Hoy profesa la fe católica alrededor del 80 por ciento de la población del país. Pero la misma está distribuida de manera desigual en el territorio nacional. Por ejemplo, mientras en estados como Guanajuato, Jalisco y Querétaro la Iglesia católica si aglutina en su seno a más del 90 por ciento de las preferencias religiosas; en Chiapas solamente la reconocen como suya un 60 por ciento de los habitantes de la entidad.
Es innegable que en términos porcentuales el catolicismo tiene un descenso sostenido desde hace varias décadas.
Son múltiples las razones de la declinación. Así queda reflejado en la nota de Carolina Gómez Mena, publicada el lunes en las páginas de La Jornada. Diversos expertos en el tema consideran que entre los motivos del éxodo de las filas del catolicismo, están
los escándalos de pederastia clerical y el conservadurismo ético en asuntos como el ejercicio de la sexualidad y controles de la fertilidad. Por otra parte el activismo de un amplio abanico de confesiones, que se destaca por ir a buscar a las personas en los espacios donde desarrollan su vida cotidiana; contrasta radicalmente con la actitud general de
los liderazgos católicos que con pasividad esperan a que la gente acuda a ellos.
De acuerdo, con Josué Tinoco Amador, de la Universidad Autónoma Metropolitana plantel Iztapalapa, “el número de personas que profesa, practica y obedece a los jerarcas de esta fe [la católica] cada vez es menor”. Añadió que de acuerdo con censos y encuestas “ya no llega ni a 60 por ciento de los mexicanos la cantidad de verdaderos profesantes, aunque se calcula que la de creyentes asciende a entre 75 y 80 por ciento”. En la misma nota de Carolina Gómez Mena que hemos citado, el investigador de la UAM-Xochimilco, Manuel Canto Chac, considera que entre las explicaciones para comprender el crecimiento de credos
no católicos está que las personas “se adhieren a una denominación religiosa en función de que ésta responda a su problemática cotidiana”.
¿Pero como es percibido el descenso de la feligresía católica por parte de la jerarquía de esa confesión? Por ejemplo, Leopoldo González González, secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano, piensa que el descenso de sus feligreses está lejos de ser alarmante. De todas maneras reconoce que es necesario un mayor involucramiento por parte de los sacerdotes en las “nueva evangelización” y criticó a quienes
no van tras las “ovejas” y solamente están “atendiendo lo que me caiga, lo que llegue a la iglesia (parroquia)”.
El vocero de la Arquidiócesis Primada de México, Hugo Valdemar, reconoce que la escasa formación de los feligreses católicos en las creencias sostenidas por el catolicismo es un factor para que “fácilmente [sean] presa de sectas o ideologías”. Para él la cuestión debe aquilatarse en el contexto de la pluralización que vive la sociedad mexicana en variados terrenos, entre ellos el religioso, por lo que el tópico ni es alarmante y tampoco como para desesperarse.
Sin duda que
otra faceta del asunto es lo que en distintos lugares hemos descrito como autonomía valorativa por parte de quienes se reconocen católicos. Ésta consiste en tener ideas y prácticas distintas, y a menudo contradictorias, con las enseñanzas oficiales de la Iglesia católica. Tenemos el caso de que, según estudios de Católicas por el Derecho a Decidir, el 85 por ciento “de los fieles apoyan el uso de los condones para prevenir la propagación del VIH-Sida, pese a que la curia insiste en negarse al uso de este preservativo”. Es decir, la cúpula eclesiástica católica va por un lado, y sus feligreses norman su vida con creencias y prácticas divergentes de las tesis oficiales.
No obstante los números adversos en prácticamente todos los rubros, entre ellos escasez de vocaciones sacerdotales, baja en el porcentaje de matrimonios realizados conforme al rito católico, descenso en las preferencias religiosa, etcétera; en las capas dirigentes de la Iglesia católica del país todavía hay quienes se niegan a reconocer lo que muestran los números. Es el caso del secretario general de la CEM, Leopoldo González, ya que según él “no hay que creerles a las estadísticas” que indican que el catolicismo va a la baja en México, porque éste “es un país en su mayoría católico”.
En el tema que hemos desarrollado
no se trata de una cuestión de creencias en los números. Negarse a reconocer lo marcado por las estadísticas es un recurso que puede resultar consolador para los intereses de quien se cierra a la realidad, pero las tendencias seguirán presentes con sus implacables indicadores. Porque no es cuestión de gustos, sino de cifras comprobables y contundentes.
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