Así recuerda el ambiente en el que iba creciendo: “
La oración pastoral de papá, el fervor misionero de mamá, el gozo y la decisión que comunicaban sirviendo al Señor; la lectura bíblica del abuelo cada día de la semana; la febril predicación evangelística de los tíos maternos; el ambiente festivo de fe compartido en cada iglesia local, han estimulado mi vida a compartir el Evangelio, han inspirado mi adoración, han sido formación básica a lo largo de mi vida. Antecedente piadoso en el que fui criado en la Nicaragua natal”.
Gustaba de recordar que Dios le llama al ministerio en un sueño. Es así que inicia su preparación ministerial en el Seminario Bautista Hispanoamericano de Los Ángeles, California. Su gradación tiene lugar en 1958, su tesis la hace sobre
El Evangelio de Juan y los manuscritos del Qumran. Poco después llega a México para casarse con su prometida, Edna Lee. La joven pareja se va a Nicaragua, donde él es pastor asistente en la Primera Iglesia Bautista de Managua. En 1960, becado, se va continuar sus estudios en la Facultad de Teología Protestante de Estrasburgo, donde uno de sus profesores es Karl Barth. Dos años después retorna a Managua, para ser pastor titular de la Primera Iglesia Bautista de esa ciudad.
Los viajes y vivencias en distintos lugares dejan marcas en el joven pastor. Él así lo sintetiza: “
Conocí un Dios de servicio en California, proclamé un Dios Salvador en Managua, y descubrí un Dios Señor en el ámbito europeo”. Sus preocupaciones educativas lo llevan a contribuir en la fundación del Instituto Bíblico y del Instituto Politécnico Nicaragüense. En 1966 participa en el Congreso de Evangelismo que tuvo lugar en Berlín, bajo los auspicio de Billy Graham.
La siguiente etapa de su ministerio estuvo macada por una dolorosa pérdida, y al mismo tiempo por el llamado divino para emprender tareas que demandaban plena entrega para su realización. Rolando Gutiérrez Cortés lo evocaba de la siguiente forma: “
Dios me ha confirmado en pruebas. Él me permitió tener cuatro hijos y después de un accidente automovilístico donde mi hija Eunice, la menor de ellos, de tres meses, se fue con el Señor. Me encontré solo al peso de la madrugada frente al límpido cielo veracruzano de México. Oré al Señor mientras contemplaba las estrellas; le pregunté con serenidad sobre sus planes; se me clavó en el alma la palabra de Jesús: ´De cierto, de cierto te digo, que todo cuento pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará…´ ¡Y un ministerio entre estudiantes, sostenido en la oración, me fue claro como el día! El mundo estudiantil se tornó en carga, particularmente el envuelto en la confusión ideológica y la droga. Sentí una carga definida por la Universidad Nacional Autónoma de México. Las oportunidades vividas y la edad que aún tenía, parecieron idóneas para ingresar como estudiante en la Facultad de Filosofía y Letras”.
La familia Gutiérrez Lee llega a México el primero de enero de 1968. Sin apoyos institucionales, pero con el respaldo cálido de la familia de su esposa para la obra que busca emprender, Rolando inicia los contactos para la evangelización y discipulado de estudiantes universitarios. En paralelo acepta ser predicador dominical de las nueve familias que entonces conformaban la Iglesia Bautista Horeb, a donde serían canalizados los estudiantes que fueran aceptando a Jesús como Señor y Salvador. Pronto hubo resultados inesperados, “
Dios nos dio experiencias variadísimas: muchas conversiones, llamamientos, sanidades, milagros, experiencias de perdón, reconciliación y restauración, cuya explicación era un ministerio de oración que se ejercía con toda conciencia en la congregación que se constituía”.
