Pero, antes de esto, son tres misioneros son los que se distinguen en los primeros años de esparcimiento del protestantismo en Chiapas. Uno de ellos,
Francisco Rodríguez y Rodríguez, contribuyó por siete años, entre 1903 y 1910, a consolidar núcleos en Tuxtla y Tapachula. Trabajó para darle organización a la obra que espontáneamente algunos precursores habían dejado iniciada pero que carecía de estructuración firme.
Por su parte a
José Coffin, de quien ya hemos dado extensos datos, le correspondió jugar un doble papel. En algunas zonas de Chiapas fue él quien inició casi de cero la obra. En otras partes fue el organizador de grupos evangélicos ya existentes, a los que vinculó a la Iglesia presbiteriana. Además de pastorear la Iglesia de Tapachula, y visitar al grupo de Tuxtla Gutiérrez, al que le oficia la Santa cena por primera vez en 1920, Coffin realizó largos recorridos misioneros por todo Chiapas.
El reportaje antes mencionado, aparecido en una revista evangélica de Estados Unidos (1925), y firmado por el autor sólo con sus iniciales, describía los avances logrados por el misionero mexicano en consolidar el presbiterianismo, construir el templo respectivo y salones escolares, así como implantar la Cruz Roja en la ciudad. El cronista agregaba:
El pastor Coffin no sólo mantiene el importante centro (presbiteriano) de Tapachula, sino que también ministra a los grupos de creyentes de los distritos rurales en los que el trabajo inició con los colportores y obreros del Evangelio que a caballo llegaron a ellos cruzando bosques y junglas.
El pastor Coffin no sólo ha mantenido estos grupos sino que incluso ha levantado nuevas células por todo el estado, el número total de grupos se eleva a 81. Sus largas travesías en este ministerio rural lo mantienen en la silla de montar y lejos de casa. Es inspirador conocer que a pesar de su pobreza estas congregaciones rurales se sostienen por sí mismas, proveyendo sencillas edificaciones como lugares de reunión y entre ellos cubren los costos del ministerio. Todavía hay miles –indios y otros- en este gran estado que esperan un obrero del Evangelio (E. H. A., 1925:341).
En cuanto Coffin recibía noticias de que algún grupo evangélico estaba en gestación, tan pronto como le era posible iba a visitarlo para orientarle con respecto a las características del presbiterianismo. Esto hizo en Las Margaritas y Comitán (1921), San Cristóbal de Las Casas (1926) y en otros municipios aledaños a Tapachula y Tuxtla. Para 1939 habían proliferado tantos frentes de la obra en el estado, que el Presbiterio del Golfo de México decidió que las tareas de coordinación de la obra en la entidad se dividieran entre dos personas. El designado fue Ezequiel Lango, quien dos años antes había llegado a Tuxtla para copastorear, junto con John Kempers, las iglesias presbiterianas de la capital estatal y San Cristóbal de Las Casas
Bajo la responsabilidad de Lango quedó una extensa área que comprende las actuales regiones Centro, Altos, Norte, Selva y Fronteriza. Dividió su ministerio en tres partes igualmente importante, tanto para la expansión como para afirmar lo ya alcanzado: pastoral, evangelística y docente (Esponda, 1986:219). Durante su pastorado fue que la Iglesia presbiteriana de Tuxtla, la que en 2003 celebró su centenario, adoptó el nombre de Getsemaní. Aunque su periodo de trabajo en Chiapas fue relativamente corto, ocho años, Ezequiel Lango aportó sus capacidades como un organizador y administrador a la creciente Iglesia evangélica chiapaneca.
MISIONEROS LOCALES
En las tres anteriores modalidades siempre participaron, en la propagación y establecimiento de los núcleos de creyentes evangélicos, hombres y mujeres de las comunidades donde la nueva fe se iba enraizando. En la implantación de una nueva propuesta religiosa son tan importantes los mensajeros que llegan de afuera, como quienes desde adentro adoptan y replican el mensaje. Los actores endógenos no son recipientes vacíos a los que se les puede verter cualquier cosa. Son personas con historias, necesidades, anhelos y formación que cuentan a la hora de establecer negociaciones cognoscitivas con los actores exógenos.
A la luz de lo anterior es necesario resaltar aquellos casos en los cuales los nativos de los miles de poblados, rancherías, parajes y caseríos que proliferan en Chiapas, fueron el foco único, o casi único, que llevó el mensaje protestante/evangélico a su coterráneos. En los recuentos de la expansión de los credos no católicos, por distintas razones es el de los misioneros locales el más olvidado o se le presta mínima atención. Sin duda que contribuye a ello que estos proclamadores difícilmente dejan huellas escritas de sus labores. Es en el terreno de la historia oral donde tenemos que ir reconstruyendo la modalidad de que trata este apartado. Por lo pronto aquí dejamos constancia de algunos indicios que rescatan esa participación.
