Con el apoyo de la
Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos (
CIEE, conocida también por sus iniciales
IFES en inglés), el Congreso de Cochabamba reunió a cuarenta representantes de diecisiete grupos de universitarios evangélicos repartidos por toda América Latina. En algunos casos, como el del Paraguay o la Argentina fueron agrupaciones surgidas espontáneamente alrededor de una figura universitaria que tenía vocación por ministrar a los universitarios creyentes y animarlos a compartir su fe en las aulas de la universidad. Tal fue el caso de la argentina
Gwendolyn Shepherd, médica que empezó un grupo en Buenos Aires o el del paraguayo
Reynaldo Decoud Larrosa, experto en Guaraní, profesor universitario, psiquiatra respetado y traductor de la Biblia, en Asunción. En otros casos fueron grupos empezados por profesionales evangélicos de Estados Unidos, Canadá o el Reino Unido residentes en países latinoamericanos, quienes en su tiempo libre trataron de agrupar universitarios evangélicos. Tal fue el caso de pioneros como Ed Pentecost en Mexico,
Ruth Siemens en Perú, Brasil y España,
Roberto Young en Argentina y
Wayne Bragg en Puerto Rico.
En el congreso de Cochabamba se delineó una estrategia para evangelizar las universidades latinoamericanas tomando como base la propia iniciativa estudiantil que en ese momento empezaba a florecer. No se trataba de que misioneros especializados tomaran la universidad como campo de su acción misionera. Se trataba más bien de aprovechar el entusiasmo juvenil que ya se manifestaba y proveerle medios como literatura y capacitación. Los misioneros serían los propios estudiantes. Así surgió la revista
Certeza y la editorial del mismo nombre en Argentina, dirigida por
Alejandro Clifford brillante periodista fundador también de las revistas
Pensamiento Cristiano y
Decisión en castellano. Se formó un equipo de asesores de los grupos estudiantiles en el que colaboraban personas que llegarían luego a ser conocidos por su producción literaria teológica y pastoral como
John White,
René Padilla,
Pedro Arana.
En las décadas siguientes el movimiento universitario creció en número e influencia y los grupos locales se fueron uniendo en movimientos nacionales como la Alianza Bíblica Universitaria del Brasil, la Asociación Bíblica Universitaria de Puerto Rico, la Asociación de Grupos Universitarios Evangélicos del Perú, el Compañerismo Estudiantil de Mexico, para mencionar a unos pocos. El estudio bíblico inductivo en las aulas universitarias fue una de las claves de este avance que luego dio lugar al surgimiento de una generación de profesionales con formación bíblica que aportaron al liderazgo de sus iglesias y denominaciones. Algunos descubrieron vocaciones pastorales y docentes que los llevaron luego a la formación teológica académica. Los campamentos, cursos y jornadas de reflexión y un creciente caudal de literatura “para gente que piensa” jugaron un papel clave. La música, el teatro, el mimo han sido vehículos de expresión y comunicación del Evangelio que se han ido renovando conforme cambiaba la atmósfera universitaria, desde la agitación marxista y el llamado a la guerrilla en las décadas de 1960 y 1970, hasta la cultura posmoderna de esta primera década del siglo veintiuno.
Estudiantes que se convirtieron a Cristo en las aulas llegaron luego a la vida profesional en sus diversas carreras con un fuerte sentido de misión y servicio. Cualquier persona familiarizada con el pueblo evangélico en América Latina reconocerá el aporte de generaciones sucesivas vinculadas a la Comunidad que ven su tiempo en ese movimiento estudiantil como una época de profundización espiritual y vocacional y de formación personal.
Uno de los aportes reconocidos de este movimiento estudiantil ha sido la capacitación de líderes. En el Congreso de Cochabamba en 1958 dos maestros ofrecieron exposiciones bíblicas, John White sobre el libro de Nehemías y David Phillips sobre el siervo sufriente en el Evangelio de Marcos. Estas resultaron luego el fundamento de un estilo de liderazgo en el cual se combinaba la eficiencia administrativa, la articulación bíblico-teológica, el espíritu de equipo y una humilde disposición al servicio. La enseñanza consistente y el ejemplo de maestros como
John Stott,
Hans Bürki,
Michael Green,
Ada Lum y los latinoamericanos de la primera generación ya mencionados, forjó una filosofía que se contextualizó de manera duradera.
En abierto contraste con el caudillismo popular con su autoritarismo basado en el carisma, la demagogia fácil y la arrogancia, que a veces influye aun en las iglesias evangélicas, el estilo de liderazgo como servicio resultaba el más adecuado para la universidad. Además, como el paso por las aulas es un tiempo fijo de tres a cinco años, se puede superar la tentación de apoderarse de los cargos y quedarse en ellos de por vida. He conversado con responsables de ONGs evangélicas, líderes denominacionales o de instituciones semejantes en toda América Latina que reconocen agradecidos el aporte del movimiento estudiantil en la formación de sus dirigentes. Desde la primera generación hasta hoy las transiciones de liderazgo se han hecho sin tensiones ni rupturas.
