Pero tampoco tengo la menor duda de que milito en el bando vencedor, porque Jesucristo se alzó en la cruz con una victoria rotunda… Nunca lo he dudado.
Episodios como el que originó la carta que estoy desgranando en estas semanas, pretenden, ser testimonios vivos para cuantos se debaten en las aguas turbulentas de la duda.
No hay poder equiparable al poder de Dios. Dios tiene un enemigo, pero no tiene un contrario, porque no hay brazo tan fuerte como el brazo de Dios, ni existe amor tan grande como su amor… No debes dudarlo.
(Continuación de la carta cuyo primer párrafo reproduje la semana pasada. Carta dirigida a Nono, un niño de trece años de edad):
«Apenas terminamos de sentarnos en un banco de la iglesia cuando comenzaste a relatarme una historia que yo ya conocía, pero añadiendo dramáticos detalles que desconocía.
Con nueve años de edad comencé a introducirme en el espiritismo, y a los once hice un pacto con el diablo... en ese pacto Belcebú se materializó, su aspecto era terrorífico, pero yo estaba dentro del circulo, y él no lo cruzó. En el pacto le pedí eternidad en el cuerpo, pero no aceptó, él quería mi alma y no podría tenerla si yo era eterno; entonces pedí llegar a ser un experto en satanismo, y eso sí lo aceptó.
Mi mirada estaba fija en tus pupilas, intentando descubrir el nerviosismo o la vacilación propias de quien está inventando una historia; pero tus ojos, fijos en los míos, me convencían de que eras absoluta e inequívocamente sincero.
- ¿Qué es éste papel? – Inquirí.
- Es uno de los pactos escritos que hice con Belcebú.
- Esta mancha al pie del papel ¿Es sangre?
- Sí, es mi firma con sangre. – No pestañeabas mientras respondías.
- ¿Que prácticas has llegado a realizar dentro del espiritismo?
- He practicado todos los ritos: Hechizos, invocaciones, vudú...
- Esto que traes aquí ¿Es una muñeca vudú?
- Si, yo la fabriqué siguiendo el ritual –me explicaste-, contiene sangre de un animal sacrificado y cabello de Juan Carlos, la persona contra la que esta muñeca fue utilizada. He ido a recogerla de la tumba en que la había arrojado, para traértela.
- ¿La habías arrojado en una tumba?
- Sí, así lo exige el rito. Después de insertar los alfileres hay que introducir la muñeca en una tumba recién estrenada, mientras el cuerpo que allí yace se va descomponiendo el maleficio va surtiendo su efecto.
- ¿Conoces si tu ataque contra Juan Carlos está siendo efectivo? – Yo temblaba mientras aguardaba tu respuesta.
- Sí, él está sintiendo unos fuertes dolores en la zona de su corazón. – Luego añadiste, como intentando justificar tu crueldad - Hay otros que están lanzando maleficios contra mí, pero mi pacto con Belcebú ha impedido que estos me hicieran daño.
- Dices que esta muñeca contiene sangre de animal sacrificado. ¿Mataste tú al animal?
- Sí, pero eso lo he hecho con frecuencia. He organizado varias reuniones espiritistas con sacrificio de animales.
Me parecía increíble que pudieras estar relatando con tanta naturalidad estos eventos que erizaban mi piel.
Mi querido Nono, a medida que avanzábamos en la conversación yo iba cobrando más conciencia de que estaba ante una situación francamente delicada y que supondría una gran batalla espiritual; el lenguaje que utilizabas no era propio de tu edad, los términos técnicos y la precisión con que describías los hechos, encajarían en la boca de un hombre maduro, pero no en la tuya; estremecido recordé tu pacto con el diablo:
“Le pedí llegar a ser un experto en satanismo”.
Debo decirte que me sentí profundamente agradecido a Dios al recordar que el día anterior, durante la reunión de oración, yo había pedido a la iglesia su respaldo, y mientras presentábamos ante el Señor la conversación que al día siguiente mantendría contigo, todos sentimos una profunda convicción respecto de que Dios nos daría una gran victoria.»
Continuará
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