Manuel Espinoza, originario de San Cristóbal de Las Casas, emigró a ciudad del Carmen, Campeche, con el fin de encontrar un empleo. Ahí, en la Iglesia presbiteriana, se convirtió a la fe evangélica (abril de 1917). Un año después regresó a la antigua capital de Chiapas y poco a poco fue logrando la adhesión de sus familiares al nuevo credo. Para 1921 ya existía un pequeño grupo que se reunía para celebrar servicios religiosos en casa de la familia Molina. El núcleo se fortaleció con las visitas de José Coffin, y a partir de 1927, John Kempers estuvo viajando regularmente de Tuxtla a San Cristóbal para adoctrinar en el presbiterianismo a los líderes locales.
En la zona chol, alrededor de 1915, se establece en Tumbalá un carpintero nativo de Chilón o Yajalón, y de quien sólo se sabe que se llamaba
Cirio. El inmigrante abrió un taller para ofrecer servicios relativos a su oficio. Esto le proveyó contactos e intercambios naturales con los pobladores, situación que facilita difundir entre ello(a)s sus creencias: “Como a su taller acudían personas a pedir les hiciera algunos trabajos, ese señor llamado Cirio entabló amistad con la gente del pueblo, circunstancia que aprovechó para hablarles del mensaje de salvación. Se carece de los datos de cuándo él conoció el Evangelio del Señor, como tampoco se sabe la fuente de dónde ni por conducto de quién” (Esponda, 1986:52). Los primeros convertidos por la evangelización de Cirio se reunieron un tiempo en casa de éste. Al morir el carpintero los creyentes mudaron sus reuniones al domicilio de otro correligionario,
Amador González, residente de Tumbalá pero original de Yajalón. Para 1919, cuando comenzó sus visitas a esta congregación José Coffin, ya existían 40 familias que se identificaban con la agrupación no católica. Cuando en 1940 Mariana Slocum llegó a la zona chol, consigna la existencia de una congregación evangélica en Tumbalá, posiblemente sea la misma que la iniciada por Cirio.
La inserción del evangelicalismo en la zona de Margaritas y Comitán, estuvo a cargo de dos trabajadores del municipio de Comitán (
Emiliano López Hernández, de Cajcam, y
Pablo Espinoza, de Yocnajab), que emigraron a finales de 1918 al Soconusco para laborar en las fincas cafetaleras. Ambos son evangelizados por jornaleros que al parecer se congregaban en la Iglesia presbiteriana de Tapachula. Ya convertidos al protestantismo retornan a sus poblaciones. Su activismo en Cajcam se refleja rápidamente en la realización del primer culto formal a mediados de 1919. En abril de 1921 llega Coffin para bautizar a los creyentes, celebrar matrimonios y conocer a los ancianos gobernantes. De Cajcam el presbiterianismo se extendió a Las Margaritas, lo que sucedió entre 1920 y 1921. En este municipio la recepción de miembros en plena comunión(1) la presidió Coffin Sánchez a principios de 1923.
La zona de Ostuacán(2) recibió el mensaje del protestantismo evangélico por medio de la adquisición de biblias que hicieron, por separado,
Ernesto Rojas Rodas y
Casimiro Guillén en San Cristóbal de Las Casas en 1939. A su vez
Félix Mendoza García tenía un ejemplar del mismo libro, que le había llegado vía Pichucalco. En diciembre de 1940 Guillén y Mendoza García coincidieron en su lectura de la Biblia, llegando por sí mismos a descubrir el núcleo de las convicciones evangélicas y haciéndolas suyas. La lectura bíblica en parejas y pequeñas células fue la manera en que fue creciendo, lentamente, la comunidad de creyentes. En 1945 decidieron organizarse como grupo para estudiar sistemáticamente la Biblia.
El círculo bíblico de Ostuacán no tenía filiación denominacional. Hubo tres organizaciones interesadas en sumarlo a sus filas: los Testigos de Jehová, Adventistas del Séptimo Día y la Iglesia católica que buscó regresarlos a su redil. El grupo decidió seguir por su propia cuenta. Fue más tarde cuando el núcleo determinó integrarse a la Iglesia presbiteriana. Uno de los conductos para que se tomara esta decisión fue la lectura del boletín
El Despertador, editado por el misionero John Kempers, que recibía periódicamente Félix Mendoza “…a cuyas manos providencialmente había llegado por primera ocasión” (Esponda, 1986:134). El otro medio para la integración a la mencionada denominación, consistió en el contacto que durante un viaje comercial hizo un creyente de Ostuacán,
Ventura, Cabrera, a Villahermosa, Tabasco. En esta ciudad entabló contacto con un presbiteriano, Joaquín Vera H., quien le proporcionó la dirección de Kempers y le obsequió un ejemplar de la Constitución de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México. Finalmente, en 1949, el grupo decidió afiliarse al presbiterianismo.
