Si usted busca en el diccionario la(s) definición(es) de adelantado, se va a encontrar con un surtido, como en botica, de las cuales podrá escoger la que mejor le parezca. En el caso de D. Rodrigo Díaz de Carreras nos quedamos con aquella que dice: «Título concedido, hasta fines del siglo XVI, a la primera autoridad política, militar y judicial en las colonias españolas de América». Nos sentimos tentados a adentrarnos un poco en la letra de esta excepcional cantata del conjunto musical argentino, especialmente para recordar a nuestros amigos conquistadores que los aborígenes con los que se encontraron aquí no eran tan… digamos… retrasados como los adelantados creían. Pero como este no es el propósito de lo que queremos escribir hoy, preferimos quedarnos con las ganas y acometer la tarea que nos hemos propuesto.
La Asociación Latinoamericana de Escritores Cristianos, ALEC publicó, en 2006, siete obras producidas casi en un cien por ciento por miembros de la Asociación que empezaban a perfilarse como escritores. Digo casi en un cien por ciento porque uno de ellos, el pastor madrileño José Luis Navajo ya venía escribiendo y varios de sus libros habían salido publicados. Lo que pasó con él fue que supo de ALEC, le pareció atractivo el proyecto y quiso unirse a nosotros. Le dimos la bienvenida gustosos y publicamos, entre las siete obras, su
Cartas desde el corazón. Hoy día, nuestro querido amigo José Luis sigue escribiendo y tenemos entendido que se le siguen publicando sus libros. Nos alegramos y no dudamos que las obras que van saliendo de su pluma están llevando bendición a mucha gente en nuestro mundo de habla hispana como la ha llevado su Cartas.
La meta que se ha puesto ALEC es variada. O, para usar una expresión deportiva, podríamos decir que en la ruta de ALEC hay una serie de metas volantes antes de llegar a la finalísima.
Una de las metas volantes es formar escritores cristianos hispanos que produzcan permanentemente. Casi no nos atrevemos a usar la expresión «escritores profesionales» porque tiende a asustarnos y a distorsionar un poco la visión original. Asustarnos, porque sugiere que Melsy Navarrete, por ejemplo; o Verónica Rossato solo para citar a dos, terminen renunciando al trabajo que vienen realizando y se dediquen, de tiempo completo, a escribir. Y que lo que produzcan les dé suficiente ganancia para poder vivir de la profesión de escritores. Este es el concepto de escritores profesionales, que a la mayoría de nosotros, en ALEC, nos parece tan irrealizable. Y aunque pensamos que no, posiblemente ninguno de los de la presente generación pueda llegar a ser un escritor que viva de lo que produce. ALEC, sin embargo, va más allá con su aspiración y esperanza. Porque creemos firmemente que llegará el día cuando tengamos, también nosotros, Max Lucados, Frank Perettis, Barbaras Johnson, Gary Smalleys o unos cuantos César Vidal. ¿Por qué no? ¡Trabajamos para eso y alcanzaremos esa meta! Y a distorsionar un poco la idea original, porque lo que los autores salidos de las aulas de ALEC deben tener como motivación y fin de sus esfuerzos debe ser siempre proclamar las buenas nuevas del Reino y no ganar fama o dinero. Si dinero y fama llegan, y tendrán que llegar, bienvenidos. Pero esto no debe ser, en ningún caso, la motivación para escribir.
Pero volvamos a los adelantados.
La exigencia que les pone ALEC a los escritores es que escriban una novela por año. ¿Mucho tiempo? ¿Poco tiempo? ¿Posible? ¿Imposible? ¡Es la meta! El que quiera alcanzarla, la alcanzará. Y el que no, la alcanzará en un año y medio o dos. Pero la meta es inamovible. Pues bien, en 2007 comenzamos a trabajar para producir en doce meses, nueve obras nuevas. Y aunque como en la canción infantil de los diez perritos que teníamos terminamos sin ningún perro, porque uno se me fue a la nieve y no me quedaron más que nueve, y otro se me ahogó en el Mapocho y no me quedaron más que ocho y a otro me lo mató un cuete y no me quedaron más que siete, y a otro me lo mató un buey y no me quedaron más que seis, y otro se me murió de un brinco y no me quedaron más que cinco, y otro se me perdió en el teatro y no me quedaron más que cuatro, y otro se me volvió al revés y no me quedaron más que tres y de los tres que me quedaban uno se murió de tos y no me quedaron más que dos y de esos dos a uno me lo mató un vacuno por lo que no me quedó más que uno y ese uno se me fue para el cerro de modo que al final, no me quedó ningún perro.
De los nueve proyectados, digo, hubo que rebajar la novela de Luis Ruiz, de Barcelona quien, después del accidente automovilístico que sufrió con su esposa en octubre de 2007 todavía está en el proceso de recuperación por cuya razón no ha podido terminar su novela, que sigue en proceso. Luego, además de Luis, dos otros escritores incipientes, Miguel Angel Moreno Gómez y Febe Jordà a partir de este año se han entendido directamente con la editorial Thomas Nelson que es la que está interesada en seguir publicando sus obras después de Peones ciegos y La llave que lanzaron bajo su sello en noviembre de 2007. ALEC se ha desentendido de estos tres autores, de modo que de los nueve que tenía no me van quedando más que seis. Y de los seis que yo tenía, uno se me fue a un concurso de modo que no me quedaron más que cinco (perdonen la falta de rima). Y de los cinco que me quedaban, dos están en proceso de terminarse de escribir y una en proceso de revisión, de modo que no me quedan más que dos. Y estos dos son los adelantados de que hablábamos al comienzo.
¿Nos sentimos tristes porque terminamos con solo dos? ¡De ninguna manera! ¿Hemos perdido las esperanzas en cuanto a los otros seis? ¡Jamás! ¿Vamos a ceder en cuanto a las exigencias de calidad que hemos venido aplicando desde el comienzo? ¡Ni tal Dios lo quiera!
¡No! Mario Cardona (de Miami) con su
El guardián de las delicias sigue teniendo toda nuestra atención; Bertha Carpio (de Quito, Ecuador) con su
La mujer sin nombre, igual; Olinda Luna (de Miami) con su
La vendedora de púrpura, idem.
De igual manera, seguimos ocupados y preocupados con los prospectos surgidos del seminario de Lima de noviembre pasado y, por sobre eso, este junio, si Dios quiere, estaremos en Maracay, Venezuela, celebrando un seminario al que se espera que concurran unas cien personas.
Sobre
Los hijos del cautiverio y
Tiempo de canela, que son las dos novelas que tendremos ya en forma de libros en la Escuela para Escritores, del 16 al 22 de mayo en Miami, habrá que escribir un artículo aparte, que esperamos tener listo para la próxima semana.
Pero, siguiendo con la idea de los adelantados, queremos adelantar que estas dos obras aparecen con una calidad narrativa y un contenido que habrá de causar admiración no solo al lector de la calle, sino a los editores y gente especializada. Es lo que ALEC procura hacer con sus autores y lo que producen: algo de primera calidad que no solo entretenga y eduque sino que, además, lleve entretejido en sus páginas el amor de Dios, que es el que cambia las vidas y proyecta al ser humano a esferas no alcanzables solo por la buena literatura. La buena literatura, como
Los hijos del cautiverio, Tiempo de canela, La llave, Peones ciegos, Potifar, Desesperanza, Una flor roja, Cartas desde el corazón y
Séfora deben llevar, y los libros de ALEC lo llevan, el sello de bendición de Dios y salen al mundo a cumplir la obra para la que han sido escritos y enviados.
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