones incluso ha sido obstáculos, al dejar de aplicar las leyes contra los tradicionalistas que con violencia impiden la vida cotidiana de los indios evangélicos. Para esa inacción ha pesado más el beneficio político/electoral de administrar el conflicto sin afectar los intereses de los tradicionalistas, en detrimento de la comunidad evangélica que todavía no aprende del todo cómo hacerle pagar en las urnas a los partidos políticos que cobijan en su seno a representantes populares y funcionarios públicos que omiten defender los derechos de la población protestante.
Los aportes del protestantismo indígena han sido soslayados, prácticamente ignorados, por el cristianismo evangélico del resto del país. En este sentido es que afirmamos la soledad en que los indios e indias protestantes han debido desarrollar su gesta por la resistencia. Ante los numerosos casos de persecución, los liderazgos del protestantismo mestizo nacional han guardado un silencio inexplicable. No se ha organizado una respuesta continuada, sistemática, para hacer que el tema de la violación a los derechos humanos de los indígenas protestantes se haga presente en los medios informativos eclesiásticos evangélicos, y menos en los externos, sean estos locales, nacionales o internacionales.
Mientras tanto, lejos de las teorizaciones que se hacen sobre ellos, los evangélicos indígenas mexicanos construyen su cotidianidad sobre los cimientos que les da su entendimiento de la Biblia y las prácticas que derivan de ese ejercicio. Su entendimiento incluye el cambio personal y social, con los altibajos correspondientes. Pero con todo el balance es favorable, en pocas décadas han logrado cambios en poblaciones reacias a otras creencias y estilos de vida. En la lid los reconocimientos les corresponden a ellos.
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