Como muchos jóvenes nacidos en un hogar evangélico, Sergio
experimentó un vacío en su vida ya que sentía que la Iglesia no estaba satisfaciendo sus inquietudes y buscó en la música llenar ese hueco que sentía. Sin embargo pronto se dio cuenta que seguía igual de insatisfecho, ya que no estaba conduciendo su vida conforme a lo que le habían inculcado en el hogar. Las oraciones de sus padres lograron que pudiera volver a casa y a la Iglesia local donde
el Señor tenía preparada la experiencia que le traería un nuevo nacimiento y que vendría a cambiar la idea que tenía de la vida cristiana. Hasta antes de su encuentro personal con el Señor, Sergio solamente repetía ciertos ritos religiosos, pero cuando acepto a Jesús como Señor y Salvador comprobó que en Cristo hay vida en abundancia.
Ya integrado en la Iglesia local, a principios de la década de los setentas del siglo XX, empezó a participar activamente usando la música para tratar de animar a los jóvenes que estaban desanimados de la misma manera que él estuvo y sin una experiencia real de lo que significaba seguir a Cristo.
Pudo ver que Dios le estaba hablando fuertemente para usar la música contemporánea. Pronto se daría cuenta que lo que el Señor le estaba moviendo a hacer no sería aceptado por la iglesias evangélicas, ya que junto con sus hermanos estaba interpretando cantos con música rock. Al poco tiempo empezó a ser atacado y reprendido para dejar esa idea de interpretar música para Dios con instrumentos “mundanos”. Esta incomprensión de sus hermanos y hermanas en la fe le ocasionó gran tristeza. A pesar de todo nunca decayó su entusiasmo, ya que había entendido que Dios le estaba llamando a desarrollar algo distinto para alcanzar a la juventud con el Evangelio.
Fue así que con el respaldo de su padre y juntamente con sus hermanos carnales Roberto, David y Abel
iniciaron lo que vino a ser el grupo La Tierra Prometida. Las críticas y ataques continuaron, hubo acusaciones muy duras hacia el naciente ministerio. Los templos se les cerraron, pero como ha sucedido en la historia de la Iglesia cristiana se abrieron otros espacios insospechados. Por su compromiso con la Iglesia del Nazareno, Sergio sabía bien la historia de John Wesley, siglo XVIII, a quien el
establishment religioso inglés expulsó por cometer la osadía de predicar al pueblo en lugares como tabernas, fábricas y plazas públicas.
Las circunstancias llevaron a que La Tierra Prometida interpretara su música en casas, en plazas, escuelas, teatros, cárceles y barrios.
Con tristeza Sergio y el grupo veían que en ese tiempo las iglesias cristianas evangélicas, lejos de entender el impacto que Dios estaba haciendo con este trabajo, se empeñaban en tratar de desacreditarlo argumentando cosas tales como que tocaban ritmos mundanos, que lo hacían con instrumentos del diablo, que Dios nunca aprobaría el rock y que no era posible que los jóvenes pudieran conocer a Jesús con este medio.
Son innumerables las historias de oposición que podrían contarse. La cerrazón mostraba que la mayoría de las iglesias estaban ancladas a épocas gloriosas pero pasadas. Les costaba mucho ponerse al día y llegar con el Evangelio a las multitudes que no tenían pastor, y hacerlo mediante formas nuevas y hasta entonces inconcebibles.
Era evidente que en muchos casos las iglesias no estaban preparadas para suplir necesidades de la gente, y sobre todo de los jóvenes. Pero el Espíritu del Señor sí se estaba moviendo. Por aquellos años pequeños núcleos estaban presentando el mensaje redentor de Jesús a la juventud, lo hacían con mucha vitalidad y también, como
La Tierra Prometida, usando música rock en cafés cristianos como “Sólo Uno” y “La Casa de Él”, en el Distrito Federal. En estos lugares tocaron grupos pioneros como
Armagedón, One Way,
Antes que todo,
Fe y Razón y, por supuesto,
La Tierra Prometida. También hay que incluir al grupo
La Generación de Jesús, de Monterrey, Nuevo León. Hubo festivales al aire libre, en los cuales se proclamó la Palabra y muchos creyeron.
