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Bienvenido, 2008

Cuando pasamos de un siglo a otro, hace de esto ocho años, se anunciaron catástrofes, portentos, fenómenos extraños en el cielo, turbación y temores en la tierra, nacimientos prematuros, embarazos desbaratados, agua que se convertía en sangre y sangre convertida en agua. Como si las leyes que rigen el Universo dependieran de una vuelta de hoja del calendario. Nada de esto ocurrió, por supuesto. El primer día del siglo XXI amaneció como todos los del siglo XX. Nublado por aquí, soleado por allá,
EL ESCRIBIDOR AUTOR Eugenio Orellana 29 DE DICIEMBRE DE 2007 23:00 h

Hoy nos aprestamos a despedir al viejo y darle la bienvenida al nuevo. La gente se reunirá en sus casas, en la iglesia, en los restaurantes, en la playa para cumplir con esta tradición universal. Y el primero de enero de 2008 será tan parecido como el 31 de diciembre de 2007. Algunos orarán, otros beberán. Muchos jurarán cambios en sus hábitos y prometerán a Dios cosas que quizás cumplan, quizás no. Nosotros, como ha sido la tradición de familia desde siempre, saldremos de 2007 y entraremos a 2008 orando a Dios. Dándole gracias por lo que nos dio y dándole gracias por lo que nos dará. Por lo que recibimos y por lo que dejamos de recibir. Reconociendo que por sobre todo planeamiento humano está el Suyo, que se va desarrollando pese a todo lo que el hombre se atreva a organizar.

El paso de un año a otro es tan importante como el paso de un día a otro. O de una hora a la siguiente. O de un minuto a otro minuto. Pasarlo dando gracias y reclamando la protección y bendición del Altísimo(*) es la mejor actitud que puede asumir el hombre.

¿Seguirán las cosas relacionadas con el Planeta Tierra y el Universo siendo siempre así? ¿Imperturbables? ¿Ajenas a la vida de los hombres? No. No siempre será así. Llegará una época, que no sabemos cuán cerca o cuán lejos está, en que habrá cambios profundos, dramáticos, terroríficos. O aterrorizantes. Habrá cambios tan espectaculares que una locura colectiva se apoderará de los seres pensantes. Y de los no pensantes. Y del Universo. Algunos hombres y algunas mujeres, desesperados, perderán el control y buscarán refugio donde no lo encontrarán. Los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos y todo siervo y todo libre, se esconderán en las cuevas y entre las peñas de los montes. Y dirán a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?

Entre estos estarán los que manejan hoy día a su antojo y amaño la economía mundial, los que hacen subir y bajar los índices en las bolsas de valores del mundo, los que no vacilan en seguir destruyendo nuestro hábitat y con ello aumentando dramáticamente el desequilibrio eco-ambiental de esta nave en la cual estamos todos embarcados. Pero a la vez que habrá quienes no resistirán la mirada de aquel que está sentado en el trono, habrá otros que sí la resistirán. Y no solo la resistirán, sino que se solazarán en ella. Estos últimos no le temerán a la muerte. No verán la necesidad de esconderse; más bien estarán esperando que pase pronto este caos universal para instalarse a vivir por toda la eternidad precisamente con Aquel que está sentado en el trono, el Cordero de Dios.

En la historia que contó Jesús de aquel rico que se pasaba la vida haciendo banquetes y comiendo con esplendidez con sus amigos y amigas mientras a las puertas de su palacio había un mendigo lleno de llagas y muerto de hambre, hay una figura espeluznante. Muertos los dos, va cada uno a un lugar diferente. El rico, atormentado en el suyo, le pide al padre Abraham que mande al mendigo a aliviar sus angustias. O que si no, que mande a alguien a la tierra a prevenir a sus parientes a que cambien su actitud para que no tengan que llegar al mismo lugar de tormento donde él se encuentra. Pero la respuesta del padre Abraham es categórica: No hay que mandar a nadie porque allá está lleno de gente que les está advirtiendo de los peligros que corren si no modifican sus estilos de vida. «Que los oigan a ellos», le dice Abraham al rico. Pero la gente no oirá. No hará caso. Más bien se pondrán más rebeldes y con cada sufrimiento, en lugar de acercarse a Aquel que alivia todo dolor, se alejarán más de él, con lo cual sus sufrimientos se multiplicarán. Muchas de estas cosas están anunciadas para el futuro pero cuidado, que ya varias de ellas se están dando en nuestros días (ya estamos viviendo en el futuro), especialmente las que tienen que ver con el desprecio que las muchedumbres hacen al llamado a la paz espiritual que les hace en todos los tonos y desde los cuatro puntos cardinales de la Tierra, el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.

La verdad es que esto no era lo que pensaba escribir como el artículo final de este año. Más bien quería compartir la emoción que vivimos en la Asociación Latinoamericana de Escritores Cristianos, ALEC, que es la razón de nuestro existir, ante la posibilidad de tener, en mayo de 2008, siete nuevas novelas no solo ya escritas, sino impresas. Y con posibilidades de nueve.

En 2006 se publicaron las primeras siete producidas por gente de ALEC y que salieron al mercado hispanoamericano en forma de una colección, la Colección Primicias. Ahora, en estos mismos momentos, hay nueve(**) personas dándole algunos los toques finales a sus nuevas novelas y otros escribiendo entusiasmadísimos con miras a terminarlas antes del mes de marzo. Esto es una buena noticia, sin duda. Si no para muchos, para nosotros que trabajamos desde nuestro sitio para mejorar un poco el mundo en que vivimos.

Les adelanto los títulos tentativos de siete de ellas, y sus autores: Los hijos del cautiverio (Melsy Navarrete, de Chillán, Chile), El profeta de agua (Ana Rando, de Málaga, España), La vitrina carmesí (Miguel Angel Moreno Gómez, de Madrid, España), Palabras mágicas (Febe Jordà, de Barcelona, España), El guardián de las delicias (Mario Cardona, de Miami, Florida), Fajime, la mujer siriofenicia (Olinda Luna, de Miami, Florida), El kaftán azul (Verónica Rossato, de Fes, Marruecos). Esperamos que algunas de ellas sean publicadas directamente por las casas editoriales que cubren con sus producciones el mercado hispanoamericano.

De modo que estamos despidiendo el año con alegría y esperando al nuevo con esperanzas. Las esperanzas de seguir aportando con nuestros granitos de arena a este esfuerzo común del pueblo cristiano de habla hispana de hacer un poco mejor, o un poco menos peor, el mundo en que vivimos.

¡Enhorabuena! Y felicidades en este nuevo año a nuestros amigos: lectores, ejecutivos y colegas contribuyentes de P+D.



(*) A propósito, alguien le preguntaba a un amigo: ¿Sabes tú por qué en las catedrales de Europa hacen las puertas tan grandes y altas? ¡Las hacen así para que pueda entrar el Altísimo!

(**) Hay aún otros dos, Luis Ruiz Doménech, de Barcelona y Bertha Carpio, de Quito, Ecuador que también forman parte de este segundo grupo aunque ellos son también del primero. Luis Ruiz (”Potifar”) se encuentra recuperándose de un serio accidente automovilístico que sufrió en octubre pasado y Bertha Carpio (“Una flor roja”) aun no le ha dado un título tentativo a la novela que escribe. Pero esperamos que ambos puedan alcanzar a sus compañeros de fórmula antes que lleguemos a mayo, cuando volvamos a reunirnos, Dios mediante, en Miami, en la Feria Internacional del Libro Cristiano, EXPOLIT, donde ALEC lleva a cabo año a año su Escuela para Escritores.
 

 


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