Libertad y `liberté´: democracia en España y EEUU

Si en una campaña electoral una seguidora de Zapatero se dirigiese a él descalificando a Rajoy (o viceversa, que tanto da), ¿sería de esperar que el primero le arrebatase violentamente el micrófono para corregirla diciendo: “Rajoy es una persona honesta y no le permito que hable así de él?”.

Pues eso es lo que hizo McCain con una seguidora suya en un mitin. ¿Imaginan a Rajoy y a Zapatero suspendiendo la campaña para acudir juntos a una efemérides? Pues eso hicieron McCain y Obama el 11-S.

¿Serían capaces los candidatos españoles, ante una crisis económica, de sentarse junto al presidente del país y apoyar hombro con hombro sus propuestas? Si se produjese una votación sobre este tema en el congreso, ¿sería imaginable que muchos diputados del partido en el gobierno votasen en contra de él y muchos de la oposición a favor? Esos diputados serían inmediatamente expulsados del partido, como acaba de suceder con un parlamentario de la UPN.

El discurso de McCain diciendo que “desde ahora Obama es mi presidente” sería impensable en un candidato perdedor español. Nadir puede imaginar que el presidente español saliente aplauda públicamente al presidente entrante, siendo del partido de la oposición, y considere que en los meses de la transición su labor más importante sea facilitar el traspaso de poderes; eso requiere una talla democrática que Bush posee y ningún presidente español saliente ha demostrado hasta ahora.

Hay una notable diferencia de madurez democrática.

En los EEUU cada uno exige respeto a su criterio político personal y al mismo tiempo está dispuesto a pactar con el contrincante político en función de intereses nacionales; las fronteras de las libertades individuales y de las instituciones están bien definidas y esto se manifiesta especialmente en la separación iglesias/estado, que no radica en la eliminación de los valores religiosos de la vida pública, sino en la separación de las instituciones: las iglesias renuncian a entrar en la arena política como instituciones, pero los políticos candidatos de uno y otro signo muestran libremente sus valores religiosos, porque forman parte del fundamento de sus postulados políticos.

En España, por una parte la Iglesia Católica no renuncia a entrar como institución en la arena política y por otra el gobierno laicista quiere arrumbar a la privacidad toda creencia religiosa; tanto a una como al otro les falta criterio en la separación iglesias/estado y les sobra autoritarismo; les faltan los 200 años de democracia americana, un sistema político nacido y asentado justamente en criterios religiosos protestantes y en la libertad de conciencia. Hay una gran diferencia.