John Connolly, el autor, es irlandés, aunque su protagonista, Charlie Parker (al que llaman
Bird) vive en Maine, lo más al Norte posible en los Estados Unidos. Se presentaron al mundo un día de 1999 con
Todo lo que muere. Después vinieron
El poder de las tinieblas (2000),
Perfil asesino (2001),
El camino blanco (2002),
El ángel negro (2005) y
Los atormentados (2007). Aún hay otras dos novelas de la saga no editadas en castellano, pero llegarán, seguro. Aquí en España sus seguidores todavía somos anónimos, pero constantes. Y yo, que tendría que escribir este artículo con la seguridad que da hablar de lo cercano, llevo ya seis intentos y no sé ni por dónde empezar. Así que he pedido consejo.
He acudido al que me los presentó, a John Connolly y a Charlie Parker. Mi marido siempre anda dándome la brasa con toda esa cantidad de obras que
aún no conozco y que
debería leer. Pasó con
A sangre fría (1966) de Truman Capote, y me dejó sin aliento. Igual hace con el cine, y con la música. Pero siempre tiene razón (el muy pesado). En cuanto a la música, llevo años que solamente escucho lo que pasa por su filtro, porque sé que será bueno. Sé que suena a vaguería, y en fin, lo es, sin lugar a dudas, pero vaguería justificada en nombre de la cultura. Él me dio dos consejos. El primero, me señaló con el dedo una de sus citas favoritas de la obra, aquella que le paralizó y le hizo creer que se encontraba ante algo especial. Pertenece al final de
El ángel negro:
“Pero recuerde: para ser perdonado tiene que creer en la posibilidad del perdón, tiene que pedirlo, y le será concedido. ¿Lo entiende?”.
El segundo, que sea sincera y directa, y que si no sé qué decir, que hable de por qué me gusta John Connolly. Así que he hecho una lista:
- Me encanta la obra de Charlie Parker precisamente por esa pequeña cita de arriba. Porque lo más asombroso es que es novela policiaca, ya se sabe, novela negra, con callejones oscuros, y tiroteos, y detectives problemáticos en bares, pero todo eso es una excusa para poder hablar de los remordimientos y del perdón. Toda la obra gira en torno a una pequeña y poderosa palabra: expiación.
- Porque es una obra literaria, hecha con un afán literario, y no una simple narración que igual pudiera haber sido un guión de cine o el argumento de una serie de televisión. Es una novela, cuya estructura y funcionalidad solamente está justificada por la literatura.
- Porque consigue crear una atmósfera mágica convirtiendo el paisaje en un personaje más, orgánico, vivo, que evoluciona igual que los personajes humanos: los bosques, los arroyos, las cuevas, las estaciones, las horas del día, la nieve acumulada en los coches durante la noche… están ahí presentes mucho más allá que para enmarcar el cuadro. Son una parte imprescindible de la narración. John Connolly es de los pocos escritores capaces de hacerte leer seis páginas seguidas de descripción de un bosque sin que te des cuenta. Es más, casi podrás llegar a oler la tierra mojada de otoño.
- Porque le coges cariño a Charlie Parker. Es un héroe raro, más allá de la típica etiqueta del antihéroe. Te identificas con su sufrimiento, entiendes y haces tuya su necesidad de misericordia y, a la vez, lo difícil que le resulta pedir perdón. Te pones en su lugar y así, sin quererlo, el autor consigue que cada uno se plantee su propia redención.
- Porque Charlie Parker tiene la capacidad de ver a los muertos, y éstos se comunican con él. Pero las apariciones no son como en las películas, no esclarecen nada. No ayudan a despejar incógnitas. A él, por el contrario, le estresan, le agobian y le crean más dudas.
- Porque la obra entera, en sí, está hecha para abrir puertas, sembrar dudas razonables, y no solucionar ninguna. No da motivos, ni explicaciones. Se dedica a hablar, sencillamente, de lo complicado que es el mundo en que vivimos, y lo precioso que es el don de la gracia divina cuando se tiene.
- Porque John Connolly es católico, y aunque (en teoría) haya pocas cosas que nos unan a los evangélicos y a los católicos, yo puedo ver que a través de lo que él escribe ha conseguido que la gente se acerque al mismo Dios a plantearle sus dudas. Y eso es todo un ejemplo de cómo la literatura no es una justificación para el evangelismo, ni viceversa, sino que la vida de un autor se refleja en su obra, y ese es el mejor testimonio de todos.
Y a mí todo eso me encanta.
Sé que no es una crítica al uso, pero no se me ocurrió otra mejor. Hay algo emocional y cercano que me une a estas novelas, que a veces creo que fueron escritas solamente para que yo las disfrutara. Están hechas a mi medida. Nadie tiene derecho a decir, después de John Connolly, que el género de misterio, policiaco o de terror, es algo de segunda categoría. Nunca más.
Yo, al menos, como humilde lectora, encuentro muchas más verdades, y mucha más inspiración en estas historias que esos pretendidos relatos realistas que solamente buscan conmover y crear una opinión. A mí, personalmente, me encantan las dudas que plantea la literatura de misterio, irresolubles, como el aceite y el agua. Como las raíces cuadradas. Como la vida y la muerte.
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