Como me instó a expresarle mis dudas, le manifestaré que no sé muy bien cómo proceder. La verdad es que me debería alegrar al observar a quien debo oprimir tan impasible, pero me perturba y estoy alerta ante el primer signo de vida auténtica, con permiso de la expresión, que emerge en él.
Está tocado por ambos flancos y lo sabe. No obstante, intento que sienta que se mantiene a flote, pero intuyo peligro. Si Su Bajeza me diera algún consejo para no correr el riesgo –dada la situación, no el mío, pues como ya sabe no puedo ser degradado más- de que el sujeto se reconociera hundido y así el Enemigo lo restaurara, con el potencial peligro que conllevara para nuestros intereses.
He tratado de adormecerle. Es totalmente inofensivo cuando se encuentra anonadado y le he aplicado la dosis justa de frustración (aprendí la lección de no sobrepasarme) para que se entretenga con cualquier cosa y evite que se plantee nada que trascienda a lo que ve y escucha. Si su cabeza se resiste a permanecer inerte, le distraigo con cualquier distracción absurda que atraiga a su mente, y si se empeña en trascendencia, recurro al evento más trascendente del momento ¿cuándo es el próximo partido?
Así que estoy congratulado de saber que estoy haciendo un buen trabajo, pero me repugna leer en Sus instrucciones que no podemos considerarlo de los nuestros, y más aún, se me antoja obsceno digerir que nunca lo será a menos que él mismo estire del cordón umbilical que le une al Enemigo, bien sea porque crea que no le necesita o porque se piense que no lo merece. Conozco que inducirle en esa dirección es mi funesta tarea, sería tan fácil romper por mi mismo ese vínculo que nos ha sido vetado!
Por el momento he de conformarme en tenerle inutilizado. Vuestra Bajeza me enseñó que es vital, como en cualquier guerra, interceptar todo posible abastecimiento. Para disuadirle de lo que llaman “comunión”, es reconfortante saber que dispongo de mil recursos, reconociendo la labor encomiable de Su Bajeza y otros de Su especie. Así empiezo por tareas de “responsabilidad” y acabo por la hipnotizante “caja tonta” ó por la insaciable “caja lista” que utiliza para escribir estas líneas…
Pero conozco bien el arma más letal que me enseñó, siquiera para que figure en mi expediente, la cual llego a aplicar magistralmente si me permite decirlo. Y se trata de hacerle creer que está cada vez más lejos del alcance de aquello que llaman, con perdón, gracia. Ya sé que no me está permitido hablar de ello, pero lo encuentro demasiado cómico ¿Cómo si el Enemigo hubiera realizado su cometido por algo digno de valor?. Por supuesto, motivos me sobran para inducirle a ello. Y es entonces, confinado en mi territorio, cuando se vuelve del todo vulnerable. Se ha convertido en una sombra, una caricatura de aquel guerrero que necesitó tantos refuerzos e incluso Su Bajeza al mando para que fuera combatido. Pero ahora, yo me valgo solo para que parezca un soldado desorientado en medio de esta guerra la cual ya casi ni percibe. No sé entonces porque Su Bajeza dijo que no hacían falta más huestes sobre este sujeto para economizar recursos si no es porque pensara que estoy haciendo un trabajo excelente, así que no puedo entender porque resulta tan complicado esperar que pueda enrolarlo en nuestras filas. Por lo que no era necesario que me hiciera pasar tanta vergüenza entre toda la tropa diciéndome que un burro advertiría antes el filo de una aguja, antes que yo dispusiera de mi merecido ascenso.
Con todo lo dicho no sé si le dejo intranquilo, o puede que ya lo estaba previamente, hasta yo puedo darme cuenta que si me pide informes debe haber alguna razón. Me veo en la obligación de recordarle que hasta la fecha he realizado el trabajo que me encomendó con gran eficacia y no he tenido recompensa alguna. Este no es un trabajo digno! Pero claro, no es suficiente con mantener apagado el fuego, si todavía hay llama. ¿Y qué puedo hacer más para que siga sin darse cuenta que necesita imperiosamente oxígeno para inflamar el fuego? ¿Qué puede hacer el último y más inepto de los demonios?.. Sabe, mejor que yo, que ni siquiera Su Bajeza puede impedir que el Espíritu avive esas llamas. Y por supuesto, conozco el riesgo, de un aliento renovado utilizando todo su pecado a modo de combustible…
Pero recuerde que un locuaz servidor ha sido capaz de mantenerlo ocupado en sus cosas, pero en estado aletargado, diría casi catatónico, en lo espiritual. Y todo ello lo hacía apenas sin esfuerzo, aunque esto no sé si debería decirlo. Y esto me recuerda a algo que tampoco debería haber hecho… Mientras redactaba el presente informe le he dejado solo frente al ordenador ¿se imagina que pasaría si se percatara de la gran necesidad que tiene de lo Alto?. Y peor aún: ¿qué comprendiera que en lo Alto están anhelando escucharle?…
Entonces ni cien como yo podrían evitar que volviera a ser alzado y ocupara su lugar en el ejército enemigo. Y si fuera honesto le pediría refuerzos, pero solo le diré una cosa:
Cuando destine todo un batallón de demonios aguerridos para hacerle frente, se acordará que en un tiempo, yo, un diablo insolente de tercera división, le sometía a mi antojo, y me mofaba jocosamente de él cuando daba bandazos y pretendía agredirme dando puñetazos al aire, como si se tratara de un boxeador loco… hasta que comprendió que las batallas se ganaban de rodillas.
P.D. Solicito, pues, el traslado
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