Son muchos los sentimientos que afloran en el periodo navideño y espero que pocos tengan el atrevimiento de criticar que me adelanto al evento, puesto que ya que estamos inmersos en el compulsivo sistema de mercado de comprar y comprar.
Algunos pretenden librarse debido a subida hipotecaria, pero aún así, se animan a seguir la escalada de precios y reubican la hipoteca en periodos aún más largos, siguiendo con valentía el ritmo de vida que se nos impone, no sé bien desde dónde. Lo que sí me parece saber, es que volveremos a interpretar todos juntos, como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, la Farsa teatral de que todos somos buenos, agradables, generosos y serviciales. Sin embargo, no debemos engañarnos a nosotros mismos al observar que en nuestra ciudad, en nuestra provincia y en nuestro País, hay mucha gente que sufre y lo pasa realmente mal. Es cierto que las familias se juntan, cuando se juntan, y no es menos cierto que los decorados animan a que los más pequeños a hagan volar su imaginación y fantasía, haciéndonos creer que lo más inverosímil existe, y que lo más inerte cobra ánima. Sin embargo, el verdadero significado está tan disperso, que cualquier parecido, es pura anécdota. Hoy las circunstancias son las que marcan, lo mejor y lo peor de cada Navidad, y tras el atentado de los asesinos en Francia, en especial para sus familias, estas serán unas Navidades amargas y sin sentido. Vaya para ellas mi expresión más profunda de dolor. Cada día nuestra sociedad está en cambio. Los expertos aseguran que debemos prepararnos para lo peor si no modificamos nuestras conductas cara al medioambiente, al consumismo y otros elementos. Pero pocos tienen en cuenta la dimensión espiritual del ser humano. La búsqueda de lo trascendente a través de diversos medios, hace que la insatisfacción abarque un periodo muy largo en la vida, creando un hálito de depresiones difícilmente superables, al comprobar que es imposible ser feliz en un mundo globalmente insatisfecho e injusto. Ante esta percepción pesimista, los hombres reinventamos la Navidad mirando hacia cualquier lado, menos hacia arriba. No sea que comencemos a reflexionar y se conviertan, esos días dulces, en agridulces. Pero hay más.... Si el tiempo que pasamos con nuestra familia o con nuestros hijos se limita a la Navidad, y poco más, puede ocurrirnos lo que cuentan por ahí. Que un padre riñó a su hija por haberle hecho un regalo con una caja que no contenía nada. La niña se echó a llorar y le dijo a su padre que la caja no estaba vacía, sino que la había llenado de besitos. El padre, volviendo en sí, pidió perdón y aprendió la lección. Lo aparentemente superfluo puede ser muy importante. En la época navideña afloran muchos sentimientos y suele haber momentos de reflexión. Si sabemos canalizarlos positivamente, hasta es posible que resolvamos sobrevivir todo el año, como pretendemos vivir en Navidad. Pero lo más importante será estar seguros en quién hemos creído, si es que creemos en Jesús como Salvador y Señor, y al mismo tiempo manifestar a todos que si existe la Navidad, es porque Dios nos miró, y tuvo misericordia de nosotros.
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
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José era alguien de una gran lealtad, la cual demostró con su actitud y acciones.
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