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La verdad os hará libres y respetuosos

Anoche estuvimos en una funeraria, despidiendo los restos de un buen amigo a quien no conocimos sino a través de su esposa y su cuñada, miembros fieles de nuestra congregación. Evelio Oviedo, un cubano que se ganó la vida haciendo puros y vendiéndolos por todo el mundo. Ya estaba por Italia cuando se nos aparecía por Miami viniendo de Las Vegas. De aquí volaba a Nicaragua y la próxima noticia de él nos decía que andaba por Bélgica con una siguiente parada en Nueva York. Era un eterno viajero. En
EL ESCRIBIDOR AUTOR Eugenio Orellana 11 DE ABRIL DE 2009 22:00 h

Evelio, aunque fue tolerante, nunca manifestó interés en cambiar de religión sino hasta el final, cuando se convenció que la vida se le iba a todo galope por los caminos de un cáncer que se le puso porfiado y que, finalmente, lo derrotó. En un breve servicio fúnebre que tuvimos anoche, leímos la Palabra, dijimos de su conversión a la fe evangélica, recibimos los amenes correspondientes de los miembros de nuestra congregación que estaban presentes y las miradas indiferentes del resto de la concurrencia. Parecía que para estos, aquello de entregar la vida a Cristo no era más que un mero trámite o una cuestión de preferencias que no cambia para nada las cosas. Lo más probable es que pocos de esos «estos» hayan entendido el lenguaje con el que les estábamos hablando.

O el secularismo está haciendo estragos, o la religiosidad como una opción de vida nos está haciendo insensibles a las cosas que, en nuestra opinión, son las que realmente valen.

Hoy es Semana Santa. Casi no nos hemos dado cuenta. Aquí, todo sigue igual. Apenas, un poco menos movimiento de automóviles en las calles. Los medios radiales y televisivos siguen con sus programas habituales y la prensa escrita no lo hace mejor. Los negocios y algunas oficinas siguen funcionando, en tanto que muchas iglesias, como una mínima parte de los negocios y el resto del mundo, dan asueto a sus feligreses y a su personal para que salgan de paseo y quizás se acuerden el domingo que ese día resucitó el Salvador.

Hace algunos años, cuando el estilo tradicional de enviar gente al campo misionero entró en una especie de moratoria, empezó a levantarse un movimiento alternativo que en algún momento prometió llegar a reemplazarlo. Este tenía dos características fundamentales: Una era que las iglesias latinoamericanas empezaron a enviar a sus propios misioneros a países como España, Rusia, Australia e incluso a otros menos afines a la idiosincrasia latina, como Japón. No sabemos cuán preparados estaban pero la apertura de las ventanas 20-20, 30-30, 40-40 o lo que sea, más los cambios político-estructurales en la ex Unión Soviética aceleraron el envío de gente y recursos a aquella región del mundo, en desmedro de zonas como Latinoamérica a la que muchos etiquetaron como «ya evangelizada» levantándole su apoyo. Gente y dinero empezaron a correr como ríos hacia Europa del Este al extremo que Rusia se vio en la necesidad de entornar un poco la puerta y selectivizar la entrada de mensajeros de las buenas nuevas.Y la otra era que se empezó a trabajar con la idea de enviar a los países que se quería alcanzar con el Evangelio a «preparadores» de misioneros en lugar de a misioneros ya preparados, de modo que quienes hicieran la labor en sus pueblos fueran los mismos nacionales y no personas llegadas desde afuera. Con eso se pretendía evitar las barreras de la sospecha y las persecuciones, del idioma, de las costumbres y tradiciones, del que los misioneros tuvieran que estar viajando periódicamente a sus países de origen, mandaran a sus hijos de vuelta para proseguir sus estudios y medrara el trasplante de ideologías y sistemas sociopolíticos.

