En 1640 se enrola fervientemente en la causa contra el rey y la Iglesia oficial. En las siguientes dos décadas dedica su producción escrita mayormente a defender la libertad religiosa y política. En 1652 se queda completamente ciego.
La restauración de la monarquía en 1660, con Carlos II al frente, significa para Milton el peligro de ser ejecutado. Solamente lo salvan sus amigos y la ya ganada reputación literaria. Para entonces John Milton era bien conocido por su obra titulada
Areopagítica (1644), en la que abogaba por un régimen de tolerancia. El centro de su argumentación era que la censura literaria implicaba un obstáculo para la búsqueda de la verdad, un desánimo para la adquisición de conocimiento y una ofensa para los autores y mentes independientes. Compara a los obispos de la Iglesia anglicana y a los presbiterianos ingleses con la Inquisición católica, les llama una nueva tiranía espiritual.
Firme partidario de la libertad de creencias y el papel del Estado como garante de esa libertad para todos los ciudadanos, Milton era un decidido oponente a los, por él llamados, papistas. Consideraba a éstos como leales a un poder extranjero y con ambiciones universales. Bastaban sus antecedentes históricos, consideraba John Milton, para percatarse de que la Iglesia católica era enemiga de la verdad y la libertad. Por lo tanto, a su juicio, el catolicismo en Inglaterra tendría que ser prohibido por el bien de la sociedad.
En 1659, un año antes de que llegara a su fin el movimiento revolucionario con el que estaba identificado Milton, publica
A Treatise of Civil Power in Ecclesiastical Causes. En la obra
se pronuncia en contra de cualquier respaldo gubernamental a una iglesia en particular. Enarbola el principio de la libertad cristiana, y la antepone a las tendencias de simbiosis Estado-Iglesia (anglicana). Su base fundamental para oponerse la encuentra en las abundantes citas bíblicas que reproduce a lo largo de toda la obra. Milton retoma el principio protestante de que la Biblia es la única base de fe, y de que es derecho de las personas escudriñarla por sí mismas para que de acuerdo a su libertad de conciencia decidan las creencias a seguir.
Al igual que el bautista Roger Williams, de quien probablemente recibe influencias, Milton es un convencido de que ningún juez o autoridad terrenal, y definitivamente ninguna institución eclesiástica o civil tiene la capacidad para determinar el auténtico sentido de la Biblia. Ese sentido solamente puede ser normado por la conciencia personal, que es iluminada por el Espíritu Santo.(1)
Su obra más conocida es el bello libro El Paraíso perdido, un extenso poema que se divide en doce partes y consta de 10 mil 565 versículos, se publica por primera vez en 1667 y tiene su edición definitiva en 1674. “Su tema fundamental es la existencia del mal en el mundo y la desobediencia del hombre a la ley de Dios y sus consecuencias… Las grandes obras de arte son interpretaciones e iluminaciones de la vida.
El Paraíso perdido lo es en grado superior, y en él, tomando como base el relato bíblico del principio del Génesis, Milton amplía el argumento hasta transformarlo en un gran poema alegórico del destino del hombre y de la historia de la salvación”.(2) La lectura del monumental poema es una experiencia estética conmovedora, a la vez que una sacudida espiritual.
Como ya vimos, el individualismo religioso de Milton le lleva a evitar compromiso con iglesia alguna. Sin embargo su posición no es obstáculo para reconocer que hay diferencias sustanciales en las distintas confesiones organizadas.
De ahí que “si alguna secta [aquí el concepto se usa en su sentido sociológico, como asociación voluntaria y consciente, no en su vertiente peyorativa, a la que con frecuencia recurren tantos y desde distintos lugares, CMG] le merecía simpatía, era la de los cuáqueros”.(3) Éstos conformaban pequeñas comunidades cristianas en Inglaterra, por la época en que Milton tiene fuertes reacciones contra el
establishment anglicano.
La sencillez de las reuniones de los cuáqueros, su horizontalidad y negativa a tener clero ordenado, la práctica de estudiar la Biblia, la centralidad de Cristo y su seguimiento cotidiano y su decidido pacifismo, atraían poderosamente a Milton.
1) Para los datos de la vida y obra de John Milton seguimos de cerca el libro de Perez Zagorin, How the Idea of Religious Toleration Came to the West, Princeton University Press, Princeton, New Jersey, 2003.
2) Esteban Pujals, “Milton y el Paraíso perdido”, en El Paraíso perdido (Edición y traducción de Esteban Pujals), Ediciones Cátedra, Madrid, 2006, p. 16 y 21.
3) Ibid., p. 13.
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