Dado el crecimiento que había en la Iglesia Bautista Horeb, Rolando Gutiérrez Cortés tuvo que enfocar sus energías en atender pastoralmente a esta congregación. En 1972 se logra la construcción de un santuario, que al poco tiempo resulta insuficiente para dar cabida a los congregantes. En 1974 comienza a publicar por escrito sus sermones. Al año siguiente empieza actividades el Instituto Bíblico Horeb, con el fin de capacitar a la congregación mediante clases dominicales, de nueve a once de la mañana. El plan constaba de 32 materias, impartidas trimestralmente hasta completarlo en cuatro años. De este plan educativo se beneficiaron tanto los miembros de Horeb como de otras iglesias de distintas denominaciones, quienes después de tomadas las clases se iban a sus respectivas congregaciones para el culto dominical.
Conforme se fue consolidando la iglesia que pastoreaba, Rolando Gutiérrez iba ampliando su ministerio al interior de su denominación, pero también entre el amplio espectro del mundo evangélico mexicano y latinoamericano. De tal forma que comenzó a dar clases en el Seminario Bautista de Lomas Verdes, estableció relaciones con Alfalit (ministerio crtistiano de alfabetización), se involucró en las tareas de la Fraternidad Teológica Latinoamericana. Por otra parte continuó impartiendo cursos en espacios seculares, como el Instituto Politécnico Nacional y la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
El perfil bíblico-teológico de raigambre evangélica, fue lo que llevó a Rolando Gutiérrez Cortés a embarcarse en el quehacer de la Fraternidad Teológica Latinoamericana. Porque para él “
La FTL se ha distinguido por sus pautas hacia una teología evangélica. En ello estriba su énfasis sobre la autoridad de la Biblia, el Reino de Dios y hermenéutica evangélica, en sus diversas consultas continentales y regionales a lo largo de los últimos años. Se ha tratado de pensar sobre cada asunto con plena libertad personal, pero teniendo la Biblia como la norma fundamental de sus reflexiones. La autoridad de la Biblia ha sido proclamada en contraposición a la autoridad papal. La preocupación social se destaca por la razón de pobreza y riqueza en nuestro Continente. La teología, más que por confusiones, se resalta por carencia en la formación teológica. La naturaleza y la misión de la Iglesia, más por la acción misionera y pastoral que por razones de discusiones de esencia y existencia, como los bizantinismos europeos”.
Pastor-teólogo y teólogo-pastor, así se autodefinía Rolando Gutiérrez. Porque el entendimiento de la Palabra, subrayaba, solamente es posible en la comunidad de creyentes, y es en ésta donde el predicador no nada más tiene que exponer “todo el consejo de Dios”, sino también tener un compromiso vital. La fe se nutre primordialmente de la Palabra que vivifica. En sus palabras:
“Fe y Biblia inhiben cualquier contubernio con tradiciones humanas o con interpretaciones que se aparten de lo que se considere coherente con la Revelación escrita. Así, la fe, el llamamiento, la fidelidad en el ministerio que se haya recibido de parte de Dios y se haya reconocido por la iglesia local, son principios básicos del apostolado evangélico latinoamericano. Si la teología bíblica se identifica con la lectura de la Biblia, se superan los riesgos de la especulación o las trampas argumentativas de la controversia. Por eso, cuando es la Biblia misma el lugar teológico en que se ubica la Revelación, existe la posibilidad de centrar en ella todas las ciencias auxiliares que se necesiten (históricas, sociales, lógicas, semánticas, etc.). Es por eso que la labor homilética, que semana a semana realizo en mi iglesia, no la baso ni en la situación latinoamericana ni en el pensamiento latinoamericano ni en las tendencias teológicas latinoamericanas, aunque no puedo sacarla del contexto. Es la Palabra de Dios la que no vuelve vacía. A ella me afianzo. Es esa Palabra la que he sido llamado a Proclamar”.
Fue un sembrador de vocaciones pastorales. Las impulsó como pastor de su iglesia local, y cuando sirvió, varios años, como presidente de la Convención Nacional Bautista de México. En este carácter buscó la colaboración de otros liderazgos para lograr beneficios para el conjunto de las iglesias evangélicas. Siempre estaba dispuesto a ser expositor de la Palabra en congresos y campamentos juveniles. Enfatizaba la evangelización como una marca de obediencia de la Iglesia cristiana. Por ello apoyaba distintos esfuerzos evangelísticos, lo mismo para alcanzar a los jóvenes drogadictos –como se hacía en el
Café Sólo Uno, en la década de los setentas- que campañas callejeras permanentes como la de la Alameda en la ciudad de México.
