Farris, etiquetado como un músico de piel blanca con alma negra, arrastra una aureola de perdedor gracias a las escasas vendas con su banda, a pesar de su elevado nivel. Su carrera en solitario arrancó con un memorable trabajo, aunque su último gran reserva responde al nombre de
Salvation in lights (INO Records, 2007), un álbum que Farris presenta con las palabras de ánimo de Moisés hacia el pueblo que huía de Egipto en las que les recuerda que Dios “luchará por vosotros”. El disco ya se codea con total impunidad en las influyentes cubetas y listas de discos cristianos que pululan por los Estados Unidos, pero lo cierto es que el álbum es una joya no solo por ser un fabuloso canto a Dios, si no por su calidad musical, característica que no siempre se cumple en las citadas cubetas.
El disco combina temas propios de Farris (capaz de evocarnos unas texturas que pueden moverse desde Tom Waits en la oscura
Devil don´t sleep hasta Terence Trent d´Arby con perlas como
Street of Galilee y
Selah! Selah!) con un par de adaptaciones de temas cristianos tradicionales (el explosivo
Sit down servant que abre el disco y
Precious Lord take my hand) y hasta atreviéndose con el clásico del gran Sam Cooke
Change is gonna come, del que sale como absoluto triunfador. El trabajo de Farris rebosa gospel, soul, rock sureño de raíces, Motown, Stax, country, y alguna otra etiqueta que los críticos de turno hayan ideado para describir con la mayor precisión posible los recovecos que aparecen en los caminos de la creación musical.
Grabado en Nashville, el mismo Farris escribe en las notas de agradecimiento que el disco está dedicado “al espíritu de la música del sur, cuna de toda la música americana, y a todos los cantantes y músicos que vinieron antes de nosotros”. Pero también
hace un agradecimiento especial a “mi salvador y salvación Jesucristo. Estuviste conmigo en mis horas más oscuras”. El antiguo frontman de los Screamin´ no solo vive un renacimiento musical; también vive uno de espiritual, después de una vida ensombrecida por episodios muy oscuros.
Farris tiene ahora 36 años y en su currículum musical atesora el liderazgo de los imprescindibles Screamin´ Cheetah Wheelies, aunque después también formó parte de Double Trouble, la formación que acompaña al histórico Steve Ray Vaughn. Su debut en solitario se produjo hace cinco años, con el álbum
Goodnight sun, pero su consolidación llega con él, repito e insisto, disco del año:
Salvation in lights. Su trayectoria musical es brillante, pero el tono se oscurece por lo que hace a su vida: drogas y alcohol han campado a sus anchas por las venas y el cerebro de Farris, que incluso flirteó con la muerte después de una sobredosis. La muerte de un ser muy cercano le ayudó a abrir los ojos, y lleva ya un par de años alejado de esos venenos, para centrarse en un disco en el que han colaborado un largo listado de músicos. Entre ellos, Dave Rorick (bajista del gran
hombre de negro, Johnny Cash, con algunos episodios calcados a la vida de Farris) y Ann McCrary-West, corista en algunos álbumes de corte más gospel del descomunal Bob Dylan (de hecho, los cronistas dylanianos hablan de un “periodo cristiano”).
Los críticos musicales americanos andan enfrascados en si etiquetar el álbum de Farris como rock cristiano o no, però lo cierto es que el tono gospel (letras incluídas) ha calado fondo en ese fabuloso cajón de sastre que es la llamada Americana, una etiqueta donde confluyen lo mejor del rock, el blues, el folk y el country, con formaciones tan diversas como Wilco o los Drive-by-Truckers.
¿Qué piensa, no obstante, el mismo Farris? En una reciente entrevista publicada por el magazín Christianity Today, el músico explica cómo sus padres se separaron cuando él tenía 11 once años. En ese momento, su padre desapareció del mapa, sin más explicaciones. Cinco años después, un adolescente Farris ya era drogadicto. Con 21, tuvo una sobredosis y su vida dio un primer vuelco al convertirse y mirar hacia Dios. La tentación, no obstante, pudo con él y se reenganchó hasta hace tan solo un par de años. “Tardé otros 15 años en encontrar mi camino”, asegura. Actualmente, se halla “donde Dios quiere que esté” y la música “es mi mejor oración”, añade. No tiene reparos en afirmar que se arrastró por el infierno de las adicciones durante sus años de gira con su banda anterior, con la que llegó a tocar al lado de gigantes como los Allman Brothers, los ZZ Top o Blues Traveler.
Las palabras de ánimo de Moisés que ilustran la contracubierta del disco nos recuerdan a un Farris que, como músico, siempre ha estado en el pelotón de cabeza de la calidad, pero con un alma renacida y que ya no quiere abandonar lo que él mismo define como “el regalo que Dios me hizo”.
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