También somos conocidos por nuestros banquetes -especialmente de bodas- donde no es difícil encontrarse con siete mariscos de gran calidad en restaurantes con el nombre de uno de los antepasados familiares, que comenzó el negocio con una pequeña taberna, y ahora tiene una gran casa -normalmente poco estética urbanísticamente hablando- que cuenta con varias salas llenas de gentes que disfrutan de las delicias de las Rías.
Hace algún tiempo, llegaron unos snobs de la gran ciudad... de esos que nos miran por encima del hombro y nos llaman
“de provincias”. Estuvieron dos días paseando por aquí y se marcharon sin hablar con las gentes, sin degustar la gastronomía de la zona, sin respirar el inconfundible olor a sal de los pueblos marineros... esa sal que conserva y curte las pieles de hombres del mar, rotos por el intenso trabajo.
El caso, es que estos investigadores
hicieron un informe en el que reflejaban que las técnicas de las conserveras estaban obsoletas y que nuestros restaurantes tenían que cambiar.
En cuanto a las primeras, decían que el producto tenía que consumirse solamente fresco, porque todo conservadurismo no vale para nada.
Con respecto a los restaurantes, disertaron sobre la necesidad de elaborar más la presentación de los platos y reducir la cantidad de
MATERIA PRIMA que se ofrecía al cliente...
en definitiva, que las conserveras debían dejar de ser tan conservadoras, y pasarse a utilización de sucedáneos.
Por su puesto, sus amigos -que marcaban las eses al hablar-, aplaudieron sus ingeniosas reflexiones:
“- Hay que hacerlos reflexionar...”,
“- No pueden disfrutar con la materia prima de hace cien años”,
“- El cliente demanda otro tipo de producto” (…) estas y otras frases por el estilo, fueron algunas de las que les dijeron animando a los analistas en su labor de guía-paternalista de los
de provincias.
Citaban en su estudio a grandes
chefs de otros países y épocas. Les encantaba citar a otros, porque poco tenían que ofrecer de si mismos, más que unos pocos y minoritarios restaurantes elitistas. Es cierto que tenían varias casas de comidas (algunas con
spa incluído), pero a menudo crecían por divisiones en puntos de vista diferentes sobre la utilización de sucedáneos.
Los de la gran ciudad, nunca llegaron a darse cuenta de que LA MATERIA PRIMA era la señal de identidad de la gastronomía del lugar.
Las técnicas de las conserveras -perfeccionadas y mejoradas durante años- estaban consiguiendo que LA MATERIA PRIMA se consumiera más que nunca.
Los necesarios cambios se estaban dando paso a paso... lentamente. La finalidad de esta demora, era para que los mayores de aquel negocio familiar no se sintiesen traicionados por las técnicas que traían las nuevas generaciones. Es cierto que algunas pocas conserveras no se estaban modernizando y acabarían por desaparecer, pero la mayoría trabajaba firmemente con el mismo objetivo de siempre: que cada vez más gente pudiese disfrutar de la
MATERIA PRIMA de antaño.
Aquellos
snobs, tampoco llegaron a comprender que los ruidosos salones llenos de gente alrededor de más manjares de los que se pueden digerir en un solo día, proporcionaban una inmensa alegría a las personas que acudían a los banquetes que allí se ofrecían. Es verdad que estaban llenos de humo, que la comida era demasiada, y que a veces se discutía acaloradamente... pero también es verdad
que normalmente todo acababa con un fuerte abrazo de reconciliación.
Pero
ellos estaban tan contentos con su informe que lo defendían en diferentes foros pensando que estaban en posesión de la verdad absoluta. Como si se tratase de la crítica de un cuadro de arte contemporánea, repetían constantemente palabras que solo ellos entendían como
“fuerza telúrica” y “
armonía cromática”. Palabras que nada tenían que ver con
LA MATERIA PRIMA, pero que servían para definir los platos con sucedáneos que presentaban a sus afamados y selectos clientes.
Realmente, su discurso estaba lejos de la realidad y por lo tanto, las reflexiones de su informe duraron menos que media docena de cigalas en una boda gallega.
El que tiene oídos para oír, oiga.
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