¿Qué objetivo viene a cubrir la “píldora del día después”? Resolver situaciones en las que los métodos anticonceptivos habituales no han sido utilizados adecuadamente por imprevisión, o por fallo, o por un episodio dramático como una violación.
¿CUÁL ES SU UTILIDAD?
¿Qué le debemos pedir a esta píldora? Que impida la concepción en situaciones excepcionales. ¿Qué debemos evitar en su uso? Que se convierta en un inadecuado sustituto de los métodos anticonceptivos habituales.
En cuanto a la primera cuestión, este medicamento actúa por tres posibles mecanismos, y en dos de ellos cumple el objetivo y cubre bien la necesidad de impedir un embarazo no deseado en una situación de emergencia en la que no ha dado tiempo a tomar medidas anticonceptivas regladas:
a) puede impedir la ovulación
b) puede dificultar la progresión de los espermatozoides hacia el lugar de la fecundación.
c) Pero deja de cumplir estos objetivos cuando actúa evitando la implantación en el útero del cigoto, la célula fecundada, que es el primer estadío de la vida humana; y este tercer mecanismo hace que la píldora pueda considerarse no sólo anticonceptiva, sino también abortiva.
El problema es que
nunca sabremos por cuál de los tres mecanismos actúa en cada caso concreto; será un adecuado anticonceptivo de emergencia cuando lo hace mediante los dos primeros, pero deja de serlo cuando impide la implantación. Y esto último es importante porque no podemos cerrar los ojos a la evidencia científica con temeraria ignorancia: ya no podemos seguir con conceptos medievales precientíficos sobre el origen de la vida humana, con mitos fantásticos sobre el momento en que la vida invade al embrión y le convierte en ser humano; hace ya mucho tiempo que sabemos que la vida humana empieza en la célula inicial, el cigoto, y en ella está recogido lo esencial de su identidad como ser humano, que se desarrollará sin solución de continuidad a partir de entonces; por tanto, no es lo mismo evitar la concepción que impedir la implantación.
En cuanto a la segunda cuestión, las estadísticas muestran que la píldora del día después no está cumpliendo sus potenciales objetivos: la incidencia de abortos no ha descendido, antes bien ha aumentado año a año desde la comercialización en España de este medicamento.
El gobierno ha entendido que esto obedece a que las mujeres aún consideran una barrera acudir a un centro sanitario para conseguir esta píldora y por eso quieren liberalizar su venta sin receta médica; los resultados al respecto en otros países que han seguido la misma política son dispares, pues mientras en unos han descendido las cifras recogidas de abortos (como muestra un estudio reciente en Utah), en otros no se han modificado, como es el caso de un estudio prospectivo en Escocia.
No hay una explicación fácil para estos resultados aparentemente paradójicos; una probable reside en un elemento difícil de medir, como es la evolución de la conducta sexual –especialmente entre sus principales usuarios, los jóvenes–, que es muy diversa en las diferentes sociedades. El uso de esta píldora viene influido por las conductas sexuales y éstas se ven modificadas por la disponibilidad de esta medicación; ambos elementos se influyen mutuamente.
PÍLDORA DEL DÍA DESPUÉS Y CONDUCTA SEXUAL
¿Y cómo está evolucionando en España la conducta sexual de los jóvenes? Cada vez inician más precozmente las relaciones sexuales y la abundante información que reciben no garantiza que usen siempre métodos anticonceptivos ni les impide que continúen manteniendo hábitos de riesgo.
¿Por qué? ¿Cómo mejorar la situación? Éstas son las preguntas realistas que se debe hacer el gobierno, pero sobre todo las que se deben hacer los padres, porque detrás de las
conductas sexuales están los valores; ¿y cuáles son estos? ¿en dónde los adquieren nuestros adolescentes?
Los padres han ido renunciando a cumplir en esta área sus responsabilidades y esto debería preocuparnos a todos, y también al gobierno. Entretanto, las estadísticas muestran un incremento de las tasas de abortos en adolescentes y se percibe un repunte de las enfermedades de transmisión sexual (ETS), consecuencia de conductas sexuales de riesgo, lo que sugiere que
los valores que los adolescentes van asumiendo en este terreno tienden a la trivialización del sexo y a una débil relevancia de la responsabilidad personal.
¿Soluciona esta situación la venta sin receta de la píldora del día después?
