Entre las que no había leído nunca, había muchas interesantes, y algunas ya inolvidables. Tales como:
“Cada niño que viene al mundo es la prueba de que Dios no ha perdido totalmente la esperanza en el hombre”, de un filósofo hindú.
“Los niños son como las estrellas del cielo. Nunca hay demasiados”, de Teresa de Calcuta. Y otras…
El que una colección de dichos como ésta aparezca en una revista de las que acaban en la consulta de un dentista, nos dice que el tema de los niños es de universal interés, ¿Quién no tiene niños o niñas? Sean hijos, sobrinos, alumnos o vecinitos. ¿No?
Otra reflexión que me hice es de cuántas y de cuán diversas maneras tratamos los adultos a los niños. Hay un arco muy extenso. En un extremo del arco están quienes les ponen un arma en la mano cuando apenas pueden usarla. También quienes les ponen una pesada herramienta al hombro, que apenas pueden sostener. ¿Sabe Vd.? Eso debería dolernos a todos, a todos. A quienes los abandona en las calles de las grandes urbes tercermundistas. A quienes los raptan para extraer sus órganos, que luego dan vida a otros niños primermundistas…
Y, en el otro extremo del arco, están quienes les compran, o les dan, cualquier cosa con tal de que les dejen en paz gozar de la sociedad del bien…estar. Es verdad que “el medio mejor para hacer buenos a los niños es hacerlos felices”, según Oscar Wilde; pero también es verdad que, si sólo hacemos eso, los pondremos a merced de los vendedores de juegos para las
pleiesteichons, y de otros tipos de vendedores que Vd. y yo sabemos.
Creo sinceramente que ambas posturas, la de utilizar a los niños en nuestro provecho, y la de abandonarlos a su suerte, están mucho más cerca de lo que en principio pudiera parecer. Ambas son manifestaciones del egoísmo humano.
Y, hablando de los hijos, ¿cómo podemos llegar a pensar que las obligaciones y los quehaceres que nos dan esos pequeños trozos de nuestra vida, esas bendiciones del cielo, puedan llegar a incomodarnos de la manera que muchas personas manifiestan? El propio J. F. Kennedy decía que “traer hijos al mundo es entregarles rehenes al destino”, es decir, que nuestros hijos nos limitan en nuestro desarrollo personal. No digo que no sea cierto.
Pero, nuestros hijos e hijas ¿no forman parte de nuestro desarrollo personal?
Luego están esas sufridas madres que dicen “es que no puedo con él”. Y hablamos de un niño de menos de 4 años. ¡Cuánto daño han hecho los teóricos pedagogos, que han puesto la absoluta tolerancia con los niños por encima de su verdadera educación! ¿Que qué entiendo por verdadera educación? Pues verá, le voy a soltar otra cita: “Educar a un niño es ir enseñándole a prescindir de nosotros en el futuro” (Pierre Bergé).
No se trata de dejarles hacer lo que quieran para no traumatizarlos, sino de crear las condiciones ambientales necesarias para que les convenga más ser buenos, que malos, y siempre con arreglo a los parámetros morales de sus educadores (padres, maestros, etc.) De esto que le digo a Vd., que en definitiva es amarlos, a “la letra con sangre entra” hay un abismo insalvable. No tiene nada que ver con la aplicación de férreas disciplinas, por si lo está Vd. pensando. Creo firmemente que la letra como entra es con amor e imaginación. Puede haber muchos otros ingredientes en el proceso educativo, pero créame Vd. que si falta alguno e estos dos, no hay educación posible.
En cualquier caso, si es Vd. cristiano, le recomiendo que tome su Biblia y vaya a Proverbios 3: 11-12:
“No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová,
Ni te fatigues de su corrección;
Porque Jehová al que ama castiga,
Como el padre al hijo a quién quiere.”
O mejor aún, vaya a Hebreos 12:7-8:
“Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquél a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.”
¿Cómo? ¿Que la palabra “disciplina” es hoy muy fuerte, que está trasnochada? ¿Y qué me dice Vd. de otras palabras más actuales, como “droga”, “alcohol”, “promiscuidad”, “acoso”, “violencia”, “muerte”…? Pues, ¿Sabe?, todo ello es lo que les acecha después, cuando el nene de 4 años, con el que ya no podía su mamá, se haga mayor; y ni su mamá ni su papá puedan comprarle eso que él, sin duda, necesitará.
No quiero acabar estas reflexiones con un panorama tan sombrío. Mire, en ese arco del que hablábamos, también puede, y tiene que haber un equilibrio. Un equilibrio que nos permita lanzar esas flechas que son nuestros hijos e hijas, hacia un mundo difícil, pero con la carga de esperanza que Dios, nuestro Señor, puso en ellos cuando nos los/las dio.
Empiece con ellos cuanto antes. No lo deje para mañana, cada día que pasa por ellos es más difícil. Y recuerde: Amor e Imaginación, pero sobretodo, Amor. Amor del bueno. Y no olvide Vd. disfrutar de sus hijos. Que el señor les bendiga.
Hasta la semana que viene.
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