Tras recuperarse de un complicado problema de salud,
Songs in A & E aparece con ganas de demostrar que el músico inglés es capaz de (re)crear nuevas composiciones que ya saben a añejas, como la evocación áspera y preciosa que suponen temazos como “Sweet talk” y “Sitting on fire” o la reivindicación más enérgica, a medio camino entre Jon Spencer Blues Explosion y el experimento Gorillaz, de “I gotta fire” o “Yeah Yeah”. La balada final, una nana que no oculta sus intenciones bajo el elocuente título de “Goodnight Goodnight” cierra el círculo, redondo, casi perfecto, de un esperado retorno que sirve en caliente algunas composiciones afectadas, explosivas, oscuras a ratos y positivamente agridulces en otros, aunque necesitaría la poda de un par de temas con ínfulas un poco hippies.
Demos pues la bienvenida de nuevo a nuestro particular hombre del espacio, aunque sea para depositar su regalo y volver a partir a su particular castillo de cristal donde seguir orquestando joyas como “Soul on fire” o la inquietante “Death take your fiddle”.
El verano pasado entrevisté a Jason Pierce en Benicàssim un par de horas antes de su actuación. Pierce sigue escondiendo su rostro tras gigantescas gafas de sol. Su nombre, tras el de bandas fabricadas a medida. Y su música, tras ese muro sónico plagado de vitalismo y tristeza a partes casi iguales. Hace tres años, Pierce flirteó con la muerte, atisbó esa esa enigmática luz blanca que, dicen, guía nuestros últimos suspiros. Poder contarlo, está al alcance de muy pocos. Jason Pierce es uno de ellos, ya que una doble neumonía estuvo a punto de hacerle llegar al final de ese túnel por la vía rápida.
El hombre y el nombre que se esconde detrás de Spiritualized; el músico que hace dos décadas mezcló en su coctelera la psicodelia, el pop y el
shoegazing con Spaceman 3 (J Spaceman, de hecho, es, todavía, el alter ego de Pierce); el hombre que en 1997 firmó
Ladies and gentleman we are floating in space, el álbum del año según varias publicaciones (y ojo, que era el año del
OK Computer de Radiohead), el hombre, en definitiva, que ha sabido llenar su inclasificable lienzo con pinceladas también de jazz, gospel, rock afilado y hasta destellos de blues.
Songs in A & E es su nueva, y vieja a la vez, propuesta, ya que Pierce lo tenía prácticamente terminado antes de su aventura, o desventura, médica.
El nombre del disco incluso hace referencia a la zona de urgencias en los hospitales británicos y hasta su diseño, con líneas claras y mucho blanco como la caja de un medicamento, tiene una aureola clínica casi profética. El mismo Pierce suele recordar que el primer disco que compró –¡el
Raw power de los Stooges, poca broma!– lo adquirió en una farmacia de su Rugby natal.
Concerté una entrevista con Pierce aprovechando su actuación en el Festival Internacional de Benicàssim (FIB) del verano pasado. Hablamos con él mientras los incombustibles The New York Dolls afilaban sus instrumentos para atacar media hora después el gran escenario del certamen veraniego. De hecho, Pierce mostró una cara casi hipocondríaca, ya que apareció ataviado con jersey de lana (recordamos contexto: Benicàssim, mes de julio); tocándose insistentemente un oído que, dijo, le estaba dando el día; con unas gigantescas gafas de sol (volvemos a recordar contexto: son casi las nueve de la noche), y quejándose del molesto ruido de fondo (venga va, contexto: festival de verano, con varios escenarios, carpas y miles de hooligans atacando raciones de paella a ocho euros y burritos entre concierto y concierto).
Pero una vez superada la sensación de que, en cualquier momento, Pierce pueda huir, el músico británico se mostró distendido y afable, antes de ofrecer una actuación con uno de los inicios más contundentes del festival, un verdadero muro de sonido y luces, un reto para las primeras filas, impactadas por un bombardeo que Pierce combinó sin manías con la crudeza, y el lirismo casi, de algunas de sus últimas composiciones.
