Este es el perfil, grosso modo, de Potifar, jefe de la guardia del Faraón Salitis, en el Egipto de los años 1700 a.C. que nos ofrece en una apasionante novela de 196 páginas el catalán Luis Ruiz Doménech (ALEC, 2007 y que próximamente publicará, bajo su sello, el Grupo Nelson, de Nashville, Tennessee).
El nombre Potifar aparece mencionado en la Biblia no más de una media docena de veces. Y solo se dice de él que es capitán de la guardia de Faraón y que es el marido de la mujer que quiso seducir, sin resultados, a un jovencito de nombre José. Es todo lo que sabemos de este hombre. Sin embargo, Ruiz Doménech toma lo poco que le ofrece la historia y construye una novela en la que le da vida. Una vida apasionante.
En la novela, Potifar en cuanto soldado, cumple sus funciones con lealtad y entusiasmo. También es hombre. Hombre con sentimientos igual que cualquiera otra persona; que ama, que reacciona; que debe maniobrar como un estratega para evitar la voladura de su matrimonio ante la infidelidad y la torpeza de su mujer; que sabe tragarse su orgullo cuando debe reconocer la injusticia de haber echado a la cárcel a un inocente; que se goza y sufre mientras procura dar forma al carácter del hijo que ya se acerca a la adolescencia y a la gran variedad de alternativas que, como atractivos caminos, le pone la vida por delante; que sabe identificar y acercarse al amigo leal a la vez que reconoce las malas entrañas del traidor que, primero, se introduce subrepticiamente en su matrimonio a través de buscar la compañía deshonesta de su mujer y luego hace pactos con el enemigo para introducirlo, subrepticiamente también, tras las fuerzas egipcias para permitirles una victoria que termina siendo una aplastante derrota. Hombre que, por último, asume su responsabilidad militar, dirige a los ejércitos egipcios ante el ataque arrollador de los babilonios, es herido gravemente y muere, a consecuencia de esas heridas.
La mujer de Potifar, de nombre Sacmis en la novela, se sabe amada por su marido y, quizás por eso, tarda en reaccionar ante los esfuerzos de éste por darle a su matrimonio una estabilidad que por momentos parece inalcanzable. Intenta alejarse de él y aun así conservar, a los ojos de la alta sociedad egipcia, las apariencias. No lo logra y termina por aceptar las condiciones que se le imponen. Con ello, su imagen de mujer fatal empieza a diluirse hasta que, en la parte final de la novela, queda expuesta como una esposa que lamenta la pérdida del hombre que la amó sin reservas, acepta emocionada los homenajes que se le brindan y parece dedicarse, a partir de entonces, a criar al hijo que ha quedado sin padre.
El joven israelita de nombre José, de gran relevancia en el relato del Génesis a partir del capítulo 37 y hasta el 50 donde se registra su muerte a los ciento diez años, no intenta asumir un papel protagónico en la novela. Transcurre, a través de las páginas de «Potifar» con dignidad, asumiendo en todo momento una actitud sobria, la que cede ante su indignación solo cuando se enfrenta al traidor Totmes, a quien confronta con dureza ante la sorpresa de Faraón.
José recibe por parte de Ruiz Doménech un tratamiento más bien de bajo perfil lo que permite proyectar, sin que sea necesario nombrarlo o imponerlo como un personaje más de la obra, al Dios a quien el joven servía y amaba. El Dios que termina, en la novela, imponiéndose de la misma manera que termina imponiéndose en el final del libro de Génesis, cuando, a la muerte de su padre Jacob, los hermanos de José temen que este desate una cruel venganza contra ellos pero se encuentran con que no solo los ha perdonado sino que les asegura toda su protección y cuidados. Ese Dios que al final de la historia de la humanidad también terminará imponiéndose sobre las injusticias y abusos que amenazan con destruirnos mediante la explotación indiscriminada de nuestro entorno y el atropello hacia los más débiles.
De esta manera,
Ruiz Doménech estructura una novela coherente, atractiva, que tiene una buena dosis de suspense, que atrapa al lector y que lo lleva, en la cresta de la ola de los acontecimientos que crea, hasta un final con facetas de tristeza por la muerte del protagonista, pero de alegría porque, de nuevo, como en muchos pasajes de la vida, el bien termina imponiéndose sobre el mal.
«Potifar» aun no ha ganado ningún premio en algún concurso literario. Y quizás no lo llegue a ganar. Sin embargo, ha sido seleccionada por una de las más prestigiosas casas editoriales que publica en español, Thomas Nelson Publishers de Nashville, Tennessee (Grupo Nelson, en español) para lanzarla, urbi et orbi, bajo su propio sello.
Esta selección, hecha por el equipo del Grupo Nelson formado por Larry Downs, Sam Rodriguez y Graciela Lelli, es un reconocimiento a la calidad de la novela, al talento de su autor y al esfuerzo de la Asociación Latinoamericana de Escritores Cristianos, ALEC en su empeño de producir una generación de escritores cristianos hispanos. «Potifar» es una de esas obras. Varias, por ahora; esperamos que muchas, con el correr de los días.
Hay otras, tan meritorias como ésta, acerca de las cuales estaremos escribiendo en nuestros próximos artículos, en un intento por decirle a nuestros lectores y al mundo que vienen días mejores en el campo de la producción literaria cristiana en nuestro idioma.
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