Conociendo las tendencias de los adolescentes españoles, probablemente el resultado sea el contrario: los médicos dicen que este medicamento está favoreciendo una relajación en las medidas anticonceptivas y de evitación de riesgos;
el gobierno tiene toda la razón cuando anuncia que quiere evitar que esta píldora sea utilizada como un anticonceptivo habitual, pero la realidad constatada es que muchas mujeres, especialmente adolescentes, la están usando así, no como un medicamento de emergencia.
En Australia también liberalizaron su venta en farmacias, pero a los seis meses el gobierno consideró anular la medida cuando percibieron que se estaba usando como anticonceptivo habitual por niñas de hasta trece años. Un estudio belga muestra cómo las enfermedades de transmisión sexual son más frecuentes en mujeres que usan la píldora del día después, y evidentemente no hay una relación causal, sino una asociación de conductas: quienes la usan con más frecuencia son también quienes más relajan los cuidados en su conducta sexual.
Tenemos que considerar, además, que en las adolescentes más jóvenes un uso no controlado de este medicamento, sin conocimiento de los padres, puede favorecer una mayor prevalencia de abusos sexuales, aportando una falsa seguridad a las niñas y una menor sensación de riesgo a los abusadores; así lo han advertido incluso algunos de los más convencidos defensores del uso de la píldora del día después.
Estamos errando en el diagnóstico y nos empeñamos en la misma receta; hemos diagnosticado mal una infección y, como el paciente no responde al antibiótico, nos empeñamos en aumentar la dosis del mismo antibiótico; hay que cambiarlo. En el caso que nos ocupa, ha fallado la intensiva educación sexual con la que hemos bombardeado a los adolescentes porque no está evitando ni los embarazos no deseados ni los abortos ni la progresión de las ETS, y para solucionarlo recurrimos a liberalizar la venta de esta píldora.
El problema fundamental está en otra parte y el tratamiento pasa por una reevaluación de la educación y de los valores que estamos promoviendo los padres y el gobierno. Una niña está capacitada físicamente para ser madre a los doce años, pero no nos parece normal ni recomendable; de la misma manera, no nos debe parecer normal ni recomendable que nuestras adolescentes reciban el mensaje de que las relaciones sexuales, cuantas más y más pronto, mejor, y que como fácil y fiable mecanismo de salvaguarda esté la píldora del día después; padres y gobierno, izquierda y derecha deberíamos estar de acuerdo al menos en esto.
PAPEL DE LOS PROFESIONALES DE LA SANIDAD
Cualquier medida de política sanitaria debe contar con los profesionales de la sanidad. De entrada, sorprende que sea la ministra de Igualdad, y no la de Sanidad, quien promueva esta iniciativa, lo que sugiere una filosofía específica detrás esta medida; lo cierto es que
no estamos hablando de un producto de supermercado, sino de un medicamento, de una hormona que debe tener bien definidas sus indicaciones, porque su utilización inadecuada como anticonceptivo de uso frecuente no es inocua. Como todo medicamento, tiene sus contraindicaciones y efectos secundarios; aunque los más graves no son frecuentes, pueden aparecer cefaleas, náuseas o hemorragias menstruales, pero también embarazos ectópicos.
Por eso
es una temeridad eliminar la preceptiva receta médica, y con ella toda actuación informativa, preventiva y de seguimiento profesional por parte del médico; nadie podrá controlar si una chica usa este medicamento de forma inadecuada ni si se presentan complicaciones ¿y quién asumirá en ese caso las responsabilidades? Quitar el paso de la prescripción médica favorece el mal uso y abuso de este medicamento, algo que querría evitar el gobierno.
Finalmente, una sociedad avanzada no puede aceptar una restricción del derecho a la objeción de conciencia como la que postula el gobierno para los farmacéuticos, porque este derecho forma parte de los cimientos de la democracia; promoverlo y respetarlo es progresista y restringirlo es retroceder hacia el totalitarismo reaccionario.
El concepto de vida humana no lo define el gobierno, y si un farmacéutico apela a que uno de los mecanismos de acción de esta píldora es impedir la implantación de un ser humano al inicio de su gestación –como la evidencia científica indica–, está en su pleno derecho de acogerse a la objeción de conciencia y negarse a dispensarla; la objeción de conciencia es un derecho del individuo ante la sociedad y los poderes públicos, no es una concesión ni de la sociedad ni del gobierno.
MULTIMEDIA
Pueden escuchar aquí una
entrevista de Esperanza Suárez al médico y Vicepresidente de la Alianza Evangélica Española, X. Manuel Suárez, sobre el tema de este artículo: la píldora del día después (audio, 8 Mb).
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