Embarque

No ha sido un buen comienzo de viaje. Lo que empezó con la búsqueda de una ciudad y con una oportunidad para conocerme mejor, se ha ido transformado, tan sólo durante unos días de aventura, en un plan agonizante y trepidante de huida, hacia no sé donde.

Además, no he tenido tiempo aún de pisar a fondo la tierra donde he estado. Se me puede ir de las manos si no me decido enseguida. Sudor. Tinta derramada sobre un papel macilento. El párroco entra en la habitación, acariciando lentamente la puerta con los nudillos – toc, toc, toc – y la puerta chirría.

No quisiera molestar…
Tranquilo – le digo. Cierro mi bolsa de viaje. Esta misma noche era la más indicada para salir de aquí. Me di cuenta de que los dientes me castañeteaban.
Pise fuerte el suelo. Dé golpes. Así – y taconea contra la tarima –. Le ayudará a entrar en calor.
Gracias – imito a sus zapatos –. En serio, gracias por todo. No hubiera podido continuar mi viaje…
¿A dónde se dirige? – mira a un mapa sólo un instante, un segundo. En la pared hay un mapa de Palestina. De pronto me apetece mucho ir allí.
A Estados Unidos. A Massachussets. Está al norte – dado que el Nedham se parece a Needham, la opción de ir allí parece la más indicada.
Le he traído esto – y me da una bolsa de plástico con algo de fruta dentro y un pequeño termo. Le abrazo y sollozo un rato.
Quédese usted con esto. Pesa un poco – él me da asilo y alimento, y yo le doy un ejemplar robado de Ulises. No tengo vergüenza.
El barco parte en media hora.
Bien – es lo único que se me ocurre.

Caminamos una vez más por las entrañas de la ciudad, ocultos en una niebla espesa, casi palpable. Pasamos por Church Street para cruzar el puente y puedo ver la Christ Church, que incluso de noche estremece por sus dimensiones... incluso en la sombra parece más imponente. Seguimos por residencias de ladrillo rojo, y estilo georgiano, que acotan el río. Más puertas de madera flanqueadas por blancas e iridiscentes columnas. Es un sitio bonito, incluso de noche y con niebla. No hay nadie, o no vemos a nadie. En una de las calles hay una pintada sobre el muro gris: CIRA / BRITS OUT (*).

A unos diez minutos, me subo a un autobús, y me despido agitando la mano al buen hombre que me ha estado ayudando, sin pedir nada a cambio, sin preguntarme si quiera por si era católico o protestante. Se desvanece tras la niebla, como un fantasma. Es alguien que me ha escuchado sin hacer comentarios demasiado precisos sobre lo ocurrido. El autobús llega en veinte minutos al muelle y los pasos de las 60 personas que aproximadamente estamos allí resuenan con fuerza sobre la madera. Me asomo al agua, materia oscura. Es difícil creer que antes de nacer podamos vivir en un ambiente parecido, debajo de un agua como esa. Entonces veo el nombre del barco: SHACKLETON.

Quizá he empezado un poco mal, pero ahora tengo una nueva oportunidad, al fin y al cabo. Primero a Islandia, y después a los Estados Unidos, donde empezaré de nuevo, otra vez. ¿Cuántas veces tiene que empezar de nuevo un ser humano para creerse perfecto?, me pregunto. ¿Habrá alguien a quien le preocupe esto de veras?

Hacía mucho que no montaba en barco. Sólo aquel pesquero de gambas. No recordaba lo que se marea uno. ‘Debemos estar a la altura de Dundalk’, escucho en el pasillo. Es hora de cerrar el cuaderno y salir a la cubierta, a tomar el aire.

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(*) CIRA (IRA de la Continuidad); una escisión del IRA que surge en la época en que está escrito este cuaderno, es decir, a principios de los 90. Esta escisión surge a partir del PIRA (IRA Provisional), el primer grupo paramilitar que se fundó, allá por el 69.