La música rock y tocarla en lugares donde las formas tradicionales de las iglesias evangélicas no llegaban, trajo resultados sorprendentes y buenos para la causa del Evangelio. Se estaba demostrando que cuando hay compromiso con el Señor, Él se encarga de lo demás, y lo hace de formas milagrosas. Muchos adolescentes y jóvenes atrapados en la drogadicción conocieron al Señor en conciertos rockeros cristianos. Organismos de acción social se abrieron al ministerio de
La Tierra Prometida, lo mismo que festivales seculares organizados por Difusión Cultural del Distrito Federal (en la isleta del Lago de Chapultepec), la Dirección General de Reclusorios, tocadas en escuelas y universidades.
Poco a poco algunas iglesias evangélicas con visión empezaron a solicitar los conciertos evangelísticos de LTP. En varios estados de la República hubo presentaciones en programas seculares de TV. Incluso en iglesias católicas tuvieron espacios los conciertos. Era muy conmovedor ver lo que Dios estaba y sigue haciendo con los jóvenes al ser confrontados con el Evangelio, dejando drogas, alcohol, violencia y ser testigos del poder de Jesucristo.
A través de los años
LTP ha viajado por todo México y varios países. Este ministerio fue precursor, junto con los grupos antes mencionados, y otros, en la realización de grabaciones, desde las primeras en acetato, después en casetes y hasta los discos compactos, que tenían un alcance pequeño pero que definitivamente abrieron el camino en México para la música contemporánea en las iglesias cristianas a finales de las décadas de los setentas y principios de los ochentas del siglo pasado. La extensa trayectoria de
La Tierra Prometida ha podido confirmar que Dios usa los instrumentos que Él quiere, los capacita y los respalda. Grandes han sido sus bendiciones, ya que les ha dado el privilegio y encargo de motivar miles de jóvenes para dedicar sus talentos a Dios y sobre todo a ganar a los perdidos para su Reino. Han comprobado, así nos lo confía Sergio, lo que dice el hermoso y viejo himno: “¡Grande es su fidelidad!”
Las cuatro décadas de LTP son un testimonio vivo de que Dios no se equivoca. Los instrumentos y ritmos que la mayoría de las congregaciones condenaron y afirmaron que no tendrían éxito en la evangelización y alabanza, hoy son usados por un gran número de iglesias, tal vez por la mayoría. Es necesario recordar que esto tuvo costos, que fue necesario perseverar, estar dispuestos a padecer penurias económicas, incluso sufrir acusaciones sin fundamentos y hasta recibir dolorosas ofensas. Pero ha valido la pena, porque había la convicción de que El Señor había llamado a
La Tierra Prometida para ir a donde otros no estaban dispuestos a entrar.
Entrevistado para esta semblanza, Sergio Moreno compartió con sincera emoción algunos frutos de lo sembrado durante el ministerio de La Tierra Prometida: “Alabamos al Señor porque no sólo ha provisto de músicos sino también de siervos, de los cuales por lo menos veinte que han estado en este equipo hoy son pastores”. No cabe duda de que a Dios le plació usar a aquellos rockeros de largas cabelleras y estrafalarias vestimentas para mover corazones y abrir nuevas perspectivas para la evangelización y el discipulado.
Para concluir, Sergio Moreno quiso que quedara asentado que su esposa Joyce ha sido de invaluable apoyo para la continuidad de
La Tierra Prometida. La pareja tiene tres hijos, que sirven al Señor con sus dones en el terreno musical, sus nombres son: Sergio Carlos, Christy Joyce y Daniel Ronald.
La discografía del grupo es larga. Del primer rock que interpretaban, pasaron con los años a tocar heavy metal. A La Tierra Prometida la componen actualmente Sergio Velasco, Josué Jiménez, Juan Carlos Morgado, Israel Ramírez y su fundador: Sergio Moreno.
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