Tras aquella primera edición en castellano, fue traducida al inglés en 1576. En el siglo XIX, en tiempos cuando la reina Isabel II, encerró en las cárceles de Barcelona, Málaga, Jaén, Córdoba y Granada a Manuel Matamoros y a otros protestantes españoles, cuatrocientos años más tarde; la fructífera colaboración del inglés Benjamín B. Wiffen y del español Luis Usoz y Río, consiguió que viera de nueva la luz ( Londres, 1848 ).
DIFUSIÓN
Por las Cartas de Usoz y Matamoros, sabemos que un ejemplar de esta nueva impresión llegó a la Cárcel de la Audiencia de Granada. Con la natural alegría y gratitud de Matamoros, que bien, como escribió uno de sus biógrafos, debe ser recordado como “campeón y mártir de la Libertad Religiosa en España”.
Poco después, la puso de nuevo en circulación la Librería Nacional y Extranjera (Madrid, 1874). Y, en el IV Centenario de su publicación, se sumó a la Colección de Joyas Clásicas de la Reforma (Buenos Aires, 1960). También existe una versión al catalán (Barcelona, 1994). Y por último, Eduforma, con una edición al cuidado de Emilio Monjo, se ha servido de este mismo texto para la segunda entrega de su Colección de Obras de los Reformadores Españoles del Siglo XVI (Sevilla, 2007).
En esta recientísima aparición, la contraportada dice:
“¡Con qué gusto se pueden contemplar hoy en nuestro suelo las flores de la libertad de conciencia! Sin embargo, si se miran atentamente esas plantas, encontramos tantas veces sus raíces insertas en cárceles, torturas y muerte. Juan Pérez de Pineda (Montilla, Córdoba) nos muestra en esta obra la verdadera naturaleza de la libertad. A pesar de la oscura mazmorra en la que se encuentra…”
Sólo una precisión al párrafo anterior. Como bien sabe el editor y los lectores de Gordon Kinder, la principal fuente que ha consultado sobre la vida y obra de Juan Pérez de Pineda; el autor de la Epístola Consolatoria, nunca estuvo en las cárceles del Santo Oficio. ¡Las jugadas de las prisas y los duendes de las imprentas!
ALGUNOS FRAGMENTOS
“La persecución que padecemos es cruel y muy peligrosa, porque los que nos persiguen no son turcos ni paganos en la profesión, sino bautizados como nosotros, y que dicen tener celo de Dios, y que lo que emprenden para afligirnos lo hacen por servirle y merecer el cielo “ ( p. 17 ) Caps.: la causa de la aflicción de Cristo
“Unidos ya Jesucristo por haberlo recibido, con fuerza será confortada nuestra flaqueza; con su sabiduría, vencida nuestra ignorancia; con su justicia, agotada nuestra maldad; con su luz, alumbradas nuestras tinieblas (Salmo 52) con su bendición, deshecha nuestra maldición; con su potencia, destruido nuestro infierno; santificados con su santidad y, finalmente, enriquecidos con sus méritos” ( p. 44 )
“Nos persiguen los hombres con ferocidad de leones, nos afligen con crueldad y rabia de lobos, nos despedazan como tigres, nos acechan con astucia de raposas; no dejan arte de crueldad que no usen contra nosotros. ¿Hemos de parecernos a ellos y pagarles en la misma moneda? No, no; de ninguna manera “ (p.55)
Palabras finales de la “Epístola Consolatoria”: “El Dios de toda gracia que nos ha llamado a su gloria eterna por Jesucristo, después de que hubieres padecido un poco de tiempo, os perfeccione, confirme, corrobore y establezca. A Él sea imperio y gloria para siempre jamás. Amén “
CONCLUSIÓN
Antes y después del año 1560, otras plumas protestantes tuvieron que escribir en torno a la persecución religiosa y los mártires españoles.
Como se pueden comprobar con la lectura de obras publicadas entre los años 1546 y 2007, y que debemos a Francisco de Enzinas (,1546), Jonh Fooxe (Basilea, 1554), Reginaldo González de Montes (Heidelberg, 1567), Cipriano de Valera (Londres, 1594), George Borrow (Londres, 1842), Ángel Herreros de Mora (Londres, 1856), Guillermo Green (London, 1863), Ernest Schaffer (1902), Charles Lea (1907), Jaeques Delpech (Sèvres, 1954), Juan Antonio Monroy (Tánger, 1958), Manuel López Rodríguez (Madrid, 1976), Susana López Marqués (Inglaterra, 1979) o Moisés Campos Pérez (en prensa).
También se ocuparon de estos mismos temas, ensayistas, novelistas y poetas no protestantes; españoles y extranjeros. Pero ahora no contamos con espacio para citarlos. Aunque sí deseamos reconocerlos y agradecer que no se sumaran a la más general, fanática y cobarde conjura de silencio.
Hemos puesto el título de esta colaboración entre comillas, porque deseábamos destacarlo desde el comienzo.
El libro que introduce, con más de 450 años de existencia, sigue vigente y puede consolar a los que hoy, en Turquía y en tantos otros lugares del mundo, sufren persecución religiosa “por causa de la Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 1:9)
Y al subrayar los tres últimos mártires, expresamos nuestro anhelo de que la lista iniciada con Esteban, en Jerusalén; continuada por todos los que murieron en las diez persecuciones imperiales de Roma; y los quemados por la Inquisición en España, desde Francisco de Sanromán en Valladolid… se cierre totalmente.
¡Nunca más muertos por motivos religiosos! Ni por…
La edición londinense, se introducía con unas palabras, que no han perdido actualidad:
“Como al asiento de la verdad religiosa, acompañó siempre la tribulación, así en el ejemplo y consejo de los que antes pasaron por el mismo camino; servirá realmente de consuelo, a los que padecieren por principios semejantes. Y tal vez, algunos de estos, puede recabar fuerza y confirmación, de las citas bíblicas de la Epístola Consolatoria “
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