Y algunos intelectuales llaman a esta situación: la “normalización de la sexualidad”. ¿Qué puede haber de normal en mostrar pornografía a los niños?
Al mismo tiempo, aumenta cada vez más el tamaño de ese binomio de violencia y sexo que acoge todo tipo de perversiones sexuales y deseos eróticos desenfrenados. Hasta los niños se ven como objetos valiosos en este mercado inmoral y son buscados por los pederastas.
La actual situación de crisis familiar deja, cada vez más, a muchos pequeños desamparados ya que sus padres se desentienden de ellos o se prestan a cederlos a cambio de dinero.
Los niños son generalmente los grandes perdedores en las crisis domésticas de los adultos.
Es cierto que siempre se ha abusado de los niños a lo largo de la historia, pero en el mundo globalizado actual este abuso adquiere rasgos novedosos. “Lo nuevo es la desintegración de las sociedades tradicionales en todo el mundo, que deja a los niños indefensos en tierra de nadie de los barrios bajos de las megaciudades. Lo nuevo son los niños de Pakistán tejiendo alfombras para la exportación mundial a través de las redes de proveedores de los grandes almacenes de los mercados opulentos. Lo nuevo es el turismo global masivo organizado en torno a la pedofilia. Lo nuevo es la pornografía electrónica en la red a escala mundial. Lo nuevo es la desintegración del patriarcado, sin que sea reemplazado por un sistema de protección infantil a cargo de nuevas familias o del Estado. Y lo nuevo es el debilitamiento de las instituciones de apoyo a los derechos de los niños” (Castells,
La era de la información, vol. 3, 1999: 186).
Estas macabras novedades son consecuencia de la rotura de la familia como institución fundamental de la sociedad. En Estados Unidos, uno de los países más ricos del mundo, casi el 22% de los niños viven en la pobreza a causa de la crisis del patriarcado que ha destruido sus familias, haciendo que sean sobre todo las mujeres y los pequeños quienes se lleven la peor parte.
También en países mucho más pobres, como el Zaire, Camboya u otros de América Latina, algunas familias abandonadas por el padre y sumidas en la miseria se vean obligadas a vender sus niños para sobrevivir. Éstos quedan así indefensos y son explotados por adultos sin escrúpulos.
La destrucción familiar tiene como consecuencia en la aldea global el surgimiento de lo que el conocido profesor de lingüística, Noam Chomsky, ha llamado el “espíritu-anti-niños” (Chomsky & Dieterich,
La aldea global, 1997). La aparición de una sociedad que ignora las necesidades de los menores y se muestra contraria a ellos.
Aquellas palabras de Jesús: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos” (Mt. 19:14), nunca se han incumplido tanto como en la actualidad, pues éstos no sólo son marginados desde el mismo vientre de la madre, practicándoles el aborto, sino que después de nacer a muchos se les niega también la formación académica y espiritual, el alimento o el cariño.
La crisis del patriarcado repercute en la falta de atención a la infancia, en el descuido de su educación o en el maltrato. También incide en el alcoholismo infantil, el uso de drogas o la criminalidad en que incurren tantos pequeños. Al derrumbarse la familia que era la mejor escuela de la vida, el mundo se convierte en un lugar inhóspito y hostil para la infancia.
Asimismo los adultos resultan también perjudicados por la crisis familiar. Es cierto que
las mujeres separadas pasan por situaciones económicas y afectivas difíciles, sobre todo si tienen que seguir manteniendo a sus hijos y buscando autonomía o supervivencia personal.
Pero, no es menos cierto que los hombres solos se suelen desenvolver mucho peor que las mujeres. Algunos maridos caen en el alcoholismo o la drogadicción después de una ruptura matrimonial.
Las estadísticas acerca de los hombres que viven solos indican que su expectativa de vida disminuye de forma notable, tienen peor salud, se cuidan menos e incluso, según tales estudios, las tasas de depresión y suicidio aumentan sensiblemente en relación a los varones casados o que viven en pareja.
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