En 1979, nuestro personaje había deslumbrado con
Off the wall, gracias en parte a la producción del gran Quincy Jones. Sé que estoy hablando de música en una columna sobre televisión y medios de comunicación, pero la aportación de Jacko a la cultura televisiva pasa, precisamente, por ese último día del año de Naranjito (horrendo muñeco, dicho sea de paso, aunque ahora reivindicado por la moda
vintage).
Off the wall había mostrado al mundo a un Jackson sin las cadenas ya de su grupo-clan. A diferencia de algunos grandes intérpretes del siglo XX (sí amigos, oso situar a Jackson en el Olimpo de nombres como Elvis y Sinatra) y siguiendo la estela de otros monstruos (Ray Charles, Bob Dylan, Johnny Cash), Michael supo combinar temas propios (hasta tres en
Off the wall, como el imprescindible “Don´t stop´til you get enough”) con otros compuestos por autores que no eran, precisamente, unos novatillos, como Stevie Wonder y Paul McCartney. Rythm´n´blues con dosis de funky, aderezos disco y ramalazos más poperos y de soul.
La coctelera que recogía buena parte de la historia de la música negra (Stax, Motown, James Brown, el blues, Ray, hasta Louis Armstrong. Todos, campaban por ahí) empezaba a funcionar.
Michael, con 21 añitos, iluminaba el firmamento musical. Esta semana, con medio siglo de existencia, esa estrella se ha apagado en Los Angeles. Y en España, más de prisa aún que en otros países (en Estados Unidos, al menos, sus fans le han rendido sentidos homenajes), gracias al afán de los carroñeros de la televisión, liderados en esta ocasión por nuestra amiga (y de la que ya hablamos la semana pasada) Concha García Campoy, que intentó perpetrar un supuesto programa especial-homenaje en
Las mañanas de Cuatro, para acabar como siempre, revolviendo en esa basura que tanto les debe gustar, ya que el hedor no les molesta para nada. Pero dejemos a García Campoy y su circo un rato. Volveremos a ella.
Nos encontrábamos (al menos yo, claro) en plena infancia (con 11 años era un niño, aun que hoy día ya se hable de pre-adolescencia) y ante el visionado del videoclip del tema “
Thriller”, single del álbum homónimo de Jackson (publicado en 1982, aún sigue siendo el disco más vendido de la historia). Sin ser un mal tema, “Thriller” no es, ni mucho menos, mi canción favorita de un disco plagado de hits como “
Billy Jean” (¡buf!), “
Beat it” (¡rebuf!) y “
Human nature” (baladón empalagosamente adorable), aunque ese vídeo sacudió los cimientos de mi tierna infancia. Con casi un cuarto de hora de duración, se trataba de toda una película (dirigida por John Landis) que nos mostraba a un ejército de zombies (con el propio Jackson al frente) en un escenario urbano casi post-apocalíptico. Hoy puede parecer algo naïf y de serie B, pero impactó lo suyo, oigan, con esas coreografías de muertos vivientes y ese recitado y la risa final de Vincent Price (actor de culto del cine de terror).
Otra vez con Quincy Jones como director de orquesta, el disco añadió un toque algo más rockero al precedente y se calcula que ya ha superado los 110 millones de copias vendidas (con la muerte del cantante, esa cifra crecerá de forma exponencial, seguro). De acuerdo, vender mucho no es garantía de nada. Hay álbumes con 5.000 ejemplares en la calle que son obras maestras, pero es que
Thriller también lo es. Y encima, fue un bombazo comercial gracias al talento del binomio Jackson-Jones, que fusionaron lo mejor de la música negra con grandes dosis de efectos de sonido y de tecnología de la buena.
Es evidente que, por ejemplo, Bruce Springsteen fue capaz de legar un álbum excepcional como
Nebraska (a redescubrir, oigan) con una guitarra y un cutre cuatro pistas en su casa, pero
Thriller se situó en el extremo opuesto, con una complejidad técnica que dio como resultado un trabajo nítido y cristalino, algo muy difícil de conseguir al haberse superpuesto múltiples pistas de sonido.
En el año 2003 Thriller fue elegido en el puesto número 20 de Los 500 mejores álbumes de todos los tiempos por la revista estadounidense Rolling Stone.
Poco después, la
National Association of Recording Merchandisers (NARM) y el
Salón de la Fama del Rock and Roll lo colocaron en el puesto número 3 en su lista de los 200 discos “definitivos” que “todo amante de la música debería tener”. []Hasta una copia de este permanece en la
Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos debido a su “gran significado cultural”. Y este mismo 2009 ha sido elegido como el mejor álbum de la historia por una encuesta realizada por la cadena MTV.
