No se trata solamente de corregir a nuestros hijos, sino de lograr que la corrección produzca unos resultados positivos. Uno de los errores más frecuentes es que los padres hacen la guerra entre sí a la hora de educar a sus hijos.
Algunas crisis de autoridad en la familia provienen de que los padres se desautorizan mutuamente delante de los hijos. Es fundamental la sintonía entre el padre y la madre. Si el padre le dice a su hijo que debe utilizar los cubiertos para comer, la madre le debe apoyar, y viceversa. No debe caer en la trampa de decir: "Déjalo que coma como quiera, lo importante es que coma.”
Lo deseable a la hora de corregir a un muchacho, y en especial cuando se trata de aplicar disciplina, es que exista un acuerdo pactado entre el padre y la madre. Eso puede requerir tomarse tiempo antes de aplicar la corrección, pero no debe preocuparnos; la disciplina no es más efectiva por el hecho de aplicarse de manera instantánea. Si uno de los cónyuges está ausente cuando el hijo comete una “fechoría”, es posible y conveniente que quien está le diga al hijo ó a la hija “cuando tu padre (o tu madre) regrese, hablaremos al respecto” Esa actitud refuerza el efecto de la futura disciplina, además de conferir al matrimonio una imagen de solidez que hará mucho bien a nuestros hijos.
Si por cualquier razón uno de los dos ha tomado una decisión y aplicó disciplina, el otro no debería, bajo ningún concepto, desautorizarle delante del hijo. Es posible y necesario expresar nuestra discrepancia, si ésta existiera, pero nunca delante de los hijos.
Puede ser muy conveniente ponerse de acuerdo, aunque todavía no haya ocurrido nada, para convenir una solución sobre el modo de actuar ante situaciones concretas. Me refiero a que los esposos hablen para llegar a decisiones “si nuestros hijos precisaran ser corregidos, enseñados, ó disciplinados”. Hará falta, como siempre que intervienen dos o más personas en una decisión, que cada uno ceda en algo de su idea inicial para lograr un acuerdo sin imposiciones.
Fuera de toda duda, la falta de acuerdo entre los esposos al educar a los hijos es la causa de muchos fracasos en la educación y también el comienzo del declive en algunos matrimonios.
Si la lectura de este artículo le provoca la incómoda sensación de haber hecho las cosas mal, no se preocupe, sólo que no convierta esa sensación en una cadena que le ate, sino en un claro propósito de enmendar las actitudes que precisen ser cambiadas. Recuerde la acertada frase de María del Consuelo Díaz
“A veces los fracasos son el trampolín de los éxitos.”
PARA CONCLUÍR ESTE ARTÍCULO
En artículos anteriores hicimos mención a las “
Doce reglas para criar hijos delincuentes” que había redactado el departamento de policía de Houston (Texas) Convencido de la rentabilidad que de su lectura pueden extraer los que siguen este apartado de la familia, quisiera presentar a continuación esas doce reglas:
- Comience en la infancia dándole al niño todo lo que desee. De este modo crecerá con la idea de que el mundo está en deuda con él.
- Cuando aprenda palabras feas, celébrelo con risas. Esto le hará pensar que es ingenioso. También esto le alentará a aprender frases “más ingeniosas” que más tarde le producirán a usted dolores de cabeza.
- Nunca le dé al niño instrucción espiritual alguna. Espere a que él tenga 21 años y entonces déjele que decida por sí mismo.
- Evite el uso de expresiones como “Eso no debes hacerlo” ó “Eso es incorrecto”. Puede desarrollar un complejo de culpabilidad. Nunca le recrimine lo que haga, eso le preparará para que más tarde, cuando sea arrestado por robar un automóvil, crea que la sociedad está en su contra y que se le persigue.
- Recoja todo lo que él deje por allí tirado: libros, zapatos, ropas… Hágale todas las cosas de modo que él se acostumbre a echar toda la responsabilidad sobre otros.
- Déjele que lea cualquier material impreso sobre el cuál ponga sus manos. No limite ni controle su acceso a Internet. Preocúpese de que los utensilios de la mesa estén bien esterilizados, pero deje que su mente se deleite en la basura.
- Mantenga frecuentes disputas con su pareja en presencia de sus hijos. De este modo no se verán tan afectados cuando más tarde el hogar se deshaga.
- Dele al niño todo el dinero que desee gastar. No le permita ganarlo por si mismo. ¿Por qué habrían de resultarle tan duras las cosas como lo fueron para usted?
- Satisfaga todos sus deseos en cuanto a comida, bebida, caprichos y comodidad. La negación de esos deseos podría conducirle a una frustración dañina.
- Póngase de parte de él contra los vecinos, maestros, profesores de escuela dominical, pastores y policías. Todos están prejuiciados en contra de su hijo.
- Cuando él se meta en verdaderos problemas, discúlpese diciendo: “este niño… nunca pude hacer nada con él”
- Prepárese para una vida de dolor y pesadumbre. La va a tener con seguridad.
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