Los californianos, con seis discos a sus espaldas –entre ellos, el reivindicable y fantástico
Fashion Nugget– han conseguido que se les colgara la etiqueta de diferentes, la de bizarros o hasta la de surrealistas, pero eso es precisamente lo que les hace tan especiales.
Su último álbum es un recopilatorio de caras B (sí, más allá del vinilo todavía existen), un divertimento en el que destaca una de las grandes marcas de la casa Cake, escupir versiones marcianas que se adueñan de nosotros como aquellas vainas alienígenas, obligándonos a tararearlas compulsivamente en la cola del autobús, moviendo las manos mientras los terrícolas que nos rodean solo ven eso, a unos marcianos escuchando a otros marcianos en su mp3.
La formación del cantante y guitarrista John McCrea y del trompetista y teclista Vince DiFiore –únicos miembros originarios de una banda por donde han pasado una docena de músicos desde 1991– combina sin problemas el contundente “
War Pigs” de Black Sabbath –¿la gran canción protesta del heavy?– con el “
Never gonna give you up” de Barry White, pasando por un “
Strangers in the night” apabullante, una parodia de crooner barato que deleita en los cruceros a turistas de piernas blancas, camisa de palmeras y cóctel azul con ridícula sombrilla de papel.
Una especialidad de Cake, la aproximación al country, brilla con luz propia con temas del repertorio de Kenny Rogers y Buck Owens, aunque –¡perdón puristas!– la joya de la corona es una versión hilarante del clásico “
Mahna Mahna”, que derramará lágrimas furtivas y provocará viajes nostálgicos a tardes de infancia de Bollycao y Barrio Sésamo.
Estos primos lejanos de Talking Heads o Lou Reed pueden adentrarse en las texturas de Fun´ Loving Criminals o escapar a toda velocidad en una autopista melancólica que huye de tópicos cansinos en los que muchas bandas caen.
Aparte de las versiones, el talento creativo del mismo McCrea aporta canciones redondas como “
Short skirt, long jacket” o “
It´s coming down”–aquí, en directo–, dos perlas que podrían firmar la Velvet o los Doors y que demuestran que Cake son una banda de virtuosos, traspasando la frontera de quienes los puedan ver como una formación poco seria. La banda de McCrea y DiFiore sigue surcando esa especie de aguas internacionales que no son terreno de nadie, combinando una actitud de amor hacia la música con un cierto malditismo que les mantiene alejados de las actitudes de divismo de otras formaciones, aunque sus temas –verdaderas perlas casi de culto– se han podido escuchar, curiosamente, en varias series de televisión como
Smallville y
Los Soprano.
Para aumentar todavía más la sensación de cierto malditismo buscado, una canción de Cake (“
The distance”) sonaba en los últimos meses en la campaña de candidatos a las presidenciales de Estados Unidos de un tal… Mitt Romney, del Partido Republicano.
La confirmación definitiva de esta actitud pasa por unas declaraciones recientes de McCrea a la publicación Revue, en las que afirma que está pensando en abandonar el mundo de la música para dedicarse a…¡ser granjero!
Mientras lo reflexiona, volveré a escuchar por enésima vez esta semana el tema “Thrills”, en la que Cake utiliza como sampler una predicación. En la letra dice que “el hombre nace, el hombre vive, el hombre muere, y es todo vanidad” y se pregunta sobre “¿qué están haciendo hoy nuestros adolescentes? Tenemos tele en color, pero no estamos satisfechos”. Ahí queda.
Escrito por: Jordi Torrents
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