La difusión evangélica más sólida en la zona tzotzil empezó en Chimtic, municipio de Chenalhó. En 1953
Marcos Vázquez, del paraje Shunush, fue a Huehuetán (en el Soconusco) a visitar a su hermano José, que ya se había afiliado al protestantismo. Durante su estancia Marcos también se convirtió, al regresar a su localidad compartió el liderazgo con algunos miembros de la numerosa
familia Paciencia y con
los hermanos Agustín y Victorio Pérez Gutiérrez, de Chimtic. Éstos últimos, con el afán de profundizar su conocimiento de la nueva fe, viajaron a San Cristóbal de Las Casas para “informarse más acerca de la Palabra del Señor” (Esponda, 1986:314). Fueron a dar a la Iglesia presbiteriana de esa ciudad y arreglaron contacto entre ella y el grupo de Chimtic. Para 1960 ya habían hecho prosélitos en Pechiquil, a la vez un creyente de este poblado,
Manuel C’oxmol empezó a predicar en Acteal y tuvo como primer convertido a Simón Luna en 1961.
En la zona tzotzil hubo en distintas partes otros comienzos de la obra evangélica, que inicialmente no tuvieron contacto entre ellos sino que se desarrollaron cada uno por su cuenta. En San Juan Chamula la incursión presbiteriana inició hacia 1960, cuando
Domingo Hernández Aguilar (su nombre tzotzil era
Tumin Nachij) entabló amistad con un chol,
Cristóbal Trujillo Díaz. Ambos estaban matriculados en la escuela Belisario Domínguez, que era internado para indígenas, localizada en San Cristóbal de Las Casas. Trujillo Díaz estuvo insistiéndole a Tumin Nachij hasta que logró la asistencia de éste último al templo presbiteriano de San Cristóbal, que todavía hoy se localiza en el mismo lugar que entonces: calle Ejército Nacional. Ya por su cuenta, y durante un año el indígena chamula estuvo asistiendo con regularidad a esa iglesia. “En 1962, finalmente decidió creer en Jesucristo como Señor y Salvador” (Schreuder, 2001:45).
Por casi un año, después de su conversión, Domingo no comunicó su experiencia a ningún familiar o amigo chamula. Cuando se decidió a compartir de su nueva fe, lo hizo con su cuñado
Miguel Gómez Hernández, conocido como
Miguel Caxlan, quien “lenta y gradualmente creyó en la fe cristiana, y vino a ser el segundo cristiano (evangélico) en 1963” (Schreuder, 2001:48). Al paso de los años Miguel Caxlan fue uno de los líderes más importantes de los chamulas protestantes. Su liderazgo y oposición a los caciques tradicionalistas de Chamula, le valieron la franca animadversión de éstos. Después de varios intentos, sus enemigos lo secuestraron, torturaron y dieron brutal muerte, el 24 de julio de 1981. “El día del sepelio, el cortejo causó asombro a la gente (de San Cristóbal) porque se calcula que mas de 5 mil personas acompañaron el féretro” (
Comunión, 1994: 22).
Domingo Hernández se estuvo reuniendo en su casa de Chamula con un puñado de conversos, que fueron fruto de pláticas alrededor de las enseñanzas bíblicas sobre el estilo de vida de los creyentes. Este asunto impactó, especialmente, por las costumbres chamulas de embriagarse colectivamente en las fiestas y rituales tradicionales que se mezclan con elementos del catolicismo. El grupo creció de tal manera que llamó la atención de las autoridades de San Juan Chamula, las que presionaron a los evangélicos para que no abandonaran las costumbres indígenas.
Tanto Domingo Hernández como Miguel Caxlan tuvieron la experiencia de trabajar en fincas cafetaleras del Soconusco, al igual que varios de los primeros convertidos al protestantismo en Chamula y otras poblaciones tzotziles o tzeltales. Esto, al parecer, los sensibilizó de alguna manera para que al regresar a sus poblados en Los Altos estuvieran abiertos al mensaje religioso que les transmitieron distintas personas, de su misma etnia o de las otras que colindan con la región alteña. Otro líder histórico de los evangélicos en esta región, el tzotzil
Domingo López Ángel, tuvo su conversión al pentecostalismo en 1966 mientras laboraba en una finca cercana a Tapachula. Estos, y varios otros casos que hemos detectado, nos sugieren ahondar más la investigación en el tema de los indígenas que llegaron a las fincas con ciertas creencias, y al interactuar allí con trabajadores de otros trasfondos étnicos, culturales y religiosos adoptaron otra identidad religiosa o quedaron con disposición para aceptar el mensaje protestante cuando regresaron a sus poblaciones.
1) Los miembros en plena comunión lo son después de haber pasado por la conversión, discipulado en las creencias doctrinales del grupo y el bautismo.
2) En ella Esponda incluye los municipios de Ostuacán, Pichucalco, Juárez, Reforma, Francisco León y Sunuapa, los habitantes de la zona son en su mayoría de ascendencia zoque (ver mapa 5).
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