Hago un paréntesis, rogando las disculpas del respetable. Cuando era un muchacho de unos diecisiete años, llegó a nuestra casa el primer receptor de radio: un pequeño aparato marca RCAVictor con caja de baquelita comprado con no poco sacrificio por mi padre. (Unos veinte años después habría de llegar la televisión a Chile.) En las tardes del verano, acostumbraba darme de cuando en cuando baños de sol en el jardín interior de nuestra casa. Por aquellos años, nadie pensaba en los receptores a batería… corrijo. Yo pensaba en el día cuando se inventaría un receptor que, sin tener que permanecer conectado al tomacorriente de la casa, pudiera llevarlo conmigo y escuchar, bajo el sol abrasador del estío, las transmisiones clásicas de Radio El Sodre, de Montevideo, Uruguay, que varios muchachos acostumbrábamos disfrutar en un receptor de onda corta propiedad de un amigo más afortunado.
Han pasado los años y la tecnología no se cansa de abrumarnos con inventos más y más impresionantes. En estos momentos, febrero de 2009, cuando, sentado a mi computadora, escribo mi artículo semanal para la revista Protestante Digital, abro, como la cosa más natural del mundo, YouTube, busco a Demis Russos y veo/escucho la versión más impresionante de «Zorba, el griego», cerrando con «Morir al lado de mi amor». A propósito de este tema, alguien escribió un comentario en el que dice: «La mejor canción de Demis Russos. Para quien esto escribe, una de las mejores canciones de amor de todos los tiempos, pasados, presentes y futuros. Estamos ante lo que se puede calificar de la "canción perfecta": magnífica letra, excelente música, interpretación impresionante, arreglos extraordinarios... todo se conjuga para que el genial Demis Roussos consiguiese la canción de su vida. Una joya» que usted, querido amigo lector, puede ver y oir aquí: «
Morir al lado de mi amor»; y al final de este artículo encontrará también la letra. (*)
Decía que nuestros jóvenes no leen. Ni nuestros niños. Y que nosotros los mayores, y particularmente la iglesia, hacemos muy poco o nada por incentivar en ellos el amor por los libros. Vemos a nuestros muchachos buscando «divertirse» con emociones fuertes y aventuras peligrosas que con mayor frecuencia cada día terminan con ellos fracasados antes de comenzar a vivir, en la cárcel o sumidos en las oscuridades de las drogas. Y a nuestras niñas y muchachitas sentadas por horas frente al televisor, extasiadas con las telenovelas y los programas frívolos etiquetados como de entretenimiento sano que están en la gran mayoría de los canales para, de pronto, salir corriendo tras las quimeras que cuando las alcanzan descubren que en lugar de la alegría que se les ha prometido, les ofrecen dolor, llanto, frustraciones y, en muchos casos, embarazos no deseados. Y abortos. Y gobiernos preocupados. Y a los líderes de nuestras iglesias mesándose los cabellos mientras se preguntan, estupefactos: «¡Qué pasa con nuestra juventud!»
En la Asociación Latinoamericana de Escritores Cristianos, ALEC, sí estamos preocupados. Y tenemos entre nuestros planes el propósito de seguir rompiendo lanzas, ahora en esta empresa que, como las otras que acostumbramos emprender, parece algo imposible.
Como lo he confesado en otro artículo que he escrito, respecto de mi vida Dios fue dando pasos sutiles pero concretos y específicos para hacer de mí lo que ahora soy: un soñador que cree que es posible formar escritores cristianos que produzcan en y desde nuestra amada lengua castellana (o hispana, si usted quiere) literatura de excelencia que entretenga, eduque y bendiga.
A los 14 años, se me encargó la administración de la biblioteca de la Liga de Jóvenes «Heraldos del Divino Maestro» de mi iglesia. Aquella encomienda me marcó para siempre. Aprendí a amar los libros al punto que, junto con la música, no los he dejado hasta ahora, ni los dejaré mientras viva.
Si bien en ALEC aun no atacamos frontalmente el asunto, ya hemos comenzado haciendo algo que confiamos que dará sus frutos. Quizás no abundantes ni copiosos (abundante y copioso son sinónimos, pero los uso igual, como para reforzar la idea) pero que en algún momento se harán notar en nuestra sociedad hispanoamericana. La literatura que estamos produciendo está orientada, en sus temas y estilo, a nuestra juventud. Con ella estamos procurando poner en sus manos historias atractivas con la menor cantidad posible de terminología cristiana aunque llevando entre sus líneas el mensaje del amor de Dios. Estamos satisfechos con lo que hemos logrado hasta ahora. Y nuestra decisión es mantenernos en esta línea temática.
Pero hay algo más
. Estamos empeñados en alentar a nuestras iglesias cristianas en Hispanoamérica a establecer sus propias bibliotecas para niños y jóvenes. Para comenzar, les estamos ofreciendo una colección de nuestros libros. A la misma vez, nos hemos dado a la tarea de encontrar patrocinadores que compartan con nosotros la idea y estén dispuestos a hacer un aporte dentro de sus posibilidades, ya sea ayudando a financiar los libros que se donarán como aporte inicial o, como sería el caso de las editoriales cristianas que publican en español, donando su propia colección de libros.
También ofreceremos asesoría en asuntos de logística, de modo que la iniciativa no se frustre por una dirección inadecuada.
Si bien ALEC ya está trabajando en el sentido señalado, será en la Cumbre a efectuarse en noviembre próximo en la ciudad de Miami donde se dará carácter de iniciativa oficial al establecimiento de bibliotecas para niños y jóvenes (sin exceptuar, por supuesto, a las personas mayores).
Por este medio y a través de este artículo, estamos extendiendo una invitación a pastores y/o líderes juveniles de nuestras iglesias en Norte, Centro y Sur América y España a que nos escriban exponiendo su deseo de establecer una biblioteca dentro del plan elaborado por ALEC.
Y ahora, deleitémonos leyendo la letra de Demis Russos (nacido el 15 de junio de 1947 en Alexandria, Egipto, de padres griegos: ella, cantante; y él, guitarrista clásico e ingeniero).
Morir al lado de mi amor (Demis Rusos)
Si tengo que morir,
querré que estés ahí.
Sé que tanto amor
me ayudará a descender
al más allá.
Entonces diré adiós
sin miedo y sin dolor
en la soledad reviviré
los años de felicidad.
Para cruzar el umbral
no deseo nada más.
Acariciado por tu voz,
morir al lado de mi amor.
Me dormiré mirándote.
El tiempo que pasó
jamás nos separó.
Él nos unirá en un rincón profundo
de la eternidad.
A la hora del final
sólo quiero tu mirar
con tu perfume alrededor.
Morir al lado de mi amor,
me dormiré mirándote.
Para cruzar el umbral
no deseo nada más.
Acariciado por tu voz,
morir al lado de mi amor.
Y dormiré mirándote.
(*) En la Biblia tenemos el capítulo del amor, 1 Corintios 13 pero hasta donde llega mi conocimiento, no ha surgido aún una composición musical a la altura de la belleza de la lírica de este trozo admirable de la Palabra de Dios.
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