Por un tiempo Azusa Street fue el único foco de irradiación del bautismo en el Espíritu Santo y su consecuente hablar en lenguas. Atrajo, como ya lo hemos visto en otros artículos aquí publicados, a personas que acudieron al lugar por curiosidad, algunas por morbo, pero otras con el sincero deseo de tener una experiencia largamente esperada, ya que provenían de los círculos del extendido movimiento de santidad. Las reuniones se sucedían una a otra, hay quien ha dicho al estudiar el caso que durante tres años lo que hubo fue una reunión ininterrumpida, y las manifestaciones extáticas creaban un clima de contagio. Además los constantes testimonios de la rapidez con la que avanzaba la obra contribuían a elevar los ya de por sí eufóricos ánimos de los congregantes. Azusa era un punto de referencia obligado, prácticamente los interesados en un avivamiento como el que ahí se desarrollaba no tenían otro lugar al cual acudir.
En pocas semanas hubo réplicas a los acontecimientos de Azusa. Paulatinamente otras iglesias y misiones de Los Ángeles y ciudades cercanas pusieron en práctica las enseñanzas de la Misión de la Fe Apostólica. Esto significó una diversidad de posibilidades para los asistentes a las reuniones tipo Azusa. Aunque muchos de ellos y ellas siguieron acudiendo a “la choza”, ya tenían la posibilidad de ver cumplidas sus expectativas en otros lugares. Además se fueron levantando otros liderazgos que respetaban a William Seymour, pero que fueron creando sus propios espacios ministeriales y consolidando nuevas alternativas para una feligresía creciente. Cuatro años después del inició del avivamiento en Azusa Street su impacto era evidente, ya que en la ciudad de Los Ángeles había 25 nuevas iglesias pentecostales con sus propios liderazgos.
Lo que una vez fue extraordinario se hizo normal. Las manifestaciones intensamente emotivas y singulares fueron adquiriendo carta de naturalización, y ya no llamaban tanto la atención de propios y extraños como al principio. La prensa secular que al inicio acudió para informar de los peculiares servicios religiosos multiétnicos, perdió el interés y dejó de publicar noticias sobre la misión de Azusa Street. Bajo la responsabilidad de la
Apostolic Faith Mission a lo largo del verano de 1908 se efectuaron reuniones al aire libre en Arroyo Seco, como un año antes, con las mismas expresiones emocionales pero ya no atrajeron la curiosidad de los periodistas.
De manera silenciosa, sin confrontación, pero a principios de 1908 se retiraron de la misión personas que consideraban muy estrictas las enseñanzas éticas de William Seymour. Y es que para el pastor afroamericano el bautismo del Espíritu Santo iba mucho más allá de evidenciar signos extraordinarios o un emocionalismo desatado. Implicaba tener una conducta personal y social de acuerdo a las enseñanzas de la Palabra. Seymour enfatizaba que los cristianos pentecostales debían vivir de manera contrastante con los valores predominantes en la sociedad.
Para quienes sólo buscaban experiencias emocionales, y creían que en ellas se agotaba el derramamiento del Espíritu Santo, las demandas éticas les parecieron excesivas y, tal vez, hasta sin relación con su entendimiento de la espiritualidad.
Una cuestión personal tuvo resultados para el conjunto de la comunidad de Azusa Street. Con la oposición de varios de sus colaboradores William Seymour se casó con Jennie Evans Moore el 13 de mayo de 1908. Ella estuvo en el grupo de Seymour desde que el mismo se reunía en casa de los Asberry, en el número 214 de North Bonnie Brae Street, y en este lugar tuvo la experiencia de ser bautizada en el Espíritu Santo y habló en lenguas. Después pasó a formar parte del equipo de liderazgo de la misión.
La boda de Seymour levantó críticas entre quienes la consideraron inoportuna en tiempos en que el líder debería estar más preocupado por el futuro de la obra y menos por deseos personales.
William y Jennie se casaron en una ceremonia privada, dirigida por Edward S. Lee (quien hospedó a Seymour en marzo de 1906 cuando la pastora Hutchins le cerró las puertas), fueron testigos Mattie Lee, esposa de Edward, y Richard Asberry, en cuya casa empezó el avivamiento. Cuando se dio la noticia de la boda a la congregación muchos quedaron sorprendidos. Pero fue en un sector del liderazgo donde el nuevo estado civil de William no cayó muy bien. Hubo una mezcla de creencias teológicas y expectativas personales que se levantaron contra la cabeza de la misión.