De acuerdo, los galardones no equivalen a calidad, pero tanta unanimidad no es por casualidad. Y todo eso sin olvidar grandes discos posteriores (como
Bad y
Dangerous, ya en 1987 y 1991), con temazos como “
I just can´t stop loving you” (otro hito en la categoría baladón), “
Bad”, “
The way you make me feel”, “
Dirty Diana” (brutal homenaje a Diana Ross en uno de los temas más oscuros y crudos de Michael), “Black or white” y, atención, uno de mis temas favoritos de todos los tiempos (y no me refiero sólo a Jacko): “
Smooth criminal”, escrito por él mismo y, de nuevo, con Quincy Jones al frente de la cocina. El vídeo nos mostraba a un Jackson ataviado con un elegante traje blanco y ejerciendo de gánster, además de verdadero maestro con sus inigualables pases de baile (como el imitado hasta la saciedad
Moonwalk).
La discografía de Jackson se limita a cuatro buenos discos (tiene algunos otros, más irregulares). O sea, que no iguala a prolíficas figuras como las de Prince, pero ¿no nos dejó un solo disco Jeff Buckley? Pues eso. Trabajos suficientes para dejar grabado su nombre en letras de oro y para merecer un respeto como artista que, desde buena parte de la televisión hispana, no se ha llevado a cabo.
No negaré el lado oscuro de Jackson y su particular descenso a los infiernos. Jackson era como Eduardo Manostijeras: asustadizo, entrañable, alguien diferente en un mundo de iguales, un monstruo encantador, como el hombre elefante del que el propio Michael llegó a comprar su esqueleto. En realidad, compró la carcasa de su alter ego.
Michael desapareció en vida, era un fantasma que caminaba rozando las paredes y buscando las sombras, los callejones, las plantas enteras de un hotel o cerrando unos grandes almacenes para sus ataques de excentricidad.
Esa misma excentricidad formó parte de un gran montaje perpetrado por energúmenos que se aprovecharon de su ingenuidad y que hicieron creer al mundo que Michael dormía en una cámara hiperbárica o que retiraba todas las plantas a su paso para que no le restaran oxígeno a él. Mucha fantasía por ahí perdida. Michael fue un Calimero, un solitario, y a mí siempre me ha generado más ternura y afecto que no odio o repulsión.
Sonará a visión de fan cegado, pero
hasta la historia de sus acusaciones de pederastia (algo por lo que ningún juez llegó a condenarle, por cierto) hacían un tufillo a negocio más que rentable por parte de unos padres supuestamente afectados por los abusos del cantante hacia su hijo. Eso sí, cuando tocaron con sus manos un cheque (que se habla que pudo de ser de 20 millones de dólares) más que apetitoso, desaparecieron del mapa.
Pero no crean que me olvido de Concha Morbo García Campoy: el jueves por la mañana decido zambullirme en distintas cadenas de televisión para ver qué seguimiento están haciendo del caso. De entrada, el mejor homenaje lo encuentro en una cadena de videos musicales (
105 TV) que opta precisamente por eso, por pasar algunas de sus excelentes aportaciones al mundo de la música. Sin más. Tampoco tiene tanto mérito, claro, pero al compararlo con lo que me encuentro después… El problema es que, a continuación, topo con el anuncio de una emisión especial sobre la muerte del cantante en…
Las mañanas de Cuatro. En el artículo de la semana pasada ya intenté analizar la gran aportación a la telebasura de Concha García Campoy y su troupe (con Gonzalito Miró a su lado).
García Campoy tiene ganas de remover aguas sucias y confiesa que “estamos pendientes de la autopsia, ya que se habla de una posible sobredosis de medicamentos”. Una de las dos chicas rubias que tiene como colaboradoras (sigo sin saber ni recordar sus nombres, pero me da pereza buscarlo) añade algo tan profesional como: “Es la sombra de la duda. Ahora es cuando empiezan las especulaciones”. Exacto. Al menos es honesta la chica. Las especulaciones (o sea, los rumores, los cotilleos, las noticias sin fundamento,…) son como las que el propio programa se encargará de lanzar, con la excusa de rendir un
homenaje al Rey del Pop (¡hace falta valor! como cantaba Radio Futura).
