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Miguel Caxlán vuelve a Chamula

Martirio de Miguel Caxlán: vida, muerte y legado de un líder chamula protestante (II)

Fue un 24 de julio de 1981 cuando Miguel Caxlán, el líder de la pujante iglesia evangélica tzotzil ya no pudo escapar de sus perseguidores y fie asesinado en Chamula, después de que sus captores lo torturaron brutalmente. La semana pasada vimos parte de su vida, finalizando en el momento en el que -tras pasar dos años en la ciudad de México- Miguel retorna a San Jua
KAIRóS Y CRONOS AUTOR Carlos Martínez García 16 DE MAYO DE 2008 22:00 h

Su tío adoptivo le permite trabajar la parcela que antes había sido propiedad de los padres de Caxlán, y que al morir ellos queda en custodia de quien en la práctica adopta al huérfano. Por ese tiempo se casa nuevamente, él, además de labrar la tierra, junto con su esposa hacen piezas de alfarería. La pareja procrea seis hijos, en un lapso de nueve años. La situación económica de la familia es terrible, de pobreza extrema. Para él no existen horizontes de llegar a ser líder político/religioso, dada su insolvencia económica y baja reputación en el poblado. Miguel es un bebedor empedernido de posh desde su niñez y con frecuencia golpea a su mujer. El alcoholismo de Caxlán es una condición ominosa compartida por un alto porcentaje de chamulas, ya que la bebida embriagante juega un papel dominante en el sistema político/ritual en el pueblo tzotzil.
En la década de 1940 y principios de la de 1950, el alcohol –especialmente el aguardiente- desempeñó un papel integrante en las vidas seculares y sagradas de la mayoría de los tzotziles y tzeltales no protestantes, como todavía lo hace en la actualidad. El posh ha sido producido en Chiapas desde la conquista española, reemplazando las cervezas indígenas como la bebida de intercambio ritual, tanto en audiencias como en las transacciones matrimoniales. A partir del nacimiento y bautismo, el posh estuvo presente en todos los eventos importantes de la vida. Las comadronas eran remuneradas con aguardiente y los progenitores celebraban el nacimiento de un año con abundantes cantidades del mismo. Cuando el niño alcanzaba la adolescencia, el posh jugaba un papel crucial en los elaborados rituales de cortejo. Una vez que los padres de una joven aceptaban aguardiente de un pretendiente o sus representantes, se esperaba que concedieran la mano de su hija en matrimonio. Al final de la vida, el aguardiente y la chicha estaban presentes en los velorios, procesiones funerarias. Con frecuencia se enterraban botellas de bebidas alcohólicas con el difunto.(1)

Consignamos la existencia de discrepancia informativa respecto al trabajo de Miguel Caxlán en las fincas cafetaleras de Soconusco. Gary H. Gossen data el primer viaje cafetalero de nuestro personaje en 1940, cuando según él tiene 28 años ya que habría nacido en 1912, a la vez que abandona a su segunda esposa e hijos.(2) Pero un documento de procedencia evangélica reporta que Miguel Gómez Hernández desde su infancia, como muchos tzotziles, emprendió la larga travesía que va de Los Altos de Chiapas a la costa de la misma entidad: “Desde su niñez comenzó a visitar (durante la cosecha) las fincas cafetaleras, como es costumbre del pueblo chamula, porque en su pueblo natal no había fuentes de trabajo que les permitiera (a él y su familia) vivir más dignamente. Durante la temporada de siembra, sembraba maíz en su pequeño pedazo de tierra, pero la mayor parte del año debía buscar trabajo fuera de su pueblo para poder subsistir”.(3) La salida de su poblado para ir de jornalero a tierras lejanas le significó un aprendizaje sobre la situación de sus coetáneos: “El salir de Chamula le ayudó a aprender el idioma español y a darse cuenta que fuera de Chamula la vida había seguido su curso, y que los de su raza se habían rezagado porque su pueblo seguía viviendo en el atraso, la pobreza y la marginación”.(4)

Él fue uno de los miles de indígenas de Los Altos que se enganchó para trabajar en la costa chiapaneca. Supo lo que fue cambiar de su hábitat (usualmente frío, lluvioso y con neblina), al clima de calor extremo característico de la llamada región del Soconusco. Aquí trabajó en fincas cafetaleras, muchas de ellas propiedad de alemanes inmigrantes y después de sus descendientes. Experimenta encuentros con personas de trasfondos muy distintos al suyo, porque “La propia región del Soconusco carecía de población suficiente para satisfacer las necesidades de fuerza de trabajo de las fincas cafetaleras, por lo que los finqueros recurrían a la habilitación de trabajadores en los pueblos fronterizos de Guatemala, en las aldeas montañosas del vecino departamento de Mariscal y en los pueblos indígenas de Los Altos de Chiapas. Los trabajadores guatemaltecos y los de Mariscal pertenecían sobre todo al grupo mame y mochó; de Los Altos de Chiapas venían tzotziles y tzeltales; los jornaleros mestizos eran chiapanecos, oaxaqueños del Istmo y de otras partes del país. El Soconusco se convirtió así en un mosaico étnico y cultural”.(5)

