En dicho escrito parte de una herramienta de análisis política, explicando el debate en términos de lucha de poder entre la derecha y la izquierda religiosas; puede ser interesante, pero no explica el auténtico meollo de la cuestión. Un análisis ingenioso puede ser interesante, pero poco útil en la realidad: a un paciente con un infarto de miocardio puede ser muy interesante a efectos de especulación académica hacerle un análisis de estudio genético, pero será perfectamente inútil para salvarle la vida.
Con su específico abordaje
M. López hace un uso corrompido de las palabras –por favor, no digo que suelte tacos– cuando coloca a la Alianza y al Consello Evanxélico de Galicia en la “derecha religiosa”, y lo hace gratuitamente, sin rigor académico, esto es, sin definir antes qué entiende por derecha religiosa ni las características que ve en estas dos entidades para decidir colocarlas bajo esa categoría. Inmediatamente da por supuesto que esa “derecha religiosa”, por serlo, es el paradigma de la falta de fraternidad cristiana, en oposición a una –tampoco definida– “izquierda religiosa”, que parece que por ser izquierda interpreta mejor que nadie la voluntad de Dios para Su Iglesia. Aplicar criterios políticos a este debate sólo sirve para caricaturizar las posturas, no para aclararlas y confrontarlas con rigor.
Tengo además un problema para aceptar este método de análisis: conozco a muchos miembros de la Alianza que tienen decididas afinidades políticas de izquierdas(1), lo cual me hace dudar de la exactitud del discurso de M. López. La clave está en que todos ellos anteponen su fe a su filiación política, y así a algunos de ellos, militantes del PSOE, les he visto condenar sin temor políticas concretas del actual gobierno porque contradicen elementos clave de nuestra fe; esto debe de chocar mucho a M. López, a quien en los años que le conozco jamás le he visto hacer lo mismo, lo que sugiere que su perspectiva personal del cristianismo y de la política socialista coinciden al 100% con el beneplácito del Señor. Para él puede ser fácil acusar a estos hermanos de inconsistencia política, pero otros pueden pensar de él que su actitud es seguidista; personalmente creo que estos hermanos tienen criterios bíblicos claros, a los que no están dispuestos a renunciar por una ideología política, aunque simpaticen con ella, tienen una mente libre, están dispuestos a pagar un precio por su coherencia intelectual y espiritual, “compran la verdad y no la venden”(2).
Por otra parte, no comprendo cómo M. López, desde su carácter tan contestatario (para mí, felizmente contestatario, aunque me condene a galeras), no es capaz de comprender que estos creyentes anteponen su fe a su credo político. Lo que les define de verdad no es su posición política, sino su sometimiento a la soberanía de Dios, como la Biblia enseña y Calvino nos recordó.
Por todo ello me parece profundamente irrelevante el análisis de M. López, porque si quiere analizar la posición de los miembros de la Alianza no vale de nada el método de la filiación izquierda/derecha religiosas, sino el estudio de sus convicciones y prácticas de fe. Y aún si olvidamos la adscripción para-política, pero seguimos identificando derecha religiosa con “conservadurismo” e izquierda religiosa con “progresismo”, la clasificación sigue siendo poco útil porque responde a clichés dogmáticos: ¿qué razón seria hay, así, para identificar, como se suele hacer, defensa de la objeción de conciencia con conservadurismo y teología liberal con progresismo? Mucho menos nos puede servir para etiquetar inexorablemente a estos últimos como fieles creyentes y a los primeros como carnales fariseos. ¿Pertenecieron Lutero y Calvino a la derecha o a la izquierda religiosa? Fueron profundamente renovadores, por lo que serían calificados de izquierda, pero volvieron a la fidelidad a la raíz inicial del cristianismo, por lo que fueron sin duda de derecha. Desde luego, hoy, quienes más genuinamente representan los principios de la Reforma son esos que M. López llama “derecha religiosa evangelical”, por su fidelidad insobornable a la Sola Escritura, frente a quienes él reconoce como “izquierda religiosa”, que someten la revelación bíblica a las ideologías en boga en cada momento y situación histórica, interpretándola según los principios alegóricos medievales recuperados por la hermenéutica postmoderna que consiguen que la Biblia diga lo que a cada cual le conviene según las modas sociológicas y teológicas del momento; un “derechoso” apelaba así a esta “izquierda”: “
Pueden aparecer como grandes especulaciones por gentes muy versadas, pero sólo sirven, por así decirlo, para enterrar a Dios […] Que se sientan contentos y completos con afirmar la sencillez del Evangelio […] Que se contenten con esto, y no busquen, como algunos hacen, el acomodo social […] los que se entregan de este modo a obtener el crédito del mundo, no eliminan de golpe al principio la verdad de Dios, pero con sus mezclas, sin embargo, hacen que la Palabra de Dios no muestre su majestad”; esto decía un “derechoso evangelical”: Juan Calvino(3).
