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¡Salute, concertino!

Aunque el simil no es perfecto, de todos modos sirve al propósito. Ayer, lunes 5 de enero de 2009, saludé a nuestro concertino. Y al saludarlo a él, saludé a toda la orquesta.
EL ESCRIBIDOR AUTOR Eugenio Orellana 10 DE ENERO DE 2009 23:00 h

Quienes están al tanto de este ritual practicado desde hace ya varios siglos por las orquestas sinfónicas de todo el mundo quizá piensen que la explicación sea irrelevante. Pero para quienes no lo saben, cabe una breve nota sobre esta tradición.

Antes de iniciar un concierto y una vez concluido, el director se dirige al primer violín, que ocupa, precisamente, el primer lugar en la fila de los primeros violines y lo saluda con un apretón de mano. El primer violín, o concertino (se pronuncia conchertino) responde al saludo con seguridad, respeto y, generalmente, con una leve inclinación de cabeza.

Es un acto que no dura más de un minuto pero que encierra un significado muy claro y loable. Luego de este saludo, director y orquesta se aprestan a dar inicio al concierto o, como ocurre cuando concluye la interpretación de la obra, a recibir los aplausos y felicitaciones correspondientes.

¿Qué significado tiene el saludo al primer violín de la orquesta? Antes de explicarlo, digamos que nadie llega a esa posición si no tiene los méritos de calidad suficientes y no trabaja duro para lograrlo. El primer violín es el segundo hombre en importancia después del director. Cuando la orquesta se prepara afinando sus instrumentos antes que haga su aparición el director, es el primer violín el que funge como tal. Ahora bien. El saludo del director o del solista a este músico destacado representa un saludo a toda la orquesta. Es decir: cuando se extiende la mano al concertino, se está extendiendo simbólicamente la mano a todos y cada uno de los músicos. Es una forma elegante y sicológicamente apropiada para dar vida a obras musicales que requieren de un entendimiento emocional y una unidad que va más allá de simplemente sentarse juntos, uno al lado del otro y hacer sonar los instrumentos al unísono.

Como digo, el lunes 5 de enero no solo le di la mano al concertino de la gran orquesta de escritores cristianos de habla española, el madrileño César Vidal, sino que me saqué el sombrero ante él, en una actitud de humildad, respeto y admiración.

Nuestro encuentro fue providencial, y el rato que pasamos juntos, inspirador.

Hacía solo unos días le había escrito, invitándole a que fuera uno de los participantes de la Cumbre de ALEC, del 16 al 23 de noviembre de este año en la ciudad de Miami. Mientras esperaba su respuesta, cosa que medio hacía con los dedos cruzados, entré a la Internet para saber un poco más de él. En dos días tenía en mi buzón su contestación. Me decía, textualmente: «El 3 de enero estaré llegando a Miami por la tarde. Ubíqueme en… (me da un nombre y un teléfono) y quizás tendríamos tiempo para tomarnos un café. Por supuesto, estaré encantado de asistir al congreso y servirles en lo que sea necesario», etc., etc. De inmediato escribí a un grupo selecto de profesores y líderes de ALEC solicitándoles ideas para confeccionar una agenda acorde con la importancia del visitante.

Una vez instalados en mi oficina, analizamos brevemente lo que a nuestro juicio sería lo más beneficioso para la gente de ALEC. Hablamos de la conveniencia de un par de conversatorios en los que expusiera, usando su propia experiencia como ejemplo, el periplo de un escritor cristiano navegando por aguas seculares muchas de ellas plagadas de tiburones. Porque el nombre de César Vidal tiene, casi diríamos sin temor a equivocarnos, más resonancia entre las editoriales no cristianas que en éstas. Y, por ende, entre el público lector no militante que entre nosotros, los «religiosos con carnet». Se mostró, digo, complacido por la agenda en preparación, particularmente en lo que se relaciona con él. Pero también manifestó su acuerdo con algunos de los elementos que conforman la base filosófica de ALEC. Respecto de esto último, mencionamos casi a la carrera unos cuantos, y coincidió con nosotros en la necesidad de ser más selectivos a la hora de incorporar prospectos a las filas de ALEC, en la visión de formar escritores permanentes, en la necesidad de la lectura de quienes quieren llegar a ser escritores y en que a las musas no hay que esperarlas a que lleguen sino que hay que salir a buscarlas, atraparlas y traerlas a la fuerza a que vengan a llenarnos la cabeza de la inspiración sin la cual nadie podría ser escritor.

Varias cosas me impresionaron al adentrarme un tantico (habiéndolo comenzado en Miami, termino de escribir este artículo en Costa Rica, tierra de ticos) en la vida de este hombre excepcional. Y a propósito de excepcional, puedo repetir aquí lo que he dicho en otras ocasiones. César Vidal es nuestro Gabriel García Márquez o, dicho en otras palabras, el número uno entre los escritores cristianos hispanos de todos los tiempos. (No me refiero a los católicos sino a los protestantes o evangélicos.) «¿Por qué dice eso, Escribidor?» podría preguntarme alguien. Tengo, a lo menos, dos razones: Una, su fecundidad literaria(*) y otra, la calidad de su narrativa(**).

