Por cierto que
el término protestantes es sujeto de varias explicaciones, pero su origen se debe a la actitud de los príncipes alemanes que apoyaban a Lutero, quienes en la Dieta de Espira de 1529 protestaron a favor de continuar con las tareas de regresar a las enseñanzas de la Biblia en cuanto al ser y hacer de la Iglesia cristiana, quitándole el peso de las tradiciones católicas que obnubilaban las enseñanzas originales del Nuevo Testamento.
El verbo protestari, del cual es derivado el adjetivo protestantes además de significar el planteamiento de una objeción, también tiene el sentido de plantear, testificar y confesar algo. Lo protestado, contra los deseos de Carlos V por uniformar confesionalmente a las naciones que conformaban su Imperio, fue confirmar el camino de la ruptura con Roma y enfrentar las consiguientes represalias.
Ya en varias ocasiones nos hemos referido, y criticado su uso, al dicho de la Contarreforma que sentencia como sinónimo de lo peor eso de “La Iglesia en manos de Lutero”. Es una frase oscurantista, contraria a la libertad de conciencia, estigmatizadora y de agresión simbólica. En México se continúa usando en distintos espacios para denotar que se ha puesto al lobo a cuidar a los corderos; o que tiene la responsabilidad de salvaguardar el bien de los demás quien menos debería estar en esa posición por su comprobada rapacidad.
Puede trazarse la continuidad en el uso estigmatizador del dicho desde el siglo XVI y hasta hoy en el siglo XXI. Esa continuidad tiene en México ejemplos abundantes y es una evidencia palpable de lo escrito por Octavio Paz acerca del origen histórico de la nación mexicana y sus pobladores: somos “hijos de la Contrarreforma”. A la Nueva España, en el siglo XVI, el Imperio español traslada la política protectora a ultranza contra la “contaminación luterana”. Se trataba aquí de evitar las filtraciones que la Reforma sí tuvo en España.
Tenemos, otra vez, que la frasecita se transmite en estos días en una publicación de análisis político que circula principalmente entre las élites políticas, funcionarios gubernamentales, líderes de opinión, analistas de información y reporteros. Se trata de Reporte Índigo, que dirige Ramón Alberto Garza. En su edición del 3 del presente mes, en su portada aparece, en grandes letras rojas “La Iglesia en manos de Lutero”. Acto seguido trata de explicar el uso del
slogan con la situación del alcalde Adalberto Madero de la que es la tercera ciudad más importante del país (Monterrey). Madero es reconocido integrante del conservador Partido Acción Nacional (PAN), a quien junto con diputados del mismo partido y otros funcionarios panistas se les señala de usar en su beneficio los bienes y servicios de la administración pública. El mismo grupo, a decir de la citada publicación, está buscando que uno de los suyos suceda en la alcaldía regiomontana a Madero y en la gubernatura del estado (Nuevo León) a Natividad González Parás.
Parece que el asunto es tan escandaloso que hasta empresarios tradicionalmente identificados con el PAN, aglutinados en la Cámara Nacional de Desarrollo de la Vivienda en Nuevo León, han señalado que como nunca antes campean las corruptelas en la administración encabezada por políticos del Partido Acción Nacional. Así lo ha consignado el presidente de aquella Cámara, Javier Treviño Montemayor, ya que según él a muchos socios les piden cantidades "fuera de lugar " para sacar adelante un permiso (nota de
Multimedios.tv, 11/IX/2008, en su sitio de Internet).
El reportaje documenta bien los tejes manejes del alcalde Madero y sus cercanos. Es un caso más en que los panistas muestran que su tan citada “brega de eternidad” es realmente una rebatinga por el poder y sus beneficios político/empresariales. En ésto no tenemos problema, estamos de acuerdo. ¿Pero en todo ello por qué ejemplificar con Lutero? ¿Para qué denigrar al personaje, y por extensión a los millones de connacionales que tienen ligas históricas, aún sin saberlo, con el ex monje agustino que en abril de 1521, en la Dieta de Worms, y ante Carlos V, autoridades eclesiásticas, teólogos y observadores, defendió sus creencias y negó retractarse de ellas en contundentes palabras?: “A menos que se me convenza por las Escrituras y la mera razón –no acepto la autoridad de papas y concilios pues se han contradicho entre sí-, mi conciencia es cautiva de la Palabra de Dios. No puedo retractarme y no me retractaré de nada, pues ir contra la conciencia no es justo ni seguro. Dios me ayude. Amén”.
Si lo que Reporte Índigo deseba resaltar era la rapiña de las cúpulas panistas de Nuevo León, que por otra parte documenta bien en términos periodísticos, pudo recurrir a otras frases más cercanas al contexto mexicano y dejar de lado el ejercicio estigmatizante que conlleva la expresión “La Iglesia en manos de Lutero”. Porque al usarla está reforzando la inercia de una cultura intolerante y permeada por lo más recalcitrante del catolicismo medieval.
¿Por qué no encabezar la denuncia del reparto del poder en Monterrey con dichos como “los niños y adolescentes en manos de Marcial Maciel” (el fundador de los Legionarios de Cristo reiteradamente acusado de pederastia).
¿O qué tal esta otra?: “La libertad de expresión en manos de los inquisidores”. Tal vez
“La cultura en poder de Vicente Fox”, el ilustre fundador de una biblioteca, que por cierto sigue cerrada por mal construida, que no se acerca a los libros ni como penitencia. Y no habría sido más útil decir
“Las limosnas manejadas por los banqueros al servicio del Vaticano” (recordar el caso del Banco Ambrosiano y del Banco del Vaticano
Istituto per le Opere di Religione, encabezado por el arzobispo Paul Marcinkus).
Si ninguna de las anteriores era de su agrado, doy una última: “La tolerancia vigilada por los verdugos”.
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