Convertirse en reserva de mano de obra para otras regiones de Chiapas tiene, en el caso de Los Altos, un largo trasfondo histórico. El mismo cinceló el destino de miles de indígenas obligados a trabajar lejos de sus poblados y para enriquecer a finqueros, nacionales y extranjeros. Por varios siglos se construye un sistema que usa a los indios para producir en condiciones de indefensión ante sus explotadores:
El clima frío de Los Altos de Chiapas y el escaso interés de los colonizadores por hacerse de propiedades en la región permitieron que la recuperación demográfica de los indígenas fuese más precoz y rápida que en las regiones vecinas. De esta manera en la segunda mitad del siglo XVII, Los Altos de Chiapas encontraron su “vocación”: servir de reserva de mano de obra barata para aquellas regiones de Chiapas y de Tabasco en las que la población era escasa. A lo largo de más de tres siglos, Los Altos de Chiapas desempeñaron esta función a través de mecanismos jurídicos y económicos en los que nunca estuvo ausente la coerción social. El primero de estos mecanismos fue la imposición del pago del tributo en dinero para obligar con ello a los indígenas a ir a trabajar a las plantaciones de cacao limítrofes entre Tabasco y Chiapas o en las haciendas ganaderas y azucareras de los frailes dominicos de Ocosingo. Después de la Independencia se decretó el pago de un impuesto “por cabeza” –la capitación- y se procedió a despojar a los indígenas de sus mejores tierras, para obligarlos a ir a trabajar a las grandes propiedades de la Depresión Central. Finalmente a fines del siglo pasado y durante gran parte del actual, el monopolio sobre la venta de aguardiente y el tristemente célebre sistema de enganche permitieron asegurar una mano de obra constante a las fincas cafetaleras del Soconusco y del norte de Chiapas.(6)

Para finales del siglo XIX el Soconusco era la zona chiapaneca más desarrollada económicamente. Ello descansaba en la producción y exportación del café. La región cafetalera tenía un estatus excepcional en el conjunto de las condiciones generales de Chiapas: “Era la única región en el estado por la que atravesaba el ferrocarril y la que tenía un relativamente fácil acceso a los puertos del Pacífico (Ocós y San José en Guatemala y Puerto Madero en territorio mexicano). De esta manera, Soconusco estaba comunicado con los mercados norteamericanos de San Francisco, Nueva Orleáns, Nueva York, y con los mercados como Hamburgo, Bremen y Rótterdam. El café del Soconusco llegó a producir más de la mitad de los ingresos del estado”.(7)

El éxito de las plantaciones cafetaleras requería crecientemente de mano de obra. Era necesario buscarla donde abundara y fuese barata. Fue así que los finqueros recurrieron a los enganchadores, personajes que organizaron contrataciones ventajosas entre los pueblos indios de Los Altos de Chiapas. En pocos años el panorama laboral tuvo transformaciones que, con el paso de los años, tendrían repercusiones socioculturales y religiosas por toda la entidad. Hacia 1895 había menos de 5 mil trabajadores en las fincas de café, prácticamente todos ellos residían en las mismas fincas o cerca de ellas. Pero en “1910, contando todas las regiones, había más de veintiún mil –diez mil de ellos migrantes de largas distancias de Los Altos”.(8)

Entre 1915 y 1919 los jornaleros alteños fueron impedidos, por los partidarios de la facción revolucionaria encabezada por Venustiano Carranza,(9) de viajar a las fincas costeñas, también por ley se prohibió la práctica del enganchamiento a través de adelantar dinero a los trabajadores para que emprendieran, por su cuenta y riesgo, el largo viaje de Los Altos al Soconusco. A partir de 1920 se reanuda la contratación de indígenas tzotziles y tzeltales, a quienes realizar la travesía desde sus tierras al Soconusco les llevaba entre 7 y 11 días en las más tortuosas condiciones.

