Valga lo anterior para compartir con los lectore(a)s una sensación personal que pudiera estar registrando nuevos caminos hacia el interior del cristianismo evangélico mexicano, y posiblemente de otras partes. Con frecuencia se dice que el pentecostalismo es una experiencia en busca de una teología que lo justifique. De esta sentencia muchos quieren concluir que los pentecostales relegan la actividad reflexiva. Aquí es donde quiero dejar constancia de mi experiencia personal en el asunto.
Con frecuencia recibo invitaciones de grupos del amplio espectro protestante/evangélico mexicano, para dar conferencias o cursos. De la misma manera he tenido la oportunidad de ser docente en seminarios de variadas denominaciones evangélicas. Pues bien, resulta que en estas actividades
siempre he hallado mayor interés, y hasta lo que podemos llamar hambre intelectual, en los círculos pentecostales. Sin variar los participantes de estas iglesias solicitan guías bibliográficas, hacen más preguntas y se muestran muy dinámicos y propositivos. Tienen apertura y escuchan con atención las percepciones bíblico teológicas de otras variantes del protestantismo.
Escribo este artículo recién llegado de una reunión del liderazgo nacional de las Asambleas de Dios, en la que estuvieron alrededor de doscientas personas. Fui invitado para compartir una conferencia acerca de los cien años del Avivamiento de Azusa, el cual desató la diseminación del pentecostalismo en los inicios del siglo XX por todo el mundo. Me invitaron porque saben que estoy terminando un libro sobre el tema. Las Asambleas de Dios son la mayor denominación evangélica en México, tienen presencia en todo el país y muestran un crecimiento muy dinámico. En mi exposición encontré un auditorio receptivo y estimulante que interactuaba con observaciones, peticiones de más datos y fuentes en las que ellos y ellas pudieran ahondar en el tema.
Vislumbro en grupos como el referido, un gran interés por informarse y tratar de recuperar para sí la vasta producción teológica del protestantismo no pentecostal. Son eclécticos y están dispuestos a examinar las ideas de quienes les critican, en este ejercicio se quedan con una parte de lo examinado y lo suman a su propuesta. Se está gestando lo que llamo un pentecostalismo ilustrado, en el que se busca una integración entre emociones y actividad intelectual. Como ejemplo cito la muy buena calidad de los materiales educativos de las Asambleas de Dios en mi país, que son producidos por un equipo nacional. Su contenido muestra claramente una teología pentecostal contextualizada, que echa mano de aportes de aquí y allá. Cuando he conversado con alguno de los integrantes del equipo redactor de estos materiales, al entregármelos me dice que son sencillos y que están lejos de los que hacen las iglesias del protestantismo histórico. Yo encuentro que esto no es así, que hay mucho de mito en la pretendida superioridad reflexiva del cristianismo evangélico que no es pentecostal.
Es un hecho irrefutable que el pentecostalismo es la vertiente que más crece del protestantismo. Igualmente las tendencias apuntan hacia que el mismo será por un bien tiempo la escuela con más inserción entre las capas pobres de la sociedad. Datos del Conteo de Población 2005, en México, evidencian con claridad que los más pobres son quienes se reconocen como pentecostales. Algunos observadores consideran esto como algo criticable, dicen que son pentecostales por su baja escolaridad y que su ignorancia los hace víctimas propicias de propuestas religiosas muy elementales. De la observación sociológica pasan muy rápido a conclusiones valorativas. Claro que las condiciones de vida de las personas importan en su adopción de una fe. Las conversiones para nada se dan el vacío histórico y cultural. Pero el hecho de que el pentecostalismo tenga éxito donde las instituciones sociales han fallado, debiera mover a mayores esfuerzos comprensivos que dejen de señalar negativamente a las iglesias pentecostales y sus integrantes.
Mientras la sociedad castiga a los pobres, el pentecostalismo les brinda aceptación y les proporciona un sentido de dignidad y espacios de liderazgo. Cuando en su entorno nada más encuentran puertas cerradas, son las iglesias pentecostales las que les abren caminos para salir de los círculos que los tienen atrapados en los estragos de la pobreza. Ya convertidos son otra clase de pobres, unos que tienen esperanza y construyen con mayor dominio de las circunstancias su vida cotidiana. Se apropian del mensaje que les cambió la existencia y con creatividad plantan infinidad de iglesias donde otras expresiones del cristianismo no quieren o queriendo no pueden hacerlo. Después de un tiempo, son evidentes los cambios, entre ellos un ascenso en la escolaridad y posibilidad de articular su experiencia con reflexiones que son correctivas de aquella.
No se trata de idealizar al pentecostalismo, tengo mis reservas con expresiones del mismo que casi se desligan de la normatividad de la Palabra y andan en búsqueda constante de nuevas experiencias más extáticas que las anteriores, pero sí apunto a que hay tendencias dentro de él que van elaborando una sana retroalimentación entre emotividad y pensamiento. Hay que estar atentos a este tipo de aportes, que dan cuenta de una reflexión que se articula con la realidad latinoamericana y mantiene distancia con producciones teológicas propias de otros entornos y otros contextos.
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