El reciente encuentro del grupo G-8 ha dado pie a que muchos creyentes se adhieran a este análisis político-teológico. Las conclusiones de un análisis político pueden ser variadas, pero lo que siempre debemos exigir es una metodología correcta; ¿y cuál es el error en la metodología que he empleado en el primer párrafo? Que he puesto los prejuicios ideológicos delante y he sometido la argumentación teológica a ellos; con este método no puedo llegar a conclusiones correctas, porque
lo correcto es empezar el análisis al revés: la primera pregunta debe ser ¿cuál es la perspectiva que la Biblia me ofrece sobre el mundo? y después preguntarme ¿cómo ilumina esta perspectiva mi análisis de la realidad socio-política?
La primera pregunta tiene respuestas claras:
a) El ser humano es un ser caído, integralmente corrompido y esta corrupción afecta a toda la actividad humana; los seres humanos no se dividen en buenos y malos, sino todos son pecadores y la división realista es entre pecadores redimidos y no redimidos(1); esto mismo se aplica a los colectivos, a las naciones y a sus gobiernos.
b) La degradación de la creación tiene relación con el pecado del ser humano a lo largo de generaciones, desde su caída(2).
c) Tanto la sociedad como la creación serán liberadas en la manifestación plena del Reino de Dios(3).
Desde aquí podemos abordar con criterio el análisis político.
Comenzar por el análisis político y justificarlo con la teología puede llevarnos a errores evitables, como dar por sentado lo falso sólo porque es políticamente correcto: por ejemplo, no es realista señalar a los EEUU como los que encaminan al mundo al cambio climático y a los países en vías de desarrollo como las inocentes víctimas del proceso; el cuadro tiene muchos más matices: entre 2000 y 2005 los EEUU incrementaron sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 1,6%, mientras Francia (que suele vender bien su imagen como antimodelo de la primera potencia) lo hizo en un 5,1% y Rusia en un 7,3%; pero lo notable es que los países en vías de desarrollo, India, China, México y Brasil las aumentaron entre un 2,3% y un 3,4%(4); anotemos que hablamos de porcentajes, no de cifras absolutas, pero siguen siendo muy útiles porque marcan las tendencias; pero en cifras absolutas también la Rep. Popular China ya aventaja a los EEUU en un 8% como primer contaminador mundial(5).
Son estos países en vías de desarrollo las principales amenazas en el futuro porque son los más contundentes opositores a una política conjunta de autolimitación.
Podríamos aducir que necesitan desarrollo –aunque sea generando CO2– para mejorar las condiciones de vida de su población, pero la realidad es otra: la India ha venido gastando cantidades ingentes en desarrollo armamentístico nuclear mientras muchas de sus gentes se mueren de hambre, y buena parte de los productos que exporta China y han disparado su P.I.B. llevan la marca de la explotación laboral de niños o de presos de conciencia, entre los que se cuentan hermanos nuestros cristianos; sus gobiernos y sus poblaciones están igualmente infectados por la integral corrupción del ser humano y consecuentemente están más interesados en el poder que en la mejora del nivel de vida de su propia población.
Siguiendo el criterio bíblico, los países pobres no son más inocentes que los ricos y las diferencias que nos interesan las marca no la situación económica, sino la moral colectiva de los pueblos, su aproximación o alejamiento de los valores humanizadores del Reino de los cielos; la prevención del calentamiento global es responsabilidad tanto de los países ricos como de los que están en desarrollo. Decir esto no es políticamente correcto, pero es la realidad, una realidad que podemos comprender mejor desde los criterios bíblicos señalados:
“no hay justo, ni aún uno”, uno no es inocente por ser pobre.
Por supuesto que el análisis que presento es rebatible, pero no desde los prejuicios ideológicos, sino desde una metodología de análisis correcta, como la señalada al inicio. El sometimiento a clichés ideológicos empobrece nuestro análisis político y distorsiona la realidad; sólo así se explica la ligereza con la que acaba de expresarse la ministra de Medio Ambiente al señalar que la invasión de medusas de este año en las playas del Mediterráneo obedece al cambio climático: los más convencidos de la relación causal entre emisión de CO2 y calentamiento del planeta saben que los efectos aducidos no se producen de año a año, sino a lo largo de períodos muchísimo más prolongados: si el próximo invierno tenemos más intensas heladas, la Sra. Narbona no dudará en culpar a las emisiones de las fábricas de Detroit, pero aún si esta imaginativa explicación fuese cierta debería dirigirse con el mismo fervor ecologista a los ministros de industria de China, India o Brasil o, cómo no, a su propio gobierno, que en esta materia tampoco ha cumplido.
También aquí nos ayuda a nuestro análisis político echar mano de los principios bíblicos de la paja en el ojo ajeno.
1) Ro 3.12, 23
2) Ro 8.20-23
3) Ro 8.19 y 2Pe 3.13
4) El País, 7/6/07, pág. 2
5) Netherlands Environmental Assessment Agency, press release 19/jun/2007
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