Ni siquiera los hijos deben interferir en la unidad del matrimonio. Otro de los grandes focos de conflicto en la pareja son los hijos. Cuando llega el primero la situación cambia de tal modo que es fácil verse sumido en una crisis. Todo sufre una transformación. La atención que antes se volcaba de forma exclusiva en nuestro cónyuge ahora tenemos que compartirla con un bebé y un bebé que muestra unas exigencias de tiempo y atención difíciles de satisfacer. A esto hay que añadir la enorme presión que supone atender a un niño siendo padres primerizos.
Pagamos la novatada de lleno. Todo nos asusta. No sabemos por qué llora y pensamos lo peor. Cualquier anomalía es suficiente para salir corriendo al hospital… Nos agobiamos si come poco y nos preocupa que coma demasiado. En fin, que la primera paternidad genera una crisis sin precedentes.
En este punto es vital conservar la calma por encima de todo. Esa época pasará y enfrentarás otros retos de signo distinto.
He descubierto que
los conflictos matrimoniales a causa de los hijos vienen dados por diferentes razones, entre ellas enumeraré las siguientes:
1.- Discusiones en la pareja por distintos puntos de vista en lo que concierne a la educación, disciplina y corrección de los hijos. El padre y la madre suelen discrepar sobre lo que merece un castigo y el tipo de castigo que merece. Cuando prevalece el diálogo en la pareja éstas diferencias se van subsanando. Es necesario tener paciencia y reforzar la comunicación para establecer unos criterios comunes sobre el aspecto de la
educación, me refiero a establecer unos parámetros para educar y unas normas generales en las que ambos miembros de la pareja coincidan.
Volvemos a insistir sobre la necesidad de no discutir delante de los hijos. Los cambios de impresión es mejor hacerlos cuando ellos no estén presentes. Esto es por dos razones: Evitar que sufran al ver discutir a sus padres y evitar que luego intenten sacar ventaja de aquel de los dos que ellos perciben más condescendiente y menos estricto. No añadiré más en este punto, porque enseguida lo abordaremos con más detenimiento.
2.- La atención que antes volcábamos sobre nuestra pareja, ahora tenemos que enfocarla al recién llegado; esto puede originar distancia en el matrimonio y una relación más fría entre los cónyuges. Es inevitable compartir la atención, pero debemos buscar el adecuado equilibrio para no desatender la relación matrimonial. Al fin y al cabo, con el paso del tiempo, el bebé se hará mayor y requerirá menos atención hasta que finalmente volará del hogar, mientras que nuestra pareja siempre estará a nuestro lado y es esa la relación que más debemos cuidar.
Puede ser muy conveniente buscar tiempos de estar a solas para pasear, conversar y comunicarnos. Los abuelos ó algún familiar cercano pueden disfrutar un rato de nuestro bebé mientras que nosotros lo hacemos de un tiempo de expansión. No hace falta marcharse al Caribe (aunque si puedes permitírtelo, no dejes de hacerlo), un paseo por el parque puede ser restaurador para la agredida intimidad de nuestro matrimonio.
3.- Los encuentros íntimos se hacen más complicados y la relación sexual puede verse afectada. No sólo por el hecho de que nuestra habitación ha sido invadida por un “extraño” y eso aporta al encuentro íntimo la sensación de no ser tan íntimo, sino porque nuestra mente suele estar saturada y nuestro ánimo alterado.
Es fácil que se produzcan desarreglos en la actividad sexual. De nuevo aquí habrá tres elementos clave:
- Comunicación para expresar nuestras necesidades.
- Respeto y cariño para intentar suplir las necesidades de nuestra pareja.
- Comprensión cuando nuestro cónyuge vive momentos delicados en los que le resulta imposible cubrir nuestras expectativas.
La semana que viene finalizaremos esta serie de “Verdugos del matrimonio”
Si quieres comentar o