Concluyo que me perderé el cuatro de julio. Me perderé los bosques de Oregón, los rostros pétreos de los presidentes en el monte Rushmore, y la escultura de Lincoln en Washington. Me perderé partidos de hockey, de baloncesto, y de fútbol americano. No veré más edificios de Frank Lloyd Wright, ni Cabo Cañaveral. Me hubiese gustado pasear por las calles por las que pasó Martin Luther King cuando contó sus sueños; o detenerme en Elm Street para conmoverme con el asesinato de Kennedy. Dentro de tres días, cuando se celebre el día de los Presidentes, no estaré aquí, pues sé que tengo que continuar hacia el sur del sur, sin mirar demasiado atrás.
Un pequeño escalofrío me estremece cuando pienso en los meses pasados, y lo que todavía me queda. El fin está muy lejos aún, y tengo la sensación de que no todo será tan fácil como hasta ahora. Pero esta es la razón por la que estoy: vivir una vida que cada vez se parece más a una gran aventura.
Cruzo la frontera, despacio. Decido cambiar el coche por un caballo y alguien que me acompañe. Manuel se llama mi nuevo guía. Un tipo risueño, trigueño. Habla poco, pero es letal en sus comentarios. Por ejemplo, cuando lucho para trepar a lomos del animal, dice en su acento tosco:
- No tengo manual de instrucciones, señor... – me quedo mirándole, y él me devuelve un brillo sencillo de su rostro.
Se ríe sincero, abiertamente. Da un tierno beso a su esposa, y le dice “diez días, Rosita... diez días de nada”(1).
Caminamos. Mejor dicho, los caballos caminan, ajenos a las ráfagas de viento frío y rojo. Sus cabellos se agitan con elegancia. Manuel le dice al suyo: “raudo, As de Oros... ve como el viento...(2)”. Acto seguido, el caballo levanta una tremenda polvareda, como un mago experto, para desaparecer. El mío, Leguas, hace lo mismo, pero para no perder a su compañero, no porque yo le convenciese de lanzarse. Tengo que agarrarme con fuerza a las riendas, para no salir disparado hacia el suelo. Corren, porque no quieren hacer otra cosa. Las lágrimas se me saltan. Tiemblo de frío y de emoción. Me ajusto el sombrero de vaquero desmañado. Cruzamos Río Bravo, y estamos en medio de
Tamaulipas, cerca de Ciudad Victoria
El día acaba pronto. Encendemos una hoguera que nos hace sentir como en el salón de nuestros respectivos hogares. Pienso, como no he hecho antes, en mi familia, en Newport... para descubrir que ya no tengo hogar, que ya soy extranjero de este mundo. Pienso además en la nota que me indica que he de ir hasta la Patagonia, mi siguiente destino. Después... sólo Dios lo sabe. Aún no es el momento de preguntarse por el próximo paso, pues de saber lo que me espera, sería incapaz de darlo.
La moneda oficial de la nación que acabo de abandonar reza: En Dios confiamos.
Que sea verdad.
Fin del cuaderno 1
1) En español, en el original.
2) Ídem.
TIERRAS. MÁS QUE UN LIBRO DE VIAJES
Con este artículo concluye el primero de los seis cuadernos que reúnen las aventuras y reflexiones de este joven inglés. Hemos viajado con él por Groenlandia, Canadá y Estados Unidos... lo hemos acompañado en sus huidas, en sus escaladas, en sus conversaciones, sus dudas, decisiones, lecturas y recuerdos. Hemos reído y sufrido con él, y sobre todo, hemos sido testigos de excepción de este viaje espiritual por el mundo, que sólo acaba de empezar.
Este ha sido para mí más que un libro de viajes, de imágenes, o de anécdotas. Siempre he considerado
Tierras como una obra que considera la vida como la mayor experiencia, y la fe en lo que no se ve, como la mayor de las aventuras. Una aventura que este protagonista vive por aire, mar, y tierra.
Llevar este proyecto adelante es una tarea complicada, aunque tengo que confesar que he disfrutado como nunca con esa tarea. Sin embargo, sería imposible emprender este éxodo sin las personas que cada siete días lo convierten en realidad, ya sea contribuyendo con las fotografías, subiendo cada semana los artículos a la revista, o sencillamente, leyendo estas humildes páginas. A todos vosotros (te incluyo a ti), GRACIAS.
Si no has podido leer todos los artículos, o quieres empezar de nuevo, tienes dos opciones:
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Tierras: Desencuentro), gratuitamente, como anticipo a la aparición de la edición de bolsillo en octubre.
En septiembre, volveremos. Hasta entonces, feliz verano, donde quiera que estés.
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