Pero no se contaba con los cambios profundos que afectarían al mundo en las más diversas áreas. De estos cambios, ni la Religión Cristiana se ha escapado. Y hoy, el cristianismo se presenta como una alternativa más a la par de cualquier otro movimiento religioso. Hoy pareciera ser tan válido y meritorio ser bautista que mormón, pentecostal que baha´i, teósofo que nacido de nuevo. Y parece ser evidente que mientras otras confesiones religiosas y movimientos que deambulan entre lo físico, lo mental y lo espiritual prosperan y ganan adeptos con una facilidad pasmosa, la iglesia cristiana se ha ido quedando rezagada respecto de estas cosas que están sucediendo.

Hace unos meses, un querido siervo de Dios nos escribió para contarnos la crisis que se estaba presentando con su hijo adolescente a la vez que pedía oración. La respuesta llegó, lo peor de la crisis pasó, pero el joven no se siente para nada atraído por la iglesia. La iglesia pareciera que no tiene nada que le interese. Lo mismo pasa en nuestra propia congregación. De un total posible de diez, solo tres jóvenes asisten regularmente. Y dos de ellos porque aún están bajo la autoridad de su padre, que es el pastor. ¿Qué tiene la iglesia para ellos?

El estilo tradicional de nuestras reuniones o «cultos» ha demostrado estar bastante pasado de moda. Quizá inconscientemente y para salvarnos un poco, hemos abierto una puerta anchísima a la música bailable con letra cristiana. Ahora los conciertos de los grupos cristianos son con contoneo libre y progresivo, humo artificial que inunda la plataforma con púlpito y todo, luces de colores de esas que unas se encienden mientras otras se apagan en guiños cómplices, sucesivos y alegres. Y, por supuesto, todo a media luz. El último concierto de uno de los gurús de la música cristiana en la ciudad de Miami fue con el más refinado reggeaton cristiano (menos mal que le cambiaron la letra porque, según me dicen, la típica de los reggeatones no cristianos se caracteriza por llamados reiterativos a dar gusto a los sentidos en las formas más elocuentes y específicas), el que comenzaba con el cantante estrella y descendía al estadio contagiando a todo el mundo. «¿Y usted bailó?» le preguntamos a nuestra informante. «¡Por supuesto que bailé!» nos dijo. «Si todo el mundo bailaba, ¿por qué yo no?» (¿Qué le parecería a usted si se encuentra con cincuenta mil creyentes cantando, contoneándose y bailando a ritmo de reggeaton “Al Cristo vivo sirvo” o “Más santidad dame”?) A veces pareciera que salimos de Guatemala para caer en Guatepeor.

Pero no es de esto que queremos escribir hoy. Quizás en otra oportunidad.

Hoy queremos comentar la noticia que tiene que ver con la expulsión hace algunos días de cuatro misioneras evangélicas de Marruecos, tres de ellas españolas y una alemana. Antes, sin embargo, quisiéramos ofrecer nuestros respetos más sinceros a quienes trabajan entre los musulmanes o entre los hindúes o entre los japoneses, o entre los indígenas de las selvas sudamericanas habiendo ido de América Latina o de otro país altamente cristianizado. No pretendemos en absoluto desmerecer los esfuerzos y sacrificios que hacen por insertarse en una sociedad tan diferente y llevar un poco de cariño, un poco de calor humano. Un poco de paz a quienes parecieran no tenerla, a lo menos como la concebimos nosotros.

Se expulsó a las misioneras por haber juzgado las autoridades marroquíes que estaban haciendo proselitismo; es decir, tratando de convertir del islamismo al cristianismo a algunas mujeres con las que habrían establecido algún tipo de amistad. Y eso, las autoridades no lo toleran. El Dr. Zakir Naik, un alto vocero del islamismo, expone con toda claridad su postura. Y, mal que nos pese, tenemos que encontrarle toda la razón. La entrevista se encuentra en P+D del 3l de marzo y cualquiera puede acceder a ella (video, 12 Mb)