Como miles de chamulas, Miguel Gómez Hernández hizo el mismo largo y penoso éxodo. Recorrió la ruta geográfica y sociocultural que antes anduvo el, tal vez, más famoso integrante de su etnia: Juan Pérez Jolote, de quien Ricardo Pozas hizo un relato de su vida.(10) Pérez Jolote tuvo que pagar una deuda contraída por su padre, doce pesos. Junto con su tío Marcos emprende el viaje hacia el Soconusco, travesía que le lleva varios días realizar. En la finca de cacao y hule, recibe un salario de diez centavos diarios. A diferencia de otros de sus compañeros indígenas, mexicanos y guatemaltecos, decide cambiar su indumentaria tradicional por pantalón y camisa. El resultado es que, evoca, “Los compañeros me hacían burla porque era yo vestido de ladino, porque había dejado mi vestido de chamula”.

Otro personaje que llegaría a tener un muy importante liderazgo entre la comunidad chamula protestante, Domingo López Ángel, también hizo el viaje de San Juan Chamula hasta el Soconusco. Durante seis años trabajó en una finca cafetalera, en ese lapso se convirtió al protestantismo, lo hizo en 1966. Como consecuencia, aprendió a leer y escribir. Inicialmente su compromiso religioso fue con la Iglesia presbiteriana. Regresó a su lugar de origen con el objetivo de compartir su nueva fe. Al encontrase con crecientes actos de hostilidad por parte de los chamulas tradicionalistas, hace causa común con compañeros de su misma fe y católicos identificados con la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas, presidida por el obispo Samuel Ruiz García, para enfrentar el control político/religioso de los caciques chamulas.(11)

Lejos de su hábitat original los trabajadores tzotziles, y en el caso que estamos describiendo particularmente los chamulas, entran en contacto con la diversidad étnica, lingüística, cultural, política y religiosa. Las conversiones al protestantismo en las fincas cafetaleras tuvieron una gran importancia, sin embargo ha sido poco analizada por los especialistas del cambio religioso. Contamos con suficientes indicios para afirmar que los chamulas conversos en el Soconusco fueron un factor fundamental para la implantación del protestantismo en su municipio a partir de los primeros años 60´s del siglo XX.(12)



1) Stephen E. Lewis, “La guerra del posh, 1951-1954: un conflicto decisivo entre el Instituto Nacional Indigenista, el monopolio del alcohol y el gobierno del estado de Chiapas”, Mesoamérica, año 25, número 46, enero-diciembre de 2004, p. 112-113. Para comprender el rol jugado por el posh en otro municipio de Los Altos, San Pedro Chenalhó, consultar Christine Eber, Women and Alcohol in a Highland Maya Town. Water of Hope, Water of Sorrow, Austin, Texas, University of Texas Press, 1995, 303 pp.
2) Gossen, Op. cit., p. 221.
3) Anónimo, “Jmol Miquel”, en Comunión, La revista de los creyentes, número 10, junio de 1994, San Cristóbal de Las Casas, p. 19.
4) Ibid.
5) Daniela Grollová, “Los trabajadores cafetaleros y el Partido Socialista Chiapaneco”, en Juan Pedro Viqueira y Mario Humberto Ruz (editores), Chiapas: los rumbos de otra historia, México, UNAM-CIESAS-CEMCA-Universidad de Guadalajara, 1998, p. 198.
6) Juan Pedro Viqueira, “Los Altos de Chiapas: una introducción general”, en Juan Pedro Viqueira y Mario Humberto Ruz (editores), Op. cit., p. 222.
7) Ibid., p. 197.
8) Jan Rus, “El café y la recolonización de los Altos de Chiapas. 1892-1910”, en Mercedes Olivera y María Dolores Palomo, México, CIESAS-COCyTECH-Publicaciones de La Casa Chata, 2005, p. 254.
9) Presidente Constitucional de la República Mexicana del primero de mayo de 1917 hasta su trágico asesinato en Tlaxcalantongo, Puebla, el 21 de mayo de 1920; Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México, tomo uno (cuarta edición), México, Editorial Porrúa, 1995, p. 615-616.
10) Ricardo Pozas, Juan Pérez Jolote, biografía de un tzotzil, Fondo de Cultura Económica, México, 3ª. ed., 25ª reimpresión (1ª. ed., 1952), 117 pp.
11) Gabriela Robledo Hernández, Disidencia y religión: Los expulsados de San Juan Chamula, Universidad Autónoma de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, 1997, pp. 109-110.
12) Carlos Martínez García, Poligénesis del cristianismo evangélico en Chiapas, México, Ediciones El Faro, 2004.



Artículos anteriores de esta serie:
1La vida de Miguel Caxlán
 

 


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