Por los sermones de William J. Seymour publicados en el periódico
The Apostolic Faith sabemos cuáles eran las enseñanzas de él acerca del matrimonio. En primer lugar consideraba que era una “institución divina”, y que por lo tanto no era un pecado casarse. Esto porque alguno(a)s comenzaron a sostener que era mejor el celibato y que incluso los ya casados deberían abstenerse de tener relaciones sexuales con su pareja. En segundo lugar, como respuesta a quienes argumentaban que la vida sexual matrimonial sólo debería tener como objetivo la procreación, él señaló claramente que no era así, que las relaciones eran correctas en sí mismas y no las legitimaba su función procreadora.
Seymour, con su boda, mostró su desacuerdo a los súper espirituales, quienes pensaban era una mundanalidad casarse cuando, según ellos, era inminente el regreso de Cristo a la tierra.
Entre la tendencia súper espiritualista había dos mujeres, Florence Crawford, quien para el tiempo de la boda de Seymour ya se encontraba instalada en Portland, Oregon, dirigiendo un ministerio originalmente vinculado a la misión de Azusa; y Clara Lum, la editora del órgano oficial de Azusa Street. Ambas intercambiaron puntos de vista y coincidieron en que Seymour se había equivocado al casarse. Su desacuerdo las llevó a fraguar un plan para continuar las que ellas consideraban marcas del ministerio y que se estaban perdiendo en Los Ángeles. Debo subrayar que no se trata de responsabilizar a estas dos mujeres del ocaso de Azusa, eso sería un reduccionismo, sino de enmarcar su accionar dentro de un conjunto de factores que incidieron en el debilitamiento del trabajo realizado por Seymour.
Existe otra versión del retiro de la editora de
The Apostolic Faith, que ilustra la complejidad del tema, en el que están presentes anhelos y desencantos de la fragilidad humana. De acuerdo con el obispo Ithiel Clemmons, en 1948 Charles H. Mason, el iniciador de la Iglesia de Dios en Cristo, y a quien nos referimos en el capítulo “Azusa y la evangelización del mundo”, le confió que Clara Lum estaba enamorada de William J. Seymour y que éste le habría propuesto matrimonio. El líder de Azusa le pidió consejo a Mason sobre el asunto, quien le advirtió sobre lo delicado del tema (casarse con una mujer blanca), dado el generalizado racismo existente en Estados Unidos. Entonces, más tarde, Seymour decidió contraer matrimonio con Jennie Evans Moore.
Cuando en el verano de 1908 Clara Lum salió de Los Ángeles rumbo a Portland, Oregon, se llevó con ella la lista de correo y suscriptores del periódico. En su decisión influyó Florence Crawford, quien le ofreció continuar editando la publicación en el nuevo lugar. Florence ya tenía tiempo que estaba dedicada a formar una nueva organización que agrupara a varias iglesias de la costa del Pacífico estadunidense. El liderazgo de Azusa Street debió extrañarse cuando el periódico, en su edición de mayo de 1908, incluyó un breve anunció en el que se advertía que “para los siguientes números de la publicación la dirección será
The Apostolic Faith Campmeeting, Portland”. Ni Seymour ni el equipo de liderazgo habían dado su autorización para el cambio.
En el segundo semestre de 1908 Seymour viajó a Portland, con el fin de que le regresaran el periódico, lo que no consiguió. Él busco en varias ocasiones, personalmente o mediante representantes de la misión de Azusa, que Clara Lum aceptara que había sido indebida su acción de trasladar el domicilio de la publicación sin permiso. El pastor afroamericano se negó a emprender acciones legales contra Crawford y Lum, porque era firme creyente de que los cristianos no debían demandarse ante las autoridades seculares, prefería buscar antes un arreglo justo y fraternal. Actuaba así basado en 1 Corintios 6:18, al igual que antes lo habían hecho los anabautistas pacíficos del siglo XVI y otras iglesias de creyentes. Sin duda
The Apostolic Faith era propiedad de la misión de Azusa, y su despojo fue un acto que repercutió en términos de eficacia logística para el grupo de Los Ángeles, al igual que le golpeó moralmente.