En unos cuantos artículos pasados, escribí algo utilizando una experiencia vivida en mi juventud y que bien vale la pena repetirla aquí casi como un paréntesis ilustrativo. ¿Recuerdan a aquel grupo de muchachos estudiantes que «nos dejamos caer como paracaidistas» en la casa pastoral de nuestra iglesia en Chile, precisamente a la hora de «las once»? ¿Y recuerdan que entre nosotros iba un joven no creyente, a lo menos al estilo nuestro? ¿Y que después de comer sacó un cigarrillo y se dispuso a encenderlo y fumarlo, y que la pastora gentilmente le pidió que no fumara porque en su casa no existía esa costumbre? Pues, ¿qué habría pasado si la dueña de casa, por condescender con el visitante, le hubiera permitido fumar? Sin entrar en mayores consideraciones, habría estado violando las reglas de su casa y, de paso, abriendo la posibilidad de que esto se siguiera repitiendo e incluso se incrementara con el paso del tiempo. Y que después del cigarrillo entraran las bebidas alcohólicas, el baile tipo discoteca y quién sabe qué cosas más. ¿Estuvo bien la pastora o demostró ser demasiado intolerante o violadora de los derechos humanos?

Una de las preguntas que el entrevistador le hace al Dr. Naik es si no consideraba una violación de los derechos humanos sacar del país a aquellas misioneras. ¿Podría considerarse, repito, una violación a los derechos de aquel joven, de visita en casa ajena, pedirle que no fumara? ¿A qué extremo se habría podido llegar si el joven, con el apoyo de nosotros, hubiera insistido «en sus derechos» de fumar? Sin duda y conociendo bien a la pastora, ¡de patitas en la calle!

El Dr. Naik dice en la entrevista que ellos creen, como nosotros creemos respecto del cristianismo, que el Islam es la única religión verdadera a los ojos de Dios. Y que cualquier intento de sacar a su gente de esa fe para integrarla a otra que para ellos está equivocada, lo impiden en aras de mantener la pureza y la cohesión de lo que profesan. Nosotros defendemos la verdad. Los islamistas defienden la verdad. Los hinduistas defienden la verdad. Los mormones defienden la verdad. Todos tienen la verdad y todos la defienden y la propagan.

Como decíamos en un artículo anterior, los Estados Unidos, en un afán de condescender con las otras religiones del mundo que han venido a establecerse aquí, les ha permitido no sólo construir templos sino buscar adherentes de entre los cristianos. ¿Y cuál ha sido el resultado? Primero, el debilitamiento de nuestra fe, luego, una disminución del número de creyentes activos y finalmente, un sincretismo tan grande que pocos saben por qué creen lo que creen.

El Dr. Naik afirma que dentro de sus fronteras a los no musulmanes se les permite adorar según sus creencias pero no a hacer proselitismo. Y pone un ejemplo simple pero que no deja de tener su sabiduría. Si alguien no musulmán cree que 2+2 son 3 puede creerlo, pero no se le permitiría enseñar en las escuelas de ellos. «Personas de Europa y de Estados Unidos», dice él, «son expertos en ciencias y tecnología y los invitamos a que nos vengan a enseñar, pero en materia de religión, los expertos somos nosotros». Y porque ellos creen que el Islam es la religión verdadera, procuran que los que practican otras creencias se hagan islamistas y lleguen a practicar la religión que para ellos es la verdadera. ¿No ocurre lo mismo con nosotros? Solo hay un punto que no se puede olvidar. En Occidente, en tanto mantenemos una política permisiva hacia las demás religiones del mundo y dejamos que se difundan y se incrementen con nuevos creyentes extraídos de nuestras filas cristianas, los musulmanes no lo hacen ni lo permiten. Por lo tanto, están en su derecho de hacer lo que hicieron.

La fe cristiana debe difundirse sobre la base de los principios bíblicos que hablan del amor, de la tolerancia, de la buena voluntad y del respeto a los derechos humanos y al prójimo. Si nosotros, como ocurrió con nuestros conquistadores españoles, llegamos a un lugar atropellando, con la Biblia en una mano y con la espada en la otra, estaremos siendo pobres propagadores de una fe cuyo mensaje máximo estamos recordando precisamente en estos días con la muerte, sepultura y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree [voluntariamente, sin amenazas ni presiones ni atropellos] no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16).
 

 


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