La vida se abre camino

A través de esas nubes se intuye un sol espléndido y nervioso. Señales de precaución por los rayos solares se pierden entre las faldas ligeramente atrevidas, plagando el mediodía que se mueve con fluidez por bares y despachos a baja altura. La brisa marina mueve hojas y malos despertares, aviva si es que aún se puede, los colores de las casas que permanecen intactas (en algunos casos con aguijones gruesos y profundos, con una lógica irracional aplastante) desde tiempos anteriores incluso a la dictadura militar.

El dolor de aquel entonces, o cualquier otro dolor en realidad, cicatriza al ver la ciudad, desprotegida por sombríos montes pelados en unas zonas determinadas, pero no dispuestas de antemano. Un crecimiento natural, libre, casi perezoso. Capa sobre capa de piel nueva y cristalina, como las aguas del Pacífico, piel cálida y con aristas de la textura del mármol perpetuo. Como las nubes, que son las burbujeantes manchas blancas bajo el agua oxigenada sobre la herida. Esto es lo que hace el perdón, recuerdo sin saber por qué, con la vista clavada en las luces prematuras, aún con el sol dando su calor, luces amarillas y verdes explosionando en silencio como palomitas aisladas, esto es el perdón dijo alguien cercano una vez, con la vista clavada en sus nubes que eran negras y amenazantes, dijo que el perdón cicatriza las ciudades. En fin.

Desde una ventana encuadro Arica, y si me esfuerzo, oigo sus raíces debajo del suelo. El casero dice que hay termitas, pero me gusta pensar que son esas raíces. En lo profundo, aún hay cosas ocultas para las que tendré que prepararme. Sólo así logro explicar, o hallar alguna lógica, a la elección de quedarme un tiempo, unos días, en un sitio determinado, sin ninguna convicción especial. Tan sólo obedecer a ese pensamiento que sé correcto. Me veo impotente para explicar todo esto; es como si al poner las ideas en palabras, ellas huyeran de mi, o se volvieran cada vez más complicadas e inextricables. Es increíble lo torpes que podemos volvernos cuando queremos describir lo que tan sólo puede conocerse de manera personal y única. Con todo, no paro en la tarea de registrar al menos un poco de lo que veo y siento... la vida se abre camino mientras tanto.

Bienvenido a Chile norte: la eterna primavera, el musgo en la piedra, y ciénagas con vida.