El programa parece remontar el vuelo cuando García Campoy contacta telefónicamente con Gay Mercader, uno de los grandes promotores musicales del país. Mercader reivindica el legado musical de Jackson, pero la
periodista da otro de sus requiebros para insistir en el hecho de que el músico “debía estar con una gran presión y no se sentía fuerte”, para añadir que “fue enfermando porque todos querían aprovecharse de él”. Otra vez un ejercicio de honestidad:
Las mañanas de Cuatro ni homenajea ni nada, sino que se aprovecha de él. Con esas dosis de sinceridad, da gusto ver la tele. Para que nos entendamos: García Campoy tiene al teléfono a Gay Mercader, un personaje que es pura historia de la música en España, sobrino de Vittorio de Sica (eso da igual, claro, pero no todo el mundo ha tenido un tío así) y es el responsable de que gente como los Rolling Stones, Bob Dylan, Lou Reed, los Clash, David Bowie o Bruce Springsteen, entre muchos más, hayan actuado por nuestras tierras. Y Michael Jackson entre ellos, claro. Pero eso a Concha le da igual (o ni lo sabe), ya que sigue hablando del músico fallecido con frases vacías y sin referirse (¿para qué? Eso no da audiencia) a su música. Así que, fuera Mercader, que ocupa ya demasiada cuota (y que insistía en hablar de la aportación de Jackson con su baile y con su espectáculo) y vamos a ofrecer la joya de la corona de la mañana, y cito palabras textuales de nuestra presentadora favorita: “Ya ha salido la foto de la agonía. La vida de este hombre siempre estará explotada”. ¡Efectivamente, por carroñeros como vosotros, fauna mañanera de Cuatro!. La imagen a la que se refiere es la de un Michael intubado y estirado en una camilla, foto que Cuatro va poniendo en pantalla en repetidas y obscenas ocasiones (repitiendo el ejercicio de morbosidad barata que llevaron a cabo hace unos días con la muerte del actor David Carradine, el
pequeño saltamontes para muchos y la gran oportunidad de hurgar en la basura para otros).
Para que me pase la mala leche, pongo un informativo serio, responsable, carismático, ejemplar y profesional como el de CNN+. En un minuto (lo que aguanto, vaya) a un redactor con voz entrecortada (no por la emoción, sino porque no tiene ni idea de locutar. Bienvenido a la galaxia becaria, compañero) le oigo esta lista de palabras para referirse a la noticia del día: “Pederastia, bodas, relación con niños, bebé en un balcón de Berlín, juicios, problemas, carrera errática, demacrado”. No, no oí palabras como música, canción, cultura ni nada parecido.
En fin. Me voy un rato a Antena 3, donde pillo a los tertulianos del programa de Susana Griso hablando sobre la otra gran desaparición de la jornada, la del ángel (de Charlie, claro) Farrah Fawcett. Con un cairon (esos cartelitos con letra impresa en la pantalla) que detalla algo tan interesante como “El hijo de Farrah no pudo estar con ella porque está encarcelado”, ya empiezo a alucinar. ¿Y por qué no pusieron “Charlie no fue a verla porque, en realidad, era un personaje de ficción y nunca se le vio la cara”;
o mejor, “La Hormiga Atómica no la visitó en su lecho de muerte porque era un dibujo animado”? Grandes preguntas sin respuesta, amigos. Bueno, pues resulta que hay una tertuliana (sigo sin saber otro nombre, perdonen) que en otro tiempo récord de unos 30 segundos suelta perlas como “ser un símbolo sexual la llevó a desquiciarse, a las drogas y al alcohol. Es la borrachera del éxito”. Prefiero abandonar el corral particular de la otrora digna Griso, pero de repente aparece la actriz Bibiana Fernández que, demostrando un grado de madurez a años luz de sus contertulios, va y empieza a hablar de las colaboraciones de Farrah en el cine con Robert Altman, de su acercamiento al mundo del teatro y de su vinculación con el actor Ryan O´Neal. Pero ese oasis se corta en seco. Imagino al pobre regidor haciendo la señal con la mano de cortar un cuello, para pinchar inmediatamente un video sensiblero y ñoño sobre la vida de Jacko (sin hablar de música, claro. Y es que la cultura nos persigue, pero en Antena 3 siguen siendo de los más rápidos en esquivarla).
