La TV, con sus centenares de canales por tierra, por cable o por satélite, nos ocupa el mayor tiempo en nuestro particular consumo de información, formación y diversión. Pero Vd. sabe que hay, sin embargo, una cantidad creciente de pantallas que nos absorben nuestro tiempo, nuestra atención, y lo que es peor, van conformando nuestra particular forma de pensar. Y ya sabe Vd. –porque hace tiempo que nos conocemos- que cuando digo “forma de pensar”, no sólo me estoy refiriendo a la capacidad que la publicidad parece darnos, al dejarnos elegir la marca de coche o de friegasuelos que vamos a comprar. No, no me refiero a eso. Me refiero a concepciones morales y éticas que a fuerza de estar omnipresentes en los Medios de Comunicación, se hacen ya incuestionables.
Mire, me acuerdo ahora de una campaña publicitaria –actualmente en antena- de una marca de coches (a la que le tengo cierto afecto por ser la del mío) que dice irónicamente algo así como “No habremos hecho nada por la conservación del patrimonio histórico-artístico, o por la música clásica, pero en cambio hemos hecho este coche…”, o algo parecido. ¿Qué cree Vd. que piensa un joven cuando ve/oye ese mensaje? ¿Cree Vd. que le servirá de algo lo que le dicen en su clase de Historia, o de Música, sobre lo importante del arte en la vida de los seres humanos?
La campaña publicitaria de la marca de mi coche está dentro del “todo vale con tal de vender”. Eso me ha servido para que, si alguna vez cambio de coche, evidentemente cambie también de marca. ¿Qué soy un exagerado? Es posible. Pero mire Vd., amigo mío.
En mi profesión de educador –que no sólo enseñante- he aprendido que el esfuerzo de un año entero en cuanto a inculcar desde la Escuela un valor determinado en los alumnos, se puede desmontar desde la tele del salón de sus casas en 20 segundos, que es lo que dura un anuncio.
No podemos sustraernos de ser espectadores y consumidores de la información que nos llueve, nos anega de la mañana a la noche. Estoy empleando la idea de Información en un sentido muy amplio. Quiero decir con ello cualquier mensaje que nos llegue sin haberlo pedido ni buscado. Porque, en esencia, se trata de eso, de la voluntariedad y la selectividad en la recepción de los mensajes.
Detrás de cada telediario, detrás de cada serie, detrás de cada programa de TV, de cada película de cine, de cada página web, de cada spot publicitario, es decir, detrás de cada mensaje audiovisual, hay una intencionalidad que puede ser comercial, ideológica, política, religiosa, etc. Ello, unido a la componente emocional con que suelen contar estos mensajes, convence a cualquiera de cualquier cosa.
¿Qué eso ya lo sabía Vd.? No lo pongo en duda, por supuesto. El problema no es el que lo ignoremos o no; si no el que lo tengamos presente de forma constante, el que no bajemos la guardia. El problema es que pensemos que “no es para tanto”, o que eso no me afecta a mí. Creo sinceramente que a un cristiano debería afectarle todo lo que ocurre a su alrededor.
¿Le afecta a Vd. el leer en las pantallas de la DGT en las carreteras que en Septiembre de 2005 hubo 10 muertes diarias en las carreteras de nuestro país? Aunque no le afecte a su manera de conducir, porque, como cristiano, debería conducir ya con toda la precaución de que sea capaz, sin necesidad de estos mensajes; pero sí que debería hacerle recapacitar de algún modo ¿No cree Vd.?
Desde que conocí personalmente a Jesucristo, y le entregué la dirección de mi vida, he sido un defensor de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación en la difusión de su Evangelio. Pero he defendido esta postura de una manera consciente. A mi modo de ver, no todo vale.
No hay que tratar de introducir la TICs (Tecnologías de la Información y de la Comunicación) en las iglesias y los ministerios del mismo modo que las hermanas de Cenicienta querían calzarse el zapatito de cristal, es decir, a la fuerza; o porque sea moderno, o porque todo el mundo lo hace. Eso es sencillamente un disparate. La TV, el cine, las páginas webs en Internet, los DVD de vídeo o musicales, los teléfonos móviles, los iPods, etc…, pueden ser de tanto provecho para la difusión de la Palabra, como en su momento lo fue la imprenta, sin la cual, probablemente el Protestantismo o no existiría, o habría tenido que dejar a un lado la doctrina de la libre interpretación de la Biblia. Pero hay que hacerlo con sumo cuidado si no se quiere llegar a tremendos errores.
Y es que, ¿sabe Vd.?,
vengo observando muchos errores de planteamiento en la asunción de las TICs por el mundo cristiano. Los errores que yo veo van, desde el rechazo total a todo lo que vaya más allá de una filmina o transparencia, para seguir las letras de las canciones en el tiempo de alabanza; hasta asumir cualquier cosa audiovisual, con tal de que hable de Jesús, o de lo cristiano.
Hace unos días, leí en un periódico de publicación nacional, que la poderosa compañía Twentieth Century Fox había creado una división “cristiana” titulada FoxFaith. Leyendo este titular, me alegré, pues ¿cuántas veces nos quejamos de que no haya verdaderas producciones cinematográficas de calidad, que proclamen los valores bajo los que vivimos millones y millones de seres humanos? Pero, ¡cuidado!, me dije, no te dejes llevar por esa buena impresión, predica con el ejemplo en ti mismo y cuestiónate ciertas cosas. Eso es lo que le pregunto a Vd. ahora. ¿Qué cree que pretende realmente “El Zorro del Siglo XX” al crear “La Fe del Zorro”? ¿Pretenderá hacer la FoxFaith con la visión cristiana del mundo lo mismo que ya hizo en su momento con la visión hipercrítica, sarcástica, cínica, nihilista, y postmoderna de Los Simpson? O sea, ganar dinero a costa de lo que sea. ¿Hay de nuevo bastante mercado para las películas “cristianas”?
Parece ser que el taquillaje de “La Pasión de Cristo” de M. Gibson, dice que si, que las gentes del mundo occidental estamos dispuestos a ir a ver este tipo de películas, tal como antes íbamos a ver “Ben-Hur” o “Los Diez Mandamientos”, pero alternándolas, claro está, con otras como “El Exorcismo de fulana de tal”, o cualquiera de las muchas de corte espiritista o satánico. “Es la deriva del mundo actual, ¿que se le va a hacer?”, me dicen algunos compañeros y amigos. Incluso yo he ido a ver alguna de estas películas tan poco recomendables, por ver de qué se alimentan visualmente mis alumnos. Pero, como me dice mi hija, adolescente y creyente: “Papá, tú sabes que Cristo va siempre contigo. ¿Y sabes también que lo llevas contigo a ver esas pelis?”. De nada me sirve explicarle que voy a verlas para estudiarlas y poder combatirlas. Y es que, seguramente, esa razón quizá no sea más que una excusa por mi parte.
¿Qué me dice Vd.? ¿Cómo cristianos -y como espectadores- deberíamos ser más conscientes a la hora de saber qué hay detrás de los Medios de Comunicación?
Recuerde que puede haber un sincero y genuino intento de llevar el Evangelio a los espectadores, por cualquier medio escrito, oral o audiovisual, y eso es muy loable y digno de agradecer; pero también hay quien puede aprovecharse de una forma infame del mensaje del Salvador, para ganar dinero.
No se duerma Vd. ni se confíe.
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