Le preguntaban al poeta chileno Nicanor Parra en una entrevista periodística, por qué en su vida había tenido tantas mujeres. El poeta pensó un poco y luego respondió, muy serio: «¿Tantas? Tantas, tentas, tintas, tontas, tuntas». ¡Qué manera más «poética» de salirse por la tangente!
En cierta ocasión, un ciudadano cubano visitaba Buenos Aires. Amante de la literatura, asistió a un encuentro de escritores donde tuvo la dicha de coincidir con Jorge Luis Borges pero, aun más, de intercambiar unas cuantas palabras con él. Le dijo: «Señor Borges: ¿qué opinión le merece a usted el gran escritor José Lezama Lima, de Cuba?» Borges, después de escuchar la pregunta, entrecerró sus ojitos, alzó la cabeza como tratando de mirar al horizonte y después de unos segundos, contestó: «Cuba, ¡qué lejos queda eso!» Y la última: Un padre asistía con su hijo de seis años a un servicio religioso. En el momento de los cantos, y todos de pie, el niño se dio cuenta que su padre estaba cantando a todo pulmón una canción que parecía conocer muy bien. Entonces, tirándole de la manga, le dijo al oído: «Papá, no cantes tan fuerte que te pueden oír”.
«Todos somos iguales ante la ley, pero algunos somos más iguales que otros». Un senador de la República de Chile, acusado de abuso sexual infantil, fue juzgado y condenado a cinco años de cárcel. Al año y medio, y por buena conducta, se le ha permitido salir los días domingo. Otros presos, en iguales condiciones que él, no han disfrutado de este privilegio. Y se han alzado en una especie de huelga concertada no necesariamente para que le quiten el permiso al ex senador, sino porque a ellos los midan con la misma vara con que lo miden a él. La justicia es ciega, afirma el dicho popular, pero a veces, además de ciega, se hace la tonta.
Todos somos iguales, pero algunos son más iguales que otros. Cuando el juez Garzón atrapó al general Pinochet en Londres y lo retuvo preso por más de un año (bueno, preso es un decir, más bien un poco privadillo de libertad) al final lo dejó libre porque el pobre(?) anciano estaba muy mal de salud. Cada vez que tenía que presentarse en público, aprovechaba la ocasión para hacerlo en silla de ruedas y con una cara con la que que parecía querer causar lástima; sin embargo, cuando llegó a Santiago, y después de haber bajado del avión, abandonó de un empellón la silla de ruedas y salió tan suelto de cuerpo prodigando abrazos a diestra y siniestra. Años después, en visita a Santiago, el juez Garzón sugirió que se sabía que Pinochet estaba en perfectas condiciones para enfrentar un proceso pero que como todos somos iguales ante la ley, también hay algunos que son más iguales que otros.
Es inmensa la superioridad que sentimos hacia el más débil. Hoy día, cuando el sistema económico-social imperante en el mundo lleva a millones de pobres de un lado a otro huyendo de la muerte por hambre sin saber que muchos de ellos perecerán en los mares embravecidos o en los desiertos más espantosos, se hace más salvaje la discriminación. En España, en Francia, en América Latina, en los Estados Unidos más y más se trata de frenar esta marea incontrolable. Se les persigue, se les mete en la cárcel, se les deporta dejando a sus hijos, de un minuto para otro, sin padres y en el más horrible e inhumano desamparo. Todos somos iguales ante la ley, pero algunos somos más iguales que otros.
Lole Montoya canta en su álbum «Ni el oro ni la plata» a la condición de iguales con que Dios nos hizo, lo cual hoy día está siendo más desmentido que nunca antes:
No somos distintos, somos semejantes
hermandad de raza, tos’ somos iguales.
Cerremos los ojos tú y yo
para soñar un mundo nuevo.
Qué difícil es a veces conjugar los verbos.
Hermanos con la piel distinta
hermanos que vienen de lejos
rechazados por ser de otro color
En Abraham son benditos todos ellos
la promesa se cumple en este tiempo.
Cuando Dios creó al hombre
de donde todos descendemos
soñar un mundo nuevo
ese que tienes en tu corazón
No somos distintos, somos semejantes
hermandad de raza, tos’ somos iguales.
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