Convertir a la divinidad en curandera con horario fijo, transforma también al hombre en marioneta dirigida desde arriba por los hilos caprichosos de los dioses ¿No era esto también lo que creían los antiguos griegos y los romanos paganos?
El cristianismo de Cristo es un movimiento de solidaridad con lo sagrado y lo más sagrado del cosmos, aparte del Dios trino, es el propio ser humano. Ninguna otra fe religiosa es tan respetuosa con la humanidad como el Evangelio de Jesucristo. Y él fue precisamente quien afirmó ser la verdad y que al conocerla, el hombre llegaría a ser libre.
Pero ¿puede haber espacio para la libertad cuando se pretende obligar a Dios a que intervenga en la vida humana y se someta a los designios del hombre? ¿acaso hay libertad cuando se concibe al hombre como esclavo de Dios y se le dice que si no se cura es por su falta de fe?
La mayor paradoja de la historia fue contemplar a Dios muriendo en el Gólgota como un miserable malhechor. Pero precisamente gracias a esa impotencia divina, el hombre es libre para elegir entre la Vida y la Muerte. Sin embargo, cuando se predica un Dios autoritario que no respeta la libre voluntad del hombre o que reparte sus dones de manera caprichosa, en función de la insistencia o de los méritos humanos, se le hace un flaco servicio a Dios y al ser humano. A Dios porque él no quiere actuar así y al hombre porque se le arranca de cuajo el sentido de la responsabilidad cristiana y el libre albedrío. Se olvida que el Dios que se revela en Jesucristo no se impone, sino que se ofrece.
Lamentablemente muchas de tales reuniones religiosas, en el fondo, no se hacen para rendirle honor a Dios sino para beneficiar a ciertos hombres que buscan poder, prestigio o el sometimiento de los demás. Pero además, lo que se consigue con todo esto es difundir una imagen negativa de Dios, como si fuera un amo despótico que sólo se gozara robando la dignidad del ser humano.
Jesús siempre luchó contra esta tendencia de los religiosos de su tiempo por falsear las relaciones entre el hombre y su Creador. El Maestro se opuso también a la servidumbre espiritual entre los propios hombres. De ahí su singular idea acerca del prójimo, mediante la cual enseñaba que el respeto a otro ser humano es semejante al respeto que se debe a Dios.
No hay que olvidar que la lucha de Jesús contra la perversión religiosa de su época fue el principal elemento que le condujo a la cruz. Frente a esta sed contemporánea de señales, milagros y curaciones es bueno recordar las palabras críticas del Señor relatadas en el Evangelio.
“Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal. El respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.” (
Mt. 12: 38-40).
Contra toda la milagregría que se detecta en ciertos círculos evangélicos, la Biblia enseña que sólo la muerte de Cristo y su resurrección constituyen el milagro definitivo que puede dar vida al ser humano. Hacia ese acontecimiento histórico debe apuntar la predicación evangélica que desee tratar al hombre y a la mujer de hoy como personas libres, dueñas de su destino y colaboradoras de Dios en la historia.
Por el contrario, todo aquello que tenga que ver con el esoterismo pseudocristiano, la superstición religiosa o la escatología ficción debe ser rechazado y abandonado por las iglesias evangélicas.
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