Tal vez no por un racismo consciente, sino por razones prácticas y de afirmación de un espacio propio para ministrar, varios líderes blancos de Azusa plantaron nuevas iglesias en Los Ángeles y ciudades cercanas. De tal manera que para 1909 la mayoría de los congregantes en el antiguo establo eran afroamericanos. Paulatinamente la pujante y multiétnica misión de Azusa Street fue adquiriendo un perfil distinto al de sus inicios.
Entre febrero y abril de 1911, mientras William Seymour se encontraba fuera de Los Ángeles en una misión evangelística y pastoral, William Durham visitó Azusa Street y estuvo predicando durante ese periodo. Su éxito en el lugar le llevó a pensar que podía ser el nuevo líder, puesto que le disputó a Seymour cuando éste regresó de su gira. El líder afroamericano consideró que Durham y su enseñanza de la “obra finalizada de Cristo”, era contraria a las creencias de Azusa. Para Durham la santificación era un proceso gradual de apropiación, por parte del creyente, de los beneficios de la obra realizada por Cristo en la cruz (que proveía tanto perdón de pecados como santificación), y no una segunda e instantánea obra de gracia subsecuente a la conversión, como se enfatizaba en el movimiento de santidad. El liderazgo de Azusa decidió cerrarle sus puertas a Durham, quien el 7 de mayo abrió en la misma ciudad la
Full Gospel Assembly.
Las experiencias adversas dejaron sus marcas en William J. Seymour. En 1915 publica
Las doctrinas y disciplinas de la Misión de la Fe Apostólica. Entonces establece que
Encontramos, de acuerdo a la Palabra de Dios, que somos uno en el Espíritu Santo, no en la carne; sino en el Espíritu Santo, por el que somos un cuerpo (1 Corintios 12:12-14). Si algunos de nuestros hermanos blancos tienen prejuicios y discriminan (Gálatas 2:11-20), nosotros no podemos hacerlo, porque Dios nos manda a seguir la Biblia (Mateo 12:14; Mateo 24). Debemos amar a todos los hombres como Cristo lo manda (Hebreos 12:14). Ahora si no los tenemos como dirigentes (a los blancos) no es por discriminación, sino por mantener la paz. Para mantener controlada la guerra de razas y fricciones en las iglesias, y ellas puedan tener mayor libertad en el Santo Espíritu. Lamentamos esto, pero es lo mejor por ahora y ha sido lo mejor para el trabajo en los últimos años. Tenemos la esperanza de que cada uno de los lectores de estas líneas pueda comprender que es para bien, no para mal. Algunos de nuestros hermanos y hermanas blancos nunca nos han dejado en todas las divisiones; siguen unidos a nosotros. Amamos a nuestros hermanos y hermanas blancos y les damos la bienvenida. Jesucristo incluye a todos los pueblos en su salvación. Cristo es en todos y por todos. Él no es hombre blanco ni negro, ni chino, ni hindú, ni japonés, sino es Dios. El Señor es Espíritu sin el cual nadie puede ser salvado (Juan 3:3-5; Romanos 8:99).
William Seymour fue matizando su entendimiento del hablar en lenguas. En sus últimos años enseñaba que el de lenguas era sólo uno de los dones del Espíritu, y que en determinados casos podría no ser un don. Comenzó a enfatizar más los frutos del Espíritu Santo en la vida del creyente que las experiencias extáticas. Éstas sin aquellos le llevaron a dudar de que una persona hubiese sido bautizada con el Espíritu Santo. Para él era mucho más un signo de la bendición de Dios y de la presencia de su Espíritu el derrumbe de la barrera del color que el hablar en lenguas. Continuó su pastorado hasta el día de su muerte por un ataque cardíaco, el 28 de septiembre de 1922. Su viuda, Jennie Evans, lo sustituyó en el puesto y estuvo al frente de la congregación hasta 1936.
En la primera semana de julio de 1931 el viejo establo y hogar de la
Apostolic Faith Mission fue demolido. Pero sus frutos siguen reproduciéndose por todo el mundo.
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