¿Qué hago? Pues volver a Cuatro, que continúa empozoñando las aguas catódicas: resulta que han contactado con Nieves Herrero (la devoradora de cadáveres en Alcàsser y la precursora del reality más zafio), que entiendo que una vez entrevistó a Michael o estuvo con él en un programa. Su definición: “Era tan blanco, tan tocable. Lo vi frágil, muy Peter Pan, era como un adolescente”. Y punto. García
Periodista Campoy añade: “Como no pudo ser niño, se aislaba”. Nieves: “Era un juguete roto”. Ahí solo faltaba alguna melodía de serie de terror como fondo perfecto. Más tarde, hablan con el escritor y periodista Juan Bolea, que intenta boicotear el tono barriobajero del homenaje empezando a hablar (¡ya le vale!) que si de David Bowie o que si de Prince y de su vínculo musical con Jackson. Suerte que aparece por ahí el
desfacedor de entuertos Gonzalito Miró (que no Pilar, que lo de levantar la cabeza y mirar un ratito ni te lo plantees…), que le corta de cuajo para que detalle a la expectante audiencia algunas de las excentricidades en el contrato que Jackson presentó para actuar una vez en Zaragoza. El pobre Bolea, pues, lo explica. Y todos ríen…
Para regocijarme más en tal despliegue neuronal, vuelvo a Antena 3 para encontrarme con Miguel Temprano (paparazzo zafio y sin respeto por las vidas ajenas), diciendo que la historia de Jackson “fue muy negra”, además de tener la desfachatez de poner en duda su “credibilidad”. ¿Y lo dice él? Creo que me va a salir algún sarpullido, una de esas reacciones alérgicas a los buitres (con perdón a los buitres alados).
Una de las pocas muestras de sensatez la hallo en el programa Arucitys, dirigido por el gran Alfons Arús, en la cadena catalana 8 TV. Ya a toro pasado (el programa empieza más tarde que los magacines matinales), Arús lamenta que otros espacios se hayan dedicado a mezclarlo todo el mismo día de la muerte de Jackson, mientras una de sus colaboradoras, Mónica Palenzuela, destaca que “hay que valorarlo como artista”. Arús considera que “hoy hay gente muy triste” y hasta repasa el hecho de que “solemos relacionar nuestra vida con algunas canciones”.
Arucitys, pues, nos regala el mejor homenaje de la jornada, mientras García Campoy todavía está montando su debate final, con tópicos y cotilleos varios sobre el músico fallecido. Por cierto, de un paro cardíaco, aunque no se preocupen, en las
mejores pantallas de televisión encontrarán detalle a detalle qué pastillas tomó Jackson esa noche, con quien había discutido y todas esas interesantes pesquisas. No en vano, el primer medio que anunció la muerte de Jackson fue la web TMZ, una página norteamericana dedicada a los cotilleos. Sí, sí, allí también tienen. Al menos su entrada en la categoría de leyenda ayudará a que vaya disminuyendo el largo listado de cotilleos y rumores sobre su estilo de vida. Él quería volver a los escenarios (por dinero, eso seguro, por sus elevadas deudas), pero la prensa amarilla seguía más interesada en mostrar el rostro de sus tres hijos con un velo o en analizar cuántas operaciones más habían servido para acabar de transformar su rostro.
Michael Joseph Jackson, nacido en Indiana hace 50 años, quizá nunca llegue a descansar del todo en paz gracias al insaciable hambre de los garciascampoys del mundo, que nunca se acordarán de su música, de su militancia ecologista, de su lanzamiento del movimiento USA for Africa (liderado por la canción We are the world), de sus constantes donaciones de dinero a entidades sociales o de sus colaboraciones con músicos como Stevie Wonder, Eddie Van Halen o Slash. Los garciacampoys se han encargado de decorar las últimas horas de Jackson vestido como un depravado y un loco excéntrico.
Yo prefiero recordarle con un guante blanco en una mano, con calcetines con lentejuelas brillantes, con una chaqueta negra adornada con medallas y con unas gafas oscuras y enigmáticas. Y con su voz. Y con su música. Y con sus pases de baile inimitables.
Ah, por cierto, Jackson sufría una enfermedad degenerativa de la piel llamada vitíligo, que destruye la melanina que se encarga de proporcionar su coloración a la piel, por lo que se llega a despigmentar casi toda la piel expuesta al sol. ¡Ah no, perdón!, pero si estamos hablando de un loco negro que quería ser blanco como fuera. ¿En qué estaría yo pensando?
MULTIMEDIA
Pueden oir o descargarse aquí dos canciones de las más conocidas de Michael Jackson (en fermato mp3):
- Beat it
- Smooth criminal
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