Aunque a veces pienso que en España son bastante liberales para conceder premios literarios, como en Miami nuestros conciudadanos cubanos lo son para ponerle a pedacitos de calles los nombres de sus coterráneos, como quiera que sea, César Vidal tiene una lista casi inagotable de premios obtenidos a lo largo de su carrera(***). Lo que supera a esta lista es la de los libros que ha escrito y casi casi homologa la lista de responsabilidades paralelas a la de escribir que desarrolla cada día.

Hay, sin embargo, algo que me parece lo más destacable de este hermano nuestro. Y lo señalo porque creo que es la primera vez en mi vida que me encuentro con un caso como éste. Leyendo en la Internet notas sobre su calidad de escritor y su producción literaria, me encuentro con conceptos bastante reveladores, a lo menos para mí, de que tras una opinión meramente especializada, hay una buena dosis de animadversión contra él. Y, buscando entre líneas, se me ocurre que en buena medida se debe a su militancia cristiana. Por allí alguien dice, textualmente: «Proclive a expresar públicamente sin prejuicios su condición de cristiano (protestante) son causa también de controversia algunas de sus opiniones sobre temas científicos y sociales, como por ejemplo, su afirmación de que no existen pruebas de la macroevolución… [y] que no está probado que unas especies hayan evolucionado desde otras, lo que va contra la actual teoría de la evolución».

Lo que me emociona de estos juicios sobre Vidal no es tanto su crítica a la teoría de la evolución (con lo cual estoy completamente de acuerdo) sino su disposición a expresar públicamente su calidad de cristiano. Esto, hermanos queridos y lectores de este escribidor, es lo más grande de César Vidal. «Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros» (Juan 15:18). «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros» (Mateo 5:10-12).

¡A César Vidal lo aborrecen por expresar sin prejuicios su condición de cristiano! ¡Aleluya! ¡Ya quisiera yo que me aborrecieran por eso! Hoy en día, cuando los cristianos tenemos la tendencia a contemporizar con el mundo al punto que no solo éste se ha metido dentro de la iglesia sino que ésta se siente feliz conviviendo con aquél, necesitamos imitar a nuestro hermano. (Un día de estos tendré que escribir algo sobre la «desesperada» orden de nuestro Señor a la iglesia según Apocalipsis 18:4-24). Es posible que haya otros factores que estén presentes en este «aborrecimiento» que se percibe en la Internet contra Vidal y sobre los cuales es muy posible que él no tenga mucho que ver (envidia, por ejemplo) pero para los efectos de quienes pretendemos hacer un poco de historia en el ámbito de la producción del libro cristiano en español, no podría hacerse mayor alabanza a la fe de nuestro hermano que estas expresiones odiosas. ¡Estamos tan acostumbrados a los odios que surgen contra los creyentes desde los interiores mismos de nuestras comunidades de fe que los que vienen de afuera muchas veces nos parecen alabanzas! Yo no sé, ni me interesa saber, hasta qué nivel llegan los odios de sus hermanos contra Vidal, pero me alegra lo del odio que señalo. «¿Ladran Sancho? ¡señal que cabalgamos!»

De vez en cuando se alzan voces de aliento hacia lo que es la visión/misión de ALEC. Pero, a la misma vez, por aquí y por allá hay quienes nos dicen, de palabra o con sus actitudes, que la ilusión de formar escritores cristianos permanentes no es más que eso, una ilusión, una quimera. Que tal cosa no se conseguirá jamás. Nos miran con una mezcla de sonrisa burlona y compasión y, cuando nunca se han acercado mucho, conservan las distancias. Y cuando se han acercado bastante como para ser parte del proyecto imposible, renuncian y se van. Cést la vie!

Pues, le pedí a César Vidal su opinión y no dudó un segundo en contestarme: «¡Sí se puede!» Y porque él es, diría yo, un ejemplo viviente que respalda esta convicción: se hizo solo, comenzó a escribir desde que era un muchacho y no ha parado desde entonces, si bien no ha tenido un movimiento como el nuestro para apoyarlo y llevarlo al punto en el que se encuentra ahora siendo otros, en cambio, los factores que han contribuido al desarrollo de su talento, cree en que hay gente a la que hay que apoyar y ayudar, expone como sus «secretillos» cosas tan reales y simples como trabajo, organización y perseverancia.

Por todo lo expuesto, y con esto termino (por ahora) me siento en deuda con César Vidal. Es el más elocuente ejemplo de lo bien orientados que estamos en ALEC. Y cuando manifiesta su interés de estar con nosotros en la Cumbre de noviembre de 2009 y servir en lo que sea necesario, no puedo sino cerrar reiterándole mi admiración y respeto. Y anticipando nuestro caluroso ¡Bienvenido, hermano César! ¡Estás en tu casa!



(*) En la Internet aparecen 141 obras escritas desde 1987 hasta 2008.
(**) Se señala que en el año 2004, su novela El testamento del pescador fue el libro en idioma español más vendido en España, después de la Biblia.
(***) En la Internet aparecen 10 premios obtenidos hasta la fecha. Todo esto se puede corroborar yendo a la Internet y buscando en César Vidal Manzanares.
 

 


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