Tolerar
Oir
Perdonar
Expresar
Lo escribí recientemente, pero permítanme que lo repita: El apóstol Santiago rebeló una verdad enorme al escribir:
“Todos ofendemos muchas veces y de muchas maneras”
Consideremos esta frase: No dice que unos pocos ofendan muchas veces, ni que muchos ofendan unas pocas veces. Lo que Santiago afirma es que
“Todos ofendemos muchas veces”
Disculpen la perogrullada, pero el término “todos” no excluye a nadie. Eso significa que cada uno de nosotros vamos a ofender a otros en multitud de ocasiones. Intencionadamente ó sin intención, siendo conscientes de ello ó de manera inconsciente. Pero lo cierto es que ofenderemos a los demás y en esos momentos precisaremos que se nos otorgue una dosis de perdón, por esa razón haremos bien en ir por la vida con una actitud tolerante y disculpadora.
¿Por qué nos negamos obstinadamente a perdonar y olvidar? ¿No nos damos cuenta de que nosotros mismos somos las personas más afectadas y las primeras víctimas de nuestros rencores? Si sabemos y entendemos que Dios perdona todo, absolutamente todo, ¿por qué somos tan arrogantes y consideramos que no debemos perdonar? Los sentimientos y pensamientos negativos y destructivos no nos permiten vivir en paz ni desarrollar nuestros valores al cien por cien. Perdonemos y lograremos ser mucho más felices.
Dos reflexiones considero fundamentales al hablar del perdón: Una de ellas tiene que ver con quien lo pide y la otra con quien lo otorga:
PEDIR PERDÓN ES ESTAR DISPUESTO A CAMBIAR
Cuando pido perdón debo estar dispuesto a cambiar. En lo que se refiere a la relación en familia, cuando un miembro de la misma se equivoca, ofende ó perjudica al resto, debe reconocer su error y pedir perdón, pero al hacerlo debe ser consciente de la dimensión de su equivocación y poner todos los medios para que esa circunstancia no se repita.
No es normal que cada semana cometa la misma equivocación y ofenda a la pareja ó a los hijos con la misma circunstancia. Nadie puede estar perdonando a otro de forma indefinida y por la misma falta sin que le embargue un espíritu de sospecha sobre la sinceridad de su ofensor. Debo esforzarme por modificar mi actitud.
El filósofo argentino José Ingenieros dio en el clavo al sugerir:
Enseñemos a perdonar; pero enseñemos también a no ofender. Sería más eficiente.
PERDONO, PERO NO OLVIDO
“Perdono, pero no olvido” es una incoherencia. Una afirmación que raya en el absurdo”. Decir, “te perdono” es relativamente fácil, pero perdonar no lo es. Dispensar un perdón sincero y auténtico es un logro difícil de conseguir. “Perdono pero no olvido” se dice con demasiada frecuencia. Pero lo cierto es que si no olvidas, no perdonas.
Sé que debo matizar esto. Ninguno de nosotros tiene la capacidad de borrar todos los registros del disco duro de su memoria. Eso no se puede, pues el pasado persiste, las huellas están y en determinadas ocasiones existe un sufrimiento profundo por el daño que nos hicieron. Sólo Dios es capaz de obrar en nuestra mente disipando todos los recuerdos incómodos e hirientes. Por esa razón debemos acudir a Él cuando somos agraviados y pedirle ayuda para que nuestras emociones y recuerdos sean sanados.
Algo fundamental a tener en cuenta es que cuando decido perdonar y olvidar un agravio, no estoy ayudando principalmente a mi ofensor, de hecho, el novelista irlandés Oscar Wilde afirmaba “
Perdona siempre a tu enemigo. No hay nada que le enfurezca más.”
Cuando decido perdonar estoy ayudándome a mí, porque rebuscar en los archivos oscuros de mi memoria me perjudica hasta límites insospechados. Los paseos por los páramos sombríos de nuestros recuerdos se convierten en caminatas al mismo infierno y en cadenas que me anclan en el valle del dolor.
Por otro lado, y edificando sobre la base del punto anterior, si nuestra pareja ha hecho un ejercicio de sinceridad al expresarnos su arrepentimiento, lo que procede es perdonar, lo contrario es totalmente dañino para la relación en pareja y para la familia en general.
Cuando hablo de la necesidad de perdonar y olvidar me refiero a una decisión que yo tomo de no usar ese agravio que he recibido y que supuestamente he perdonado, como arma arrojadiza contra mi pareja.
Un hombre se acercó a su pastor buscando consejo:
“Pastor, necesito ayuda, mi esposa es histórica”
El pastor, un tanto extrañado, le corrigió.
“Lo que usted querrá decir es que su esposa es histérica”
“Bueno – Concedió el atribulado hombre -,
eso también, pero además es histórica, porque cuando discutimos por alguna razón, ella siempre termina tirando de archivo y echándome en cara “¡¡Porque en el año 1954 me hiciste esto ó aquello!!”
Cuando, pasado el tiempo, tomamos la ofensa de nuestra pareja, la que supuestamente habíamos perdonado, y volvemos a exhibirla y echársela en cara, estamos demostrando que nunca la perdonamos, y estamos, además, sumiendo al matrimonio en una espiral de rencores francamente peligrosa.
El perdón es el camino a la liberación, el que auténticamente se libera es quien perdona, echando fuera de su alma al rencor y la venganza que solamente lo envilece y lo consume.
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