La habitual falta de imaginación (salvo honrosas excepciones) perpetrada desde TVE (recordamos, la pública) chirría de forma escandalosa en estos días. De entrada, cuando lean este artículo estaremos ya en el punto final de una Semana Santa por la que en la tele hispana habrán desfilado (en lenta y agónica procesión, y perdón por el mal chiste) un sinfín de películas con la única premisa que aparezcan hordas de romanos ataviados con sus falditas y sus cascos con plumeros, que eso hace mucho de época de cristianos. No me he dedicado a analizar la programación a fondo, pero en una rápida visita a la previsión (que supongo que se habrá cumplido) me he encontrado con novedosas (no critico su valor cinematográfico, muy notable en varios casos) aportaciones como
Ben Hur,
Gladiator,
Cleopatra,
Quo Vadis (lo dicho, una empalagosa presencia de miles de romanos por rayo catódico cuadrado que empacharía al mismísimo Obélix) y alguna en la que salga Jesús, María o algún cristiano famoso de época.
En este caso, he localizado un film,
María, madre de Jesús, desconocido para mi, pero con ínfulas de aportar esa dosis mariana (y no me refiero al PP) y, si puede ser, algo de esas absurdas, infantiles y cíclicas polémicas sobre la condición humana de Jesús. Pero no termina ahí el despliegue de imaginación, ya que con ese laicismo tan peculiar de TVE (algunos confunden laicismo con ateísmo, cuando su objetivo debe ser el respeto a todas las creencias, aunque ese también sería otro debate), el año pasado nuestra tele (básicamente a través de La 2) ya emitió ¡una celebración diaria! durante cuatro días consecutivos, además de retransmitir procesiones y otros contenidos religiosos (entiéndase católicos). La comunidad evangélica, muy organizada ella y acostumbrada a llenar hojas de reclamaciones, ya realizó las pertinentes quejas y denuncias (añadidas a las flagrantes e históricas discriminaciones hacia las confesiones minoritarias en la programación de todo el año respecto a la, aunque sea nominalmente en muchos casos, mayoritaria).
Pues bien, para este año (aparte de las pelis de romanos como las que cantaba Sabina recordando los cines de verano), cometo la imprudencia de revisar la programación de TVE relacionada con los días festivos para comprobar como la historia se repite. En un flashback que ni los de
Perdidos, volvemos a esa reunión de programación, plagada de mentes ¿pensantes? ataviadas con camisas de palmeras o monos de esquí a la espera que el reloj marque la funcionarial hora de salida; hace falta, pues, acortar al máximo la reunión y rellenar la parrilla televisiva. ¿Cómo? Agárrense:
La misma TVE, en su web, habla de un seguimiento de los actos penitenciales para esta semana (yo pensaba que se referían a Gente o a Mira quien baila, pero no). Resulta que TVE, la pública, la de TODOS, la plural, la laica, la respetuosa, la rigurosa se enorgullece de ofrecer, palabras textuales, “una programación especial con lo más representativo de esta celebración, incluidos los actos litúrgicos oficiados por el Papa Benedicto XVI desde el Vaticano”.
