El objetivo de los artículos que durante algunas semanas ocuparán esta página será abordar determinados aspectos prácticos de la convivencia en pareja. Intentaremos sacar a la luz algunas actitudes negativas que conviene erradicar y otras muy positivas que es bueno reforzar. Actos u omisiones que dañan la relación en pareja al punto de convertirse en…
Uno de ellos es…
enfocar nuestra atención en los defectos de nuestro cónyuge, y nunca en sus virtudes.
Durante la época del noviazgo solemos idealizar al ser de quien nos hemos enamorado. En esa etapa consideramos que él/ella es un compendio de virtudes donde no cabe ningún defecto.
El final de la luna de miel suele marcar el inicio de una nueva etapa en la que empezamos a ser mucho más realistas. Alguien lo expresó muy bien cuando dijo:
“El amor es ciego, pero el matrimonio es la manera más eficaz de recuperar la vista”
Definitivamente, el matrimonio es un método ideal para recobrar la sensatez y quitar la venda de nuestros ojos. Entonces descubrimos que no existe la persona perfecta.
Lo lamentable es que, en ocasiones, con el hallazgo la realidad perdemos la ilusión, y acompañando al realismo suele venir el desánimo.
Ante el descubrimiento de que, definitivamente, nuestra pareja tiene defectos tenemos dos opciones: la comprensión ó el desencanto.
A partir de ese momento debemos elegir donde enfocaremos nuestra atención: En sus errores, limitaciones y defectos… o por el contrario en sus aciertos, virtudes y puntos fuertes… que también los tiene, con toda seguridad que los tiene… del mismo modo que nosotros tenemos defectos. Dependiendo de nuestra actitud y del enfoque que elijamos, estaremos construyendo o destruyendo; reforzando o debilitando nuestra relación.
La crítica y el reproche constantes matan el matrimonio. Destacar, de forma machacona, los errores y defectos de la pareja aboca al matrimonio a una pendiente que termina en el fracaso.
Por el contrario, realzar las virtudes de nuestra pareja es un combustible eficaz para el amor.
Una señora se entrevistó con su pastor.
- Me quiero divorciar de mi marido - Fueron las primeras palabras de la mujer.
- ¿Por qué? - Preguntó el pastor.
- Porque él está con otra mujer.
- Si usted se divorcia – la dijo el pastor – le estará haciendo un favor, pues, con toda seguridad, eso es lo que él quiere.
- ¿Y qué puedo hacer? – Preguntó muy angustiada, la mujer.
- La recomiendo que le enamore primero y luego, si lo desea, sepárese. -Aconsejó el pastor.
- Usted lo ve demasiado fácil, pero ¿Cómo lo puedo enamorar?
- Hágale tres elogios por día. Fíjese en sus virtudes y actitudes positivas. ¿Viste bien? ¿Tiene buena presencia? ¿Es trabajador? Dígaselo
La mujer se propuso hacerlo. Al cabo de algunos meses fue a saludar a su pastor, quien inmediatamente le preguntó por su esposo.
- ¡Lo logré! – Respondió entusiasmada -. Está profundamente enamorado de mí.
- Entonces, ¿Le dejará ahora?
- No, ahora no, porque yo también estoy enamorada de él.
Se lo aseguro, el aprecio y reconocimiento son reconstituyentes de primer orden para el matrimonio. Esto no está reñido con el diálogo en pareja para ir eliminando esas actitudes que nos molestan y nos hieren.
Dios desea ayudar a cada familia a ser feliz. Si en su hogar hay problemas; si existen tensiones y está amenazada la unidad familiar, piense en buscar soluciones, considerando que siempre tendremos que perdonar y ser perdonados.
“Todos ofendemos muchas veces” dice la Biblia (Santiago 3:2). Eso es inevitable, pero si enfocamos nuestros ojos, de forma constante, a los problemas sucumbiremos al desánimo.
Debemos decidir mirar lo positivo, las virtudes y los puntos fuertes de nuestra pareja - por descontado, sin dejar de analizar en pareja las cosas que nos dañan para intentar evitarlas -. Con esa actitud estaremos reforzando nuestro concepto de él ó ella y al hacerlo estaremos reforzando nuestra relación.
PARA LOS QUE TODAVÍA NO SE CASARON
Permítaseme concluir con un consejo para aquellos que todavía no contrajeron matrimonio:
Uno de los más efectivos verdugos del matrimonio es la “precipitación en contraerlo” “Cásate demasiado pronto y te arrepentirás demasiado tarde” dijo Thomas Randolph.
Las dos decisiones más importantes que tomaremos en la vida son, por este orden:
- ¿Con quien pasaré la eternidad? Ninguna pregunta es más delicada que esta y ninguna decisión conllevará consecuencias tan trascendentales. Elegir pasar la eternidad con Dios no debería ser una decisión difícil de tomar. Es un acierto en el que no tenemos nada que perder, pero muchísimo por ganar.
- ¿Con quien compartiré aquí mi vida? Después de decidir con quien pasaremos la eternidad, la elección más delicada y con consecuencias más sensibles, es la de nuestra compañía en esta vida. Todo lo demás - proyección profesional, ministerial, nuestras relaciones interpersonales, nuestra felicidad y la de nuestros hijos… - se verá afectado, positiva ó negativamente, por el acierto en esta elección. Por eso es que no debemos precipitarnos.
Tómate tiempo para estar seguro. Alguien sabio me recomendó
“No te cases con aquella persona con la que sabes que podrías vivir; cásate con la persona sin la que no serías capaz de hacerlo.”
Al conocer a una persona y reparar en un posible candidato… No te fijes en sus ojos, fíjate en su visión. No te enamores solo de sus labios, presta atención a sus palabras. No te conformes con la forma de sus manos, mira en qué las ocupa. Cruza el umbral del cuerpo y repara en el ser interno, porque
La auténtica belleza está en el interior. Es mucho más que un tópico; se trata de una incuestionable realidad.
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