No es normal, pero tampoco es imposible. La pregunta del millón sería ¿qué provoca que una situación de amor se torne en una de odio? Estoy convencido de que no ocurre de repente. Se recorre un trecho, se realiza un viaje que tiene determinadas estaciones, paradas, metas volantes…
Son infinitos los conflictos que sufren las parejas de hoy, pero la agencia matrimonial COSM hace hincapié en los siete motivos más frecuentes de conflicto que llevan al desamor.
1. Juventud: cuanta menos edad sumen los cónyuges más posibilidades tienen de diluir su unión en un futuro, debido a que los jóvenes viven más el presente y el arrebato amoroso les empuja a tomar decisiones poco sopesadas sin reparar en los problemas de la convivencia. Sin embargo, esto no se da si los dos miembros de la pareja saben evolucionar junto a sus sentimientos y necesidades. Un estudio de Asuntos Sociales sobre parejas apunta a que los entrevistados más felices eran los que habían dicho el "sí, quiero" más tarde.
2. Decepción: en la convivencia día a día bajo el mismo techo, se descubren aspectos desconocidos del otro que en algunas ocasiones suponen dar al traste con la idea que se tenía de nuestra pareja. Ello ocurre principalmente debido a que en la etapa inicial de la relación lo habitual es que cada uno trate de dar lo mejor de sí y que -al estar enamorado/a- se vea solo aquello que se quiere ver. En esta etapa es importante la aceptación del otro y el desarrollar habilidades para mantener la relación.
3. Inmadurez: es muy difícil solucionar el que una de la partes esté fijada en la infancia y sea incapaz de asumir las responsabilidades que conlleva una relación. Las personas inmaduras suelen ser inconstantes, caprichosas, carentes de una visión sobre las consecuencias de sus actos. Es preferible esperar a que maduren para consolidar la relación.
4. Egoísmo: el sentimiento amoroso no es puramente altruista, cuando damos esperamos recibir lo mismo o al menos en similar proporción. El intercambio de afecto, de entrega, de comprensión, de cariño, de trabajo... llevará al desencanto si no es compartido, a la frustración, y logrará consumir a la relación.
5. Autoengaño: la creencia de que lograremos cambiar al otro es falsa y el mantener la venda en los ojos tampoco da resultado y en algún momento esta caerá. Tampoco resultan esas uniones en la que uno de los miembros proyecta en el otro su ideal de persona y la disfraza de lo que no es.
6. Falta de palabras: la incomunicación es uno de los pilares por los que se agrietan muchas parejas, y muchas veces la suma de silencios se va agrandando en igual proporción al resentimiento acumulado. Se acaba por no tener confianza en el otro y es imprescindible el diálogo y la sinceridad para poder mantener a flote la pareja. Las quejas en voz alta y la claridad restan relevancia al problema y al comunicarlo se minimiza el conflicto.
7. Rutina: la apatía en una relación es muy peligrosa. Cuando se instala el desinterés poco podemos hacer. Es importante esforzarse para mantener un intercambio interesante en la pareja y esto es algo que concierne a cada una de las partes. Es una utopía fantasiosa el sueño de que el otro, si nos ama, debe adivinar nuestros deseos. Las dos partes han de trabajar para que la relación sea todo menos aburrida.
"Un millón de palabras no te traerían de vuelta, lo sé, lo sé porque lo intente. Tampoco un millón de lágrimas. Lo sé, porque las llore."
No se trata de palabras a destiempo, ni de lágrimas tardías. La cuestión es obrar hoy, antes de que el otoño del desamor desnude las ramas de nuestra relación. Se trata de cultivar la rosa de nuestro matrimonio, a base de compartir sonrisas y lágrimas, palabras y silencios, primaveras e inviernos… a base de compartir… de compartirlo todo.
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