Su formación académica fue muy sólida. Esto queda bien comprobado en los varios libros que escribió. Estaba capacitado para dialogar sobre muy variados temas, pero su corazón pastoral le llevó a volcar su preparación en las personas a las que pastoreaba. Para él
“La teología práctica como homilética, administración de iglesias, consejo pastoral; visitación a incrédulos, nuevos creyentes, enfermos, hogares en crisis, es por lo general un campo que se aborda a nivel pragmático más que reflexivo. En el caso particular de mi iglesia, son los diáconos quienes se encargan de estas labores, previamente adiestrados para ello. Ha sido mi labor pastoral ejercida durante todo este tiempo en la Iglesia Bautista Horeb: la proclamación, el bautismo, la Cena del Señor, pastoral fraternal, pastoral de la familia, hermenéutica comunitaria, la reconciliación, la restauración. El significado de las ordenanzas de la iglesia, como el bautismo y la Cena del Señor, no son características culturales de nuestros hermanos latinoamericanos. En todo caso, sería el bautismo que la Cena del Señor, y esto se debe a que la predicación del Evangelio en todos los lugares y circunstancias, es lo fuertemente característico. Hay que estimular ambas cosas: no se puede evangelizar tan abiertamente que lleguemos a descuidar la pastoral. No nos debe interesar, en este caso, tanto el número de fieles que se añadan a la iglesia, si no tenemos el suficiente cuidado de buscar la restauración fraternal y familiar de cada persona”.
Después de casi treinta años, de 1968 a 1997, de tener a su cargo el pastorado en la Iglesia Bautista Horeb, desde la cual tuvo un ministerio de alcance internacional, Rolando Gutiérrez Cortés duerme en el Señor y deja un nutrido grupo de personas impactadas por su vida. Sus anhelos y visión quedaron bien definidos en las palabras que pronunció, como presidente de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, en la sesión de apertura del Tercer Congreso Latinoamericano de Evangelización, que tuvo lugar del 24 de agosto al 4 de septiembre de 1992 en Quito, Ecuador:
“Iniciamos este Tercer Congreso Latinoamericano de Evangelización en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Bienvenidos a honrar al Padre con la ofrenda viva de cada ministerio que nos ha encomendado! ¡Bienvenidos a alabar al Hijo por su gracia inefable! ¡Bienvenidos a clamar por la unción del Espíritu Santo en nuestra convocatoria de anunciar todo el Evangelio para todos los pueblos desde América Latina!
Cuando Acab codició la viña de Nabot y con artimañas Nabot fue muerto junto con sus hijos para despojarle de la herencia de sus padres, la historia no terminó allí. Elías recibió palabras de justicia que Dios quiso darle; fue testigo del castigo y del perdón con que actúa en su soberanía con quien se arrepiente. Pero Elías oró y el fuego bajó de nuevo para arrasar con lo que debía ser borrado. ¡Oremos para que el fuego del Espíritu purifique a cada uno e incendie en cada corazón la llama de su gracia redentora!
Hay gobiernos, autoridades y poderes espirituales que luchan por destruir la confianza total en el poder redentor de la sangre de Jesucristo. Luchemos contra toda estrategia del maligno y celebremos en fe el triunfo que Jesucristo ha definido con su resurrección de entre los muertos. Oremos cada día, seguros de su intercesión; trabajemos en cada circunstancia, seguros de su voluntad salvadora para el mundo.
Echemos mano del Espíritu Santo para destruir toda resistencia, afirmando nuestro carácter como iglesias y nuestra actitud personal en nuestra dependencia total en Dios. Que todo asomo de orgullo sea dominado en cada uno. Que cada pensamiento en que coincidamos para llevar el Evangelio a todos los pueblos desde América Latina sea llevado primeramente cautivo al pensamiento de Cristo. ¡Aleluya, aleluya, aleluya!”
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