En nuestro idioma contamos con buenas obras que nos permiten mirar el fresco, en términos de la pintura mexicana tendríamos que hablar del mural, de lo que fue la transformación sociorreligiosa del siglo XVI. Sin embargo el conocimiento más detallado de este fenómeno siempre será un aporte que nos ayudará a mirar mejor un panorama tan amplio. Algunas secciones del mural están bien iluminadas y podemos apreciar nítidamente sus contornos. Otras partes apenas las intuimos porque campean en ellas las penumbras, o están en proceso de restauración y, en consecuencia, paulatinamente el observador irá decodificando lo oculto por falta de luz o los estragos del tiempo. Lo cierto es que hoy tenemos más elementos para mirar ese extraordinario cuadro que es el intrincado siglo en el que tuvieron lugar las distintas reformas religiosas.
Bajo el concepto la Reforma del siglo XVI suele agruparse personajes, ideas y acontecimientos que fueron muy complejos y diversos. Es una distorsión presentar como homogéneo algo que fue dinámico y plural. Más que hablar de Reforma deberíamos recurrir al término en plural, Reformas, y así hacer justicia a distintas ramas de un árbol muy fructífero. Sin demeritar a protagonistas clave como Lutero y Calvino, es necesario prestar más atención a otros hombres y mujeres que se embarcaron en reformar o restituir el cristianismo que juzgaban mediatizado por la Iglesia católica y sus representantes. En este sentido es muy bienvenido el libro que recientemente fue publicado en nuestro idioma sobre Ulrico Zuinglio.
En Argentina conjuntaron esfuerzos Editorial La Aurora y el ISEDET para publicar en septiembre de 2006 el libro
Ulrico Zuinglio:
una antología. La obra tuvo como editores y traductores a René Krüger y Daniel Beros, ambos docentes del ISEDET, en Buenos Aires. Su trabajo contó con el apoyo de la Fundación Suiza de la Reforma. Como bien dicen Krüger y Beros en la introducción, el antecedente de su esfuerzo en castellano es la antología que del reformador suizo realizó Manuel Gutiérrez Marín, y publicó en 1973 Producciones Editoriales del Nordeste, Barcelona, España. Hace muchos años que este libro está agotado, yo tengo un ejemplar del mismo que rescaté en una librería evangélica, y que estaba en una mesa de saldos a un precio de remate. Mi otra vía de acceso a Zuinglio ha sido las traducciones al inglés que están disponibles en variadas ediciones.
Zuinglio nació el primero de enero de 1484, en un poblado de los Alpes. En el desarrollo de su pensamiento hubo dos factores que le influyeron a lo largo de toda su vida, nos dice Timothy George en su muy útil libro
Theology of the Reformers (IVP, 1988): el patriotismo suizo renuente al dominio romano y el humanismo de Erasmo de Rotterdam. Aunque Zuinglio conoció las obras de Martín Lutero, fue reacio a reconocer que su ministerio reformador en Suiza fuese una transposición de las propuestas del teólogo alemán. Rechazó el epíteto de luterano y negó dependencia de quien en 1517 provocó el resquebrajamiento de la Iglesia católica con sus
95 Tesis. Zuinglio constantemente recordaba a sus discípulos que él había aprendido principios doctrinales directamente de su lectura de la Biblia y no de los escritos de Lutero. El asunto es debate entre los expertos, pero en todo caso, me parece, la influencia ni fue mecánica ni puede negarse del todo.
Con el reformador germano mantuvo una posición heterogénea. Mientras declaraba su admiración por él en sus disputas con teólogos y autoridades católicas, e incluso llegó a llamarlo un nuevo Elías, por otra parte no dudó en confrontarlo en asuntos en los que difería sobre la interpretación de Las Escrituras. En este asunto los antologadores rememoran que “En 1529 tuvo lugar un encuentro con Martín Lutero (cuyo) objeto (era) arribar a un consenso teológico dentro del protestantismo. Como resultado del mismo se llegó a un acuerdo en todas las cuestiones de fe, salvo en la comprensión del modo de la presencia de Cristo en la Santa Cena. Ese resultado, de hondas consecuencias para el desarrollo posterior de la Reforma, condujo en lo inmediato a restringir la influencia práctica de Zuinglio a Suiza y a ciertos espacios del sur alemán, sentenciando su aislamiento”.
Para quienes nos identificamos con el movimiento anabautista pacifista del siglo XVI, la antología de Zuinglio tiene particular interés. Fueron discípulos del teólogo suizo los que rompieron con él, por disentir de lo que consideraban tibieza en la implementación de las reformas, quienes el 21 de enero de 1525, en Zurich, comenzaron a practicar el bautismo de adultos. Al hacerlo estaban confrontando no sólo a Zuinglio sino a otros teólogos que mantenían la postura de la vigencia de las iglesias territoriales, cuyo objetivo era mantener la unidad confesional a toda costa. Conocer el trasfondo histórico del año mencionado nos ayuda a entender mejor el escrito de Zuinglio “Comentario sobre la verdadera y falsa religión”, marzo de 1525, incluido en la antología, porque unos de sus destinatarios fueron los anabautistas que se le opusieron, desterrados de la ciudad por esta causa. Hay que leerlo con detenimiento y tratar de comprender los componentes de su apologética, al mismo tiempo que releemos la crónica (incluida por John Howard Yoder en sus
Textos escogidos de la Reforma radical)
sobre cómo tuvieron lugar los bautizos de adultos en casa de Felix Mantz hace casi cinco siglos.
Deseamos que el libro pueda llegar a variados sitios de la ancha geografía hispanoamericana. Su estudio sin duda contribuirá a clarificar una parte de la historia de la(s) Reforma(a)s que no ha tenido la debida difusión en nuestro idioma.
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