Esta afección, que estoy convencido de que no es exclusiva de la población femenina, no es sólo un disparo al corazón de las emociones, se trata también de un verdugo del matrimonio. Me refiero a…
FALTA DE GRATITUD – EL REPROCHE
Somos propensos a dar por sentado que nuestra pareja hace lo que hace por que es su obligación, y la palabra
“gracias”, una de las más bellas del hermoso idioma español, está cayendo en desuso. Eso, de por sí, ya es malo, pero la situación se agrava cuando esa bonita palabra que se extingue, cede su lugar a otra que afianza su presencia cada vez con más tiranía; me refiero a la expresión:
“¿Por qué no...?”.
Pongamos un ejemplo tomado de la vida cotidiana:
La mesa está lista y la familia se sienta a disfrutar de la comida. Los alimentos son masticados, tragados y digeridos; pero de ninguna boca se escurre una expresión de gratitud y reconocimiento para quien cocinó los alimentos.
Si no te sientes identificado/a con el hecho que acabo de relatar, te felicito calurosamente, tu hogar es uno de los escasos reductos donde todavía pervive el bello arte de ser agradecido.
Pero el panorama se oscurece aún más cuando la misma familia se sienta en torno a la misma mesa y se dispone a deglutir la comida. Hoy, por desgracia, la mano que condimentó el plato se olvidó de echarle sal. Los alimentos son masticados y de los labios que brillan, ungidos por la insípida salsa, se desliza una amarga expresión:
“Por qué no le pusiste sal…”
La boca que se niega a proferir palabras de reconocimiento y gratitud es rápida en disparar palabras de exigencia ó reproche. No agradecemos lo que hacen bien, pero reprochamos lo que hacen mal.
No quiero focalizar este tema en el entorno de la comida, sólo pretendo presentar un ejemplo cotidiano de una actitud que invade todas las áreas de convivencia. Pero permítanme ilustrarlo con una historia verídica: Una mujer sirvió alfalfa en el plato de su marido y de su hijo. Estos miraron la comida sorprendidos, para luego mirar a la mujer enojados.
“¿Te has vuelto loca? –preguntó el marido-
¿Qué comida es ésta?”
La mujer respondió con calma:
“Llevo veinte años sirviéndoos la comida, y jamás habéis dado una muestra de que lo que os sirvo sea más agradable que la alfalfa”.
ALMA EN BANCARROTA = MATRIMONIO ARRUINADO
En una ocasión tuve que tratar con un matrimonio que atravesaba momentos francamente difíciles. Primero le escuché a él, quien me dijo:
“Mi esposa tiene un carácter permanentemente irascible; se enfada continuamente y sin motivo justificado. Cuando la pregunto la razón de su enfado ella se niega a contestar.
Si me aproximo a ella por la noche, en la cama, se retira como si a su lado hubiese un apestado.
La llevé un ramo de flores y lo arrojó a la basura”.
Aparentemente el caso no tenía demasiadas dudas. Aquella mujer estaba siendo extremadamente desconsiderada con su marido. Pero, convencido de que en ningún conflicto de dos toda la culpa recae sólo sobre uno, decidí escucharla a ella también, quien me dijo:
“Desde pequeña he carecido de afecto paternal. Mi padre bebía demasiado y por esa causa era muy agresivo; nunca me manifestó cariño ni se interesó por mi, jamás se sentó a mi lado para que conversáramos. Con mucha frecuencia tenía arranques de ira y gritaba golpeando con su puño contra la mesa.
Cuando conocí al que ahora es mi marido, pensé que él me daría todo aquello que siempre me faltó, me ilusioné y corrí a sus brazos. Pronto descubrí que estaba equivocada. Él se pasa el día fuera de casa y yo dentro de ella. Cuando regresa al hogar está cansado y todo lo que hace es sentarse frente al televisor hasta la hora de cenar. Nunca me ha pedido que me siente a su lado, nunca colabora con las tareas del hogar, nunca intentó que habláramos; y para colmo, este hombre, al menor contratiempo estalla airado y golpea con su puño contra la mesa. En ese instante la imagen de mi padre, con el rostro enrojecido por la ira y el alcohol, se reproduce en mi mente.
Luego, por la noche, se aproxima pretendiendo mantener relaciones íntimas; y en una extraña ocasión, cuando la culpa le torturó, vino a casa con un ramo de flores. No son flores lo que yo necesito, sino un marido que me ame y me comprenda.”
En ese momento y ante esa pareja me afirmé en la idea de que todos necesitamos aprecio, reconocimiento y gratitud. La ausencia de esos elementos puede tener consecuencias desastrosas.
EL DEPÓSITO DE LAS EMOCIONES
Todos nacemos con un depósito emocional que necesita mantenerse en el adecuado límite. Cuando el nivel de ese depósito baja del “
Límite Permitido”, se sufren las consecuencias que suelen ser: Complejos de inferioridad, irritabilidad constante, una actitud hermética que se manifiesta en el
“déjame tranquilo, no me pasa nada…”
Por el contrario, la persona cuyo depósito emocional está lleno se mostrará confiada y confiable. Tranquila y amable.
La forma de vaciar el depósito emocional de una persona es el reproche continuo, la crítica, la indiferencia, la falta de expresiones de gratitud... eso vacía el alma llevándola a la bancarrota. Para llenar ese depósito se precisa del cariño, el aprecio, la gratitud; expresiones de reconocimiento y muestras de amor y respeto.
Hacer ingresos en el alma de nuestro cónyuge es enriquecer nuestro matrimonio y, en consecuencia, asegurar nuestra estabilidad y felicidad.
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