Así, el menú empezó el pasado domingo con la Santa Misa, en directo, desde la Basílica de San Pedro en Roma (¡con narración de la transmisión, como si fuera un gran premio de Fórmula 1!). Ese aperitivo vino acompañado, el Jueves
Santo, del santo oficio de la Misa de la Cena del Señor desde la Catedral de las Fuerzas Armadas de Madrid, presidida por el Monseñor Arzobispo Castrense, Juan del Río. Ese mismo día, hora y media en
prime time de la Procesión de Jerez de la Frontera, para continuar al día siguiente (Viernes Santo) con la Celebración de la Pasión y Muerte del Señor, también desde el marco incomparable (en el sentido que durante toda la semana casi no te enseñan otra cosa) de la Catedral de las Fuerzas Armadas de Madrid, oficiada también por el monseñor ese castrense (durante años, como gran seguidor de Enrique Castro “Quini” en el Sporting y en el Barça, yo también me consideraba castrense, pero era un niño y me liaba con las palabras). A continuación, más procesión desde Jerez, antesala del Vía Crucis de Roma, presidido también por ese señor alemán que viste de blanco y publica encíclicas. Otro plato fuerte, ayer sábado, con la Vigilia Pascual: ¿adivinan desde qué catedral madrileña y con qué señor castrense por ahí dirigiendo el cotarro?, aunque el banquete se remata hoy mismo. Domingo de Resurrección: desde la Basílica de San Pedro, de nuevo el Papa Benedicto XVI (que sale más en TVE que Ane Igartiburu, que ya es decir) oficia la Misa de Pascua y da la bendición Urbi et Orbi. TVE hasta tiene la desfachatez de aclarar que la celebración “se ofrecerá dentro del programa de TVE
El día del Señor”, como queriendo decir que no se trata de nada extraordinario, sino que lo metemos dentro del limitado tiempo dedicado a la confesión católica. Y que conste que
no se trata de ningún ataque hacia esta confesión, sino hacia un estamento que, financiado por todos nuestros bolsillos (suena a demagogia barata, lo sé, pero real como la vida misma) opta por el camino fácil, por el de contentar a la supuesta mayoría (en España, un 76% de gente se considera católica, pero la asistencia a misa no llega al 18%), por mantener vivo, en el fondo, el espíritu franquista, que imponía el catolicismo más allá que desde el punto de vista confesional, instituyéndolo como base de nuestra cultura, como guía para dibujar en rojo unos días señalados en el calendario y salir todos a la calle en una mezcla de dolor y fiesta que ni el final de Liga del Numancia o el Espanyol. No pongo en duda la calidad ni el peso tradicional de una procesión con sus saetas, sus nazarenos y sus vírgenes ataviadas hasta el extremo (yo, no lo soporto, pero tampoco me gustan las sardanas catalanas, las isas canarias –palaba mundialmente popular gracias a los crucigramas–, los cabezudos, los sanfermines o muchas otras manifestaciones culturales populares. Y no pasa nada, son sólo gustos).
Lo criticable es que una confesión minoritaria, como la evangélica (con menos nominales y con más practicantes, eso sí), deba pelarse, negociar hasta la saciedad para conseguir que una vez al año (y gracias) se retransmita un culto por televisión; para arañar algunos minutos a un programa situado en un horario residual como es el domingo a las nueve de la mañana, o para evitar incluso que TVE restrinja esos escasos minutos para dedicarse a emitir reposiciones, arguyendo recortes de presupuesto. En fin, que si Franco se paseaba bajo palio en el No-Do, casi cuatros décadas después de su muerte nuestra televisión pública sigue abarrotando la Semana Santa televisiva de via crucis, vigilias vaticanas y castrenses, urbi et orbi (con el único aliciente de escuchar esos pocos segundos en el idioma de cada uno), procesiones, encapuchados, fervores, cirios gigantes, capuchas y vírgenes que, tranquilas el resto del año en su rincón bien encalado, ven como un ejército de descamisados (bajo los sospechosos efluvios de alguna manzanilla de más y unas horas de sueño de menos) las asaltan en plena fiebre más supersticiosa e idólatra que otra cosa. Y todo, bien rebozado, por TVE, la nuestra, la de todos.
Eso sí, si alguien quería reposar de tanta liturgia, el miércoles pudo disfrutar de la copia que TVE ha pertrechado del popular
Callejeros de Cuatro,
Comando actualidad. ¿El contenido? La originalidad y el desborde neuronal de sus guionistas no tiene precio: con el rebuscado título de
Bendita Semana Santa, se mostró un reportaje que muestra la transformación que se produce en ciudades como Zamora o Sevilla “durante esta celebración tradicional”, tal como la propia TVE detallaba. O sea, lo del caldo y las dos tazas.
Imaginen ahora al mismo Señor Jesús, mando a distancia en mano, espachurrado en su sofá y a punto de encender la tele durante estos días. Lo más sensato sería que se pillara algún DVD, que en la FNAC tienen cine negro del bueno de oferta, que de romanos, via crucis, macarenas, dolores y fariseos varios debe estar más que harto.
“Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos y lo llevaron para crucificarle” Mt. 27:30
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