Sobre sus directos, Pierce contó que “es el mismo disco el que nos arrastra, el que nos obliga a darle forma y a convertirlo realmente en música. Creo que ofrecemos nuestra verdadera cara en los directos, ya que intento que se conviertan en una experiencia emocional, mucho más allá de una simple presentación pública de las canciones”.
Songs in A&E es un álbum muy trabajado desde el punto de vista de la producción, con toques un poco sinfónicos y con un poso de tristeza que lo va recorriendo, a excepción del oasis que supone el tema “Soul on fire”, muy vitalista.
Según Pierce, es un disco “que transmite paz, con una atmósfera muy especial y estudiada. Durante mucho tiempo tan solo era una colección de canciones, hasta que encontré una especie de hilo conductor. Puedes contar con la mejor producción del mundo, vestir tus temas de la forma más elegante o sofisticada, aunque no tengas realmente nada bueno, ni una canción que se salve. Si te da la sensación de ser un trabajo muy producido está bien, pero la verdad es que no hay más que el sonido y las emociones básicas que quería transmitir. En discos anteriores estaba mucho más pendiente de añadir efectos y hasta de controlar grandes cantidades de músicos en directo, mientras que ahora he vuelto un poco a la raíz, a dar más peso a las canciones”.
Hablando de esas canciones,
transcribo las respuestas que Pierce dio sobre ellas:
JT: El tema “Death take your fiddle” es uno de los más angustiantes que he escuchado jamás, con el sonido de fondo de una persona respirando con dificultad y conectada a una máquina.
JP: Pues quizá le quite encanto al asunto, pero el sonido lo conseguí usando un acordeón. Quise utilizar algún juguete y encontré ese acordeón para niños que puede llegar a crear un efecto realmente de angustia, sí, como el de alguien intentando salir del agua y que ya casi no puede respirar. Fue un poco casual, pero reconozco que puede llegar a hacerte sentir incómodo.
¿Crees que es tu trabajo más personal?
Todo lo que hago es muy personal. No entiendo que alguien diga que trabaja distanciado de su obra. Todos los discos, todas las canciones, son como una especie de cápsulas. Su interior lo forman distintas realidades, pero todas con un mismo origen y con capacidad para emocionar. La música no depende únicamente de una técnica más o menos buena; cada canción, incluso cada nota, es una aventura, la búsqueda de esta capacidad para provocar sensaciones.
“Soul on fire” es un tema de pop apabullante. Hablabas de crear una especie de hilo conductor en todo el álbum, así que ¿crees que esta canción encaja con el tono de las demás?
Es una canción que me gusta, y claro que encaja. Siempre he buscado el equilibrio entre todos los tipos de música que me gustan. Me siento igual de cómodo investigando en áreas más experimentales, incluso cercanas al free jazz, como en otras que se mueven en el pop más clásico. No niego que me gusta el pop, y creo que se puede mover con coherencia entre aires más
lo-fi o entre impulsos más experimentales. No veo ningún problema en combinar todo eso.
El cierre del disco es una especie de nana, “Goodnight, goodnight”, en la que incluso rindes homenaje a Daniel Johnston, uno de los personajes más atípicos del mundo del rock.
Daniel ha escrito temas preciosos, surgidos de una mente distinta, con una gran carga emocional. Me encanta interpretar canciones suyas como “Funeral home”. Por eso incluimos algunas notas del tema en el final de “Goodnight, goodnight”, un pequeño homenaje a Johnston, con un toque de tristeza y otro de melodía, como él.
En el disco incluyes seis pequeñas piezas instrumentales. ¿Las has sacado de la banda sonora que, como J Spaceman, también has compuesto para la película Mr. Lonely?
La verdad es que no. En realidad son como pequeños paisajes musicales independientes, sin la intención de convertirse en una especie de conexión entre los temas del álbum. Creo que aportan una atmósfera especial, una forma diferente de escuchar el disco. En referencia a la película, me encontré con Harmony Korine y me propuso escribir una banda sonora. Era algo que me daba mucha libertad, ya que no era yo el que tenía que explicar algo, sino reproducir musicalmente lo que otro quería transmitir con imágenes y diálogos.
Fotos y artículo de: Jordi Torrents
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