Tratándose de un movimiento inter-denominacional, hay que destacar también su aporte a las iglesias, ya que los grupos estudiantiles han cultivado el firme propósito de no sustituir a la iglesia sino más bien formar nuevas generaciones que al dejar las aulas universitarias sigan como militantes consagrados en sus propias iglesias. A manera de ejemplo pienso en
Robinson Cavalcanti, líder estudiantil y hoy obispo anglicano en Brasil,
Josué Fonseca, pastor bautista y hoy Decano del Seminario Teológico de su denominación en Chile,
Beatriz Buono gerente de Ediciones Certeza y activa en el liderazgo de la Iglesia Reformada en la Argentina,
Darío López, ingeniero pesquero, doctorado en teología, líder de su denominación pentecostal y pastor de una iglesia en un barrio marginal de Lima. También gran cantidad de vocaciones misioneras surgieron en estos grupos estudiantiles. Veteranos como
Pablo Carrillo, mexicano, hoy afincado en Granada con experiencia misionera entre musulmanes, o
Tonica Van Der Meer, brasileña con años de experiencia en Angola y hoy profesora de Misiones en Viçosa, Minas Gerais. Después de ellos, varias decenas entre los miles de misioneros latinoamericanos que andan por el mundo.
Mis lectores españoles reconocerán algunas de las marcas de este movimiento estudiantil en los GBU de España, un movimiento miembro también de la Comunidad Internacional. Con un curso paralelo al de América Latina, los GBU surgieron de la visión de
Rodolfo González Vidal, un veterinario de Zamora, del trabajo pionero de Ruth Siemens que se trasladó del Brasil a Barcelona en 1967, y del activismo académico y evangelizador de
David Burt y
Stuart Park que vinieron como estudiantes a España con el apoyo de Operación Movilización. Aquí también se pueden mencionar nombres reconocidos de gente formada en el movimiento como
Francisco Mira,
Pablo Martínez,
Daniel Giralt, y aportes a la formación de cristianos bien informados en el pueblo evangélico como los excelentes libros de la Editorial Andamio. Los estudiantes siguen siendo los principales protagonistas y las aulas universitarias el campo de misión y servicio.
En 1998, al cumplirse cuarenta años del Congreso de Cochabamba, se realizó en la misma ciudad boliviana un Congreso Estudiantil al cual acudieron 740 delegados representando movimientos organizados en 26 países, todos los países latinoamericanos e invitados de España y otros continentes. La asistencia a las reuniones superaba el millar en algunas sesiones. De los veteranos de 1958, Roberto Young, René Padilla, Pedro Arana y quien escribe estas líneas estuvieron presentes acompañando a las nuevas generaciones. Como en 1958, las exposiciones bíblicas fueron centrales y estuvieron a cargo de dos maestros en el arte de exponer la Palabra:
Jorge Atiencia de Colombia y
Ziel Machado de Brasil, formados ambos en la obra estudiantil de sus países y también en centros teológicos. Con un agudo sentido de la historia el lema hizo referencia a Cristo como Alfa y Omega y los expositores bíblicos exploraron el libro de Apocalipsis. Se puede apreciar la calidad de sus exposiciones en el libro
No tengan miedo de Editorial Andamio.
Sabiendo que ese Congreso de 1998 sería masivo un grupo de 100 voluntarios acudió a Cochabamba un mes antes del evento para un curso de formación personal y práctica que les capacitaría para servir como ujieres, secretarios, vigilantes, encargados de limpieza y mantenimiento, guías y animadores en las tareas organizativas propia de la vida cotidiana en comunidad.
Gail de Atiencia, de Colombia, experta en organización y discipulado, hizo un trabajo magistral con los voluntarios. Hubo 34 talleres dedicados a diferentes aspectos de la metodología de trabajo estudiantil.
El cancionero del evento incluía setenta canciones, muchas de ellas forjadas en las filas de esta obra estudiantil, como por ejemplo los himnos de
Joel Sierra el cantautor mexicano, pastor bautista y profesor universitario en Monterrey, cuyas líneas coreamos con entusiasmo:
Cuando el mundo padece tiranías
aparatos de odio y de mentira,
que los siervos de tu reino se mantengan
como ejemplo contrastante de servicio
si en el mundo los jefes se agigantan
manejando sus deseos de poder
que tu pueblo sea fiel a tu mensaje
pues conquistas lavando nuestros pies.
Si quieres comentar o