Finalmente, clasificar derecha/izquierda según la postura ante el ecumenismo tampoco aporta un análisis realista ni útil, y menos si se hace con escaso rigor, como veremos que hace M. López.
¿QUÉ PROPUSO REALMENTE EL CONSELLO EVANXÉLICO DE GALICIA?
Cualquiera que lea el artículo de M. López diría que en la Plenaria de la FEREDE se produjo un intenso debate en el que la Alianza lideró una posición reaccionaria. Pues pásmense, porque la Alianza ni habló de este tema en la Plenaria; quien presentó una posición definida fue el Consello Evanxélico de Galicia, pero M. López, para dar una mínima coherencia a su razonamiento, ventila el tema diciendo que este Consello es una “entidad sucursalista de la órbita ideológica de la AEE”; esto es una descalificación gratuita del Consello que no me voy a molestar en contestar; basta decir que
la mayoría de los miembros del Consello no tiene ningún tipo de vínculo personal con la Alianza.
Pero ¿qué propuso el Consello Evanxélico? Tampoco lo descubrirán en el artículo de M. López, ¿y acaso no sería lo correcto describirlo antes de criticarlo? Pues la iniciativa del Consello –que acordó su Xunta Directiva por ecuménica unanimidad– pretendió: a) que se ofreciese una información pertinente a las iglesias antes de que sus representantes decidiesen el voto
b) que se recordase que la incorporación a una entidad ecuménica es exclusiva competencia de las iglesias y denominaciones, y no de la FEREDE, algo que ya la propia FEREDE en su solicitud a la Conferencia Europea de Iglesias (KEK) reconoce diciendo que en este terreno las iglesias en España tienen posturas diferenciadas; por eso no es justo que ninguna iglesia o denominación tenga que asumir una posición votada mayoritariamente que contradiga su particular postura al respecto.
En cuanto a la primera propuesta, si queremos que la FEREDE nos represente bien a todos, hemos de buscar que en lo posible todos apoyemos sus iniciativas con plena identificación, y para ello hay que mejorar aún mucho el flujo de información entre nuestros representantes y las iglesias, evitando la práctica de “si no decís nada en contra, votaremos a favor”.
El escrito del Consello ayudó a que algunos de nuestros representantes enviaron amplia información después de que fuese difundido, en respuesta a él, por lo que sin duda fue útil la iniciativa del Consello. La delegación de voto en nuestros representantes no debe ser ciega, no debemos desentendernos de las implicaciones de su voto en nuestra delegación de la representatividad, sino que debe ser fruto de una información transparente, exhaustiva y ofrecida con antelación suficiente para el debate y la reflexión.
A todos nos interesa que lo que se vote sea no sólo respetado, sino asumido con convicción. Este objetivo que plantea el Consello Evanxélico no debería ser criticado, porque en realidad refuerza la representatividad y autoridad moral de la FEREDE, algo que a todos nos interesa y, si se me permite, es progresista y fiel al más puro espíritu de la democracia.
En cuanto a la segunda propuesta,
hay que evitar el riesgo de que la FEREDE se nos convierta en una Conferencia Episcopal. Aprecio y apoyo los esfuerzos sinceros de sus dirigentes de convertir a la FEREDE en un instrumento de cohesión del protestantismo, pero hay terrenos que no debemos invadir porque corresponden a la competencia exclusiva de las iglesias, y pretender uniformizarnos en ellos (por ejemplo, en la estrategia ecuménica) por la simple vía de las mayorías de votos, puede generar innecesarias tensiones centrífugas y desintegradoras.
Así que el meollo de la cuestión no está en si entramos en una u otra organización ecuménica, ni en calidad de qué lo hacemos: está en reconocer que esta decisión debe quedar reservada a cada iglesia o denominación, y así se debe respetar; es coherente con nuestra identidad protestante, respetuosa de la unidad en la diversidad.
¿QUÉ ECUMENISMO?
M. López plantea el debate en términos de ecumenismo sí o no; insistimos en que el Consello considera que lo fundamental no es esto, sino definir de quién es la competencia de establecer relaciones con una organización ecuménica. La postura del Consello no es antiecuménica, sino llama la atención sobre el tipo específico de ecumenismo representado por la KEK, vinculado al pacto con la Iglesia Católica, y así señala específicamente la Carta Ecuménica que la KEK firmó con la Conferencia Episcopal Europea católica, en la que, entre otras cosas, ambas entidades se comprometen a pactar sus planes propios de evangelización para no hacer competencia entre católicos y protestantes; de asumirlo, casi no podríamos evangelizar en España. M. López cita a Chalmers(4) y parecería que éste fue un promotor de este tipo de ecumenismo; al contrario, él promovió el ecumenismo que a la inmensa mayoría de nosotros nos interesa: el que se produce entre los evangélicos, no con la Iglesia de Roma; de hecho, en 1843 un objetivo fundamental del ecumenismo protestante era la defensa de las minorías evangélicas frente a la opresión ejercida por el catolicismo, como hizo la Alianza Evangélica poco después con Matamoros y sus compañeros. Uno de aquellos precursores decía:
“Sálvanos, Señor, de la desviación, para que no participemos de la perdición que se merece la Apostasía. Sostenemos que la usurpación de Roma está claramente al descubierto, y por tanto mantengamos las distancias y perseveremos en nuestra decidida protesta contra sus abominaciones”.
Sin duda, M. López sabe de quién estamos hablando, de alguien a quien no dudaría en definir como un recalcitrante afiliado a la “derecha religiosa” antiecuménica. ¿Sí? ¡Vaya! Se trata de su admirado Chalmers, en su comentario a 2Tes.
La oración de Jesús por la unidad en Jn 17 no une a todos indiscriminadamente, sino a los que “no son del mundo”(5), y, aunque sabemos que entre los católicos hay miembros de la Iglesia invisible universal de Cristo, la Iglesia Católica visible es definitivamente “del mundo”. El ecumenismo no surge históricamente como un diálogo con Roma, sino como un diálogo entre protestantes; fue sólo mucho después que el Consejo Mundial de Iglesias quiso ampliarlo al entendimiento con la Iglesia Católica, y esto explica por qué la inmensa mayoría de los evangélicos en este país no apoyamos su neo-ecumenismo; apoyamos el primero, no este último.
Es reduccionismo manipulador decir que Alianza y Consello somos antiecuménicos; no es cierto: somos decididamente ecuménicos, como lo prueba la plural composición de nuestras membresías, pero reforzamos nuestro ecumenismo en la verdad bíblica, no lo construimos a costa de ella(6).
M. López comete finalmente un grave error de estrategia política; dice: “
Tendrían que haber peleado por que la entidad que nos representa a todos esté en los foros internacionales naturales: la Conferencia Europea de Iglesias primeramente, y acto seguido el Consejo Mundial de Iglesias”.
Está claro; que todos se enteren de esto. Flaco favor les ha hecho a los promotores de nuestra integración como entidad asociada a la KEK; a partir de ahora deberán explicar además que no pretenden con ello dar el primer paso para acabar en el Consejo Mundial de Iglesias.
M. López se lo ha puesto difícil. Por mi parte, en ese caso la respuesta es clara: quien quiera entrar, que entre, pero que no nos meta a los demás.
MÁS INFORMACIÓN
Pueden leer aquí el
artículo completo de Manuel López, motivo de esta réplica
También les ofrecemos las
noticias:
-
Culpan a la `derecha religiosa´ de posponer la entrada de la Federación Evangélica (FEREDE) en la KEK
- y Consello Evanxélico Galego: contrario a que entre la Federación Evangélica (Ferede) en la Conferencia de Iglesias Europeas
1) Pido disculpas a estos hermanos por esta atrevida indiscreción mía.
2) Pr 23:23
3) CALVINO, J. Conservando con fidelidad la Santa Escritura, sermón 54 sobre 1Ti 6 (Traducción de Emilio Monjo en “Tu Reino”, Ed. Iglesia Presbiteriana Reformada, Sevilla, nº 13, 2006, pp. 53-64).
4) En el número 2-1996 de Idea, revista de la AEE, con motivo del 150 aniversario de la creación de la Alianza Evangélica en Londres (1846), se hace referencia a Thomas Chalmers como “padre fundador” de la Alianza. Lo mismo sucede en el cuaderno de José M. Martínez, “La Alianza Evangélica, nexo de unidad cristiana”, editado por la AEE en Barcelona en 2002. Esto desmiente lo que dice M. López: “En España, Thomas Chalmers sigue siendo una figura desconocida. La derecha religiosa que monopoliza la Alianza Evangélica Española (AEE) ignora por completo ¡¡¡la memoria de su propio fundador!!!”
5) José Grau nos ayuda a clarificar la situación: “La oración que Jesucristo eleva al Padre a favor de la unión de sus discípulos nos indica, al mismo tiempo, sin lugar a dudas, quiénes son realmente sus discípulos: los que recibieron su Palabra, los que la guardaron y los que han creído y han llegado a un conocimiento verdadero de Cristo por su Palabra. Por éstos intercedió el Salvador. Por nadie más que estos”. “No son los que por mero azar han nacido en determinado país, o pertenecen a una raza, como tampoco aquellos que simplemente son miembros de una iglesia visible determinada. Son aquellos que reciben la palabra de Cristo, su enseñanza y muy particularmente su enseñanza sobre Cristo. Saben quién es Cristo, que ha sido enviado por el Padre, y que ha sido enviado para hacer la gran obra de su salvación. Estos han creído y han recibido su Palabra”, nos dice Martin Lloyd-Jones.
6) La Alianza Evangélica siempre ha sostenido que el precio de la unidad tiene un nombre: la verdad. Por eso el problema del ecumenismo es el problema de la verdad, y, en consecuencia, si debemos renunciar a ella o parte de ella para conseguir la unidad. Esta reflexión llevó a Martin Lloyd-Jones a afirmar que “el verdadero escándalo de la Iglesia no es el de la falta de unidad, sino el de la apostasía. Por ella es incapaz de dar fiel testimonio al mundo”. Por tanto, hay división de la Iglesia allí donde hay infidelidad a su Palabra.
En la misma línea el Dr. Franz Hildebrandt decía que “el escándalo de nuestras divisiones no es, como machaconamente se nos quiere hacer creer, la simple existencia de denominaciones separadas (...) El verdadero escándalo, el que se produce en todas las denominaciones y dentro de cada grupo cristiano, es la ausencia del Evangelio en los púlpitos, la nota incierta que da nuestra trompeta en el momento de la batalla, el caos de voces en conflicto que hacen imposible al hombre común escuchar lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
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