Duerme fiu del alma,
duerme queriu, duerme queriu
Y de este modo, con estas palabras, el Padre envuelve en un abrazo de tomillo y romero al hijo que ha girado y vuelto tras sus pasos. Los siervos arrancan la piel del becerro, y disponen la mesa para la fiesta de bienvenida. El hermano aún resopla contrariado mientras ve relucir un nuevo anillo en la mano del chico que ha pasado por mil camas y por un hambre atroz. Un nuevo pecador se arrepiente. Un dracma ha sido recuperado, y vuelve a brillar de nuevo.
Estamos en el capítulo 15 de Lucas, y descubrimos una fresca lectura, justo cuando dos músicos nos señalan con su dedo el texto, y la necesidad de recuperar lo que se había perdido, que nosotros reconocemos y entendemos como la necesidad aún más urgente de volver a la tierra de la que hemos sido formados y mirar de nuevo al Padre, que espera sin perder la paciencia al otro lado del camino.
El verano es buen momento de reencuentros y repasos, de regresos y ecos.
El disco que quizá más me ha marcado en lo que llevamos de año se publicó en los primeros días, y tiene el sugerente título de Lucas 15. Recuerdo que, nada más oír hablar del título y de los componentes del mismo, abrí mi Biblia por la cita, y volví a leer sorprendido las parábolas que contenía el pasaje destinado principalmente a los que están perdidos.
Con las dos frases que citamos arriba, empieza la añada (canción de cuna) que cierra el proyecto conjunto de los asturianos Nacho Vegas y Xel Pereda, la idea acariciada desde hace muchos años de rescatar tradicionales canciones, villancicos, romances y añadas, en bable y castellano, y conservarlas en el ámbar precioso de su música.
Esto nos recuerda otros proyectos similares: Nick Cave hizo lo mismo con la tradición americana en su disco
Murder Ballads (1996), y Tom Waits miró sus raíces en el disco triple
Orphans (1997). Siempre se dijo que sin la música folk anglosajona, no tendríamos la música rock o pop, por lo que el folk asturiano es un buen comienzo para un nuevo concepto de música rock en nuestro país.
Ambos músicos habían coqueteado ya con estas raíces en sus anteriores trabajos, especialmente en el caso de Nacho Vegas, quien incluso realizó su propia versión de la historia del hijo pródigo en su canción
Historia de un perdedor, del doble LP
Cajas de música difíciles de parar (2003). De hecho, las letras que encontramos aquí, bien podrían aparecer firmadas por NV., pues contienen toda su carga emocional y poética, todo su rigor e ironía, toda la gravedad.
Claro que las diferencias entre el sentido bíblico de Lucas 15 y las inquietudes de los dos músicos son diferentes. No hay propósito evangelístico en este álbum, pues no son cristianos, a pesar de cantar cosas como:
No hay tal andar como buscar a Cristo,
no hay tal andar como a Cristo buscar,
que no hay tal andar.
Según los autores, Gijón, o mejor dicho Asturias, les debe algo a ellos, al mismo tiempo que ellos deben algo al contexto y lugar en que nacieron y crecieron, con aquello que oyeron y vivieron. Esta deuda recíproca choca frontalmente con lo que leemos en la parábola, donde el hijo queda libre de toda culpa, y enseguida es cubierto de ternura y comprensión, de “sol y orbayu”. A pesar de que no encontramos búsqueda de Dios en este Lucas 15, la idea recurrente de que hay que regresar a nuestra cuna, a lo que nos hace humanos y seres dependientes irremediablemente de la tierra, nos lleva de nuevo al pasaje del hijo que, sin importar el fallo cometido, puede encontrar salida a su situación, por penosa que parezca. La Palabra permanece, aunque sólo prolonguemos sus ecos.
Dicho esto, no dudamos en absoluto de su profundidad y sentimiento. Es un disco lleno, con todo, de vida y amor intenso. Así lo atestigua todo el proceso, que ellos nos resumen así en el anuncio de su trabajo:
< Xel hizo una selección de más de sesenta temas de los que escogieron una docena que Nacho y él iban adaptando y llevando a su terreno, siempre respetando la esencia de música y letras. Fue sólo el primer paso. Se formó una banda con músicos asturianos de primera fila que se emocionaron con el proyecto y enseguida se involucraron tanto en el plano estrictamente musical como en el emocional. Chus Naves al piano y órganos, Luis Rodríguez en el bajo, Manu Molina en la batería... Xel y Nacho cantan y se ocupan de las guitarras. Todo aderezado con los particulares arreglos vocales del coro “Voces de Cimadevilla”. El repertorio incluye romances tradicionales, añadas, villancicos o cantares de ciego, y cuando se reúne la banda al completo se produce una química especial que hace que las canciones cobren vida, propiciando un mosaico de sensaciones que pasan por la ternura (“Como la flor”, el amor fatal (“Romance de la Polesina”) o incluso la violencia (“El Sacaúntos de Allariz”). >
La base, llamemos espiritual, ya estaba constituída en las frases que la tradición oral fue guardando durante años. Hermosas frases y hermosas historias que, de no ser por Xel y Nacho, no hubieran llegado a nuestros oídos. A fin de cuentas, de esto se trata, de crear bases sólidas, fundamentos firmes.
Porque la cultura en general, y la música en particular, precisa de una profunda reconstrucción, hemos de retornar, como el pueblo judío tuvo que hacer para ver un nuevo templo; como el hijo pródigo tuvo que hacer para recuperar su dignidad. Hemos de volver a casa, para hallar la vida. Padre sigue revolviendo la casa para recogernos. Pero sin el camino de regreso, no puede haber redención, ni fiesta en los cielos.
MULTIMEDIA
Pueden escuchar aquí la canción “
Los fayeos de mayo”, de Naco Vegas y Xel Pereda.